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De Fluidra a Solaria... Los 'chicharros' que se hacen mayores en la bolsa española
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De Fluidra a Solaria... Los 'chicharros' que se hacen mayores en la bolsa española

En el último lustro, varias pequeñas compañías del parqué español han logrado asentarse entre los grupos de más renombre gracias a sus destacadas estrategias de crecimiento

Foto: Cotización en el interior del Palacio de la Bolsa de Madrid. (EFE/Alonso del Val)
Cotización en el interior del Palacio de la Bolsa de Madrid. (EFE/Alonso del Val)
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Si España tuviera empresas con un tamaño promedio equiparable a la media europea, el PIB crecería más del 5% y se crearían cerca de 1,2 millones de empleos, con un considerable impacto positivo en las tendencias de la economía nacional. Esta es una de las conclusiones más relevantes del informe ‘Crecimiento empresarial’ presentado esta misma semana por Cepyme y que incide en el que insistentemente ha sido señalado como uno de los grandes lastres de la economía nacional: el reducido tamaño de las empresas españolas.

La denuncia ha sido insistente desde hace años y los diagnósticos generalmente coincidentes —con mucho énfasis en las trabas regulatorias—, pero los datos evidencian lo poco que se ha avanzado en ese sentido. Hoy, según los datos de la Seguridad Social, más del 75% de las empresas españolas opera con cinco o menos empleados y solo el 2,3% supera los 50 empleados, cifras muy semejantes a las que se daban hace cinco años (77 y 2%, respectivamente) y que sitúan a España muy lejos de las cifras imperantes en Europa.

Esta realidad es también evidente en el mercado español. Aunque lejos de las grandes cifras de los gigantes de Wall Street, la bolsa española acoge algunas de las empresas más grandes de sus sectores a nivel europeo, como Inditex, Iberdrola o Santander, la ‘clase media’ del parqué escasea: menos de 20 empresas superan actualmente los 10.000 millones de euros de capitalización y más de la mitad de las 127 compañías integradas en el Índice General de la Bolsa de Madrid presentan valoraciones inferiores a los 1.000 millones de euros. Es por eso por lo que no es inusual escuchar calificar a la Bolsa española como un mercado de ‘chicharros’, término con el que se suele denominar en el argot financiero a las pequeñas cotizadas de muy baja capitalización y muy susceptibles a los grandes vaivenes sobre el parqué.

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Pero, en los últimos años, un grupo de pequeñas compañías se han rebelado contra esta situación protagonizando notables historias de crecimiento que les han permitido sacudirse la etiqueta de chicharros para pasar a convertirse en miembros con un peso considerable en la Bolsa española. En un lustro convulso —con la crisis del coronavirus como hito principal—, en el que el Ibex apenas ha logrado apreciarse un 5%, tres pequeñas cotizadas españolas han experimentado sólidos avances (de al menos el 340%) que les han permitido superar por primera vez la simbólica barrera de los 1.000 millones de euros de capitalización. Se trata de Fluidra, Rovi y Solaria.

Quizás el caso más representativo sea el de Fluidra. El fabricante de equipamientos para piscinas forma parte de la Bolsa española desde octubre de 2007, pocos días antes del récord histórico del Ibex, con una valoración de 732 millones de euros. Sus primeros años en el parqué estuvieron caracterizados por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria que zarandeó la economía española y la posterior crisis financiera y de la deuda, que hizo estragos sobre el parqué y de la que Fluidra no salió bien parada. A finales de 2012, cinco años después de su estreno, marcaba el que ha quedado fijado como su mínimo histórico, con una valoración de apenas 210 millones de euros.

Desde entonces, sin embargo, el grupo que dirige Eloi Planes emprendió una sólida recuperación que apenas ha experimentado sobresaltos y que ha recibido dos grandes espaldarazos en este periodo: la compra de la compañía estadounidense Zodiac, anunciada a finales de 2017 y cerrada en julio del año siguiente, y la pandemia del coronavirus, que contra los pronósticos iniciales impulsó las perspectivas del negocio de las piscinas. Así, un grupo que hace cinco años mostraba una capitalización inferior a los 500 millones de euros es hoy la vigesimocuarta mayor cotizada del parqué español, tras multiplicar por 13 su valor, superando los 6.500 millones.

Hoy, Fluidra es un grupo afianzado en el Ibex 35 y uno de los líderes mundiales de su sector, con presencia en más de 45 países. Los analistas calculan que este año cerrará con ventas claramente por encima de los 2.000 millones de euros, el triple de lo que facturaba hace solo cinco años.

El grupo ha experimentado ciertas turbulencias sobre el parqué, que le han hecho restar algo más de un 14% de su valor

Otra compañía que ha encontrado en la crisis del coronavirus un aliciente para su evolución en bolsa ha sido Laboratorios Rovi. Con su asociación con Moderna como principal reclamo, el grupo controlado por la familia López-Belmonte ha sido capaz de trazar una marcha ascendente sobre el parqué durante el año pasado y la primera mitad de este que le llevó a pulverizar en repetidas ocasiones sus máximos históricos. El pasado 23 de agosto, su valoración de mercado estableció un pico por encima de los 3.800 millones de euros (cifras equivalentes a la valoración actual de Banco Sabadell), seis veces más de los 621 millones que capitalizaba hace un lustro.

Desde entonces, el grupo ha experimentado ciertas turbulencias sobre el parqué, que le han hecho restar algo más de un 14% de su valor, situando su capitalización actual en torno a los 3.250 millones de euros. Las sospechas de deficiencias en el proceso de llenado de los viales de Moderna, que podrían haber resultado en algunos fallecimientos en Japón (relación que luego quedó descartada), y el surgimiento de nuevos tratamientos contra el covid que nublan las perspectivas a corto plazo de esta colaboración que reporta actualmente en torno al 25% de sus ventas explican los recientes recelos de los inversores.

Pero los analistas insisten en que el negocio de Rovi es mucho más que la colaboración con Moderna y está sostenido por una amplia cartera de fármacos ya a la venta (como la heparina Becat, que Alantra prevé que eleve sus ventas entre un 5 y un 14% al año hasta 2025) o en proceso de aprobación (Doria o Letrozole) que deberían mantener viva su historia de crecimiento a largo plazo, con independencia de lo que ocurra con las vacunas anticovid.

La compañía, con más de 70 años de historia, cuenta hoy en día con una gran presencia internacional (su principal producto, Bemiparina, se vende ya en alrededor de 60 países) y espera facturar este año más de 600 millones de euros, más del doble de las ventas que registraba en 2016. Para 2025, el consenso augura ingresos por encima de los 900 millones.

Foto: Visita de Pedro Sánchez a los laboratorios de Rovi. (EFE)

Dentro de la industria farmacéutica española, también es digno de mención el caso de PharmaMar. La compañía presidida por José María Fernández Sousa-Faro rozaba hace poco más de un año los 2.500 millones de euros de capitalización tras dispararse cerca de un 350% en apenas siete meses. Una serie de noticias favorables en torno a su medicamento Zepzelca, unido a los mucho más controvertidos anuncios de la compañía sobre la posible aplicación de su medicamento Aplidin en la lucha contra el coronavirus, propiciaron un frenesí en torno a sus acciones que la realidad ha ido aplacando con el tiempo. De este modo, en los últimos 13 meses ha visto esfumarse más de la mitad de su valor.

Aún así, PharmaMar se mantiene dentro del club de las cotizadas que superan los 1.000 millones de euros de valoración, duplicando la capitalización que mostraba hace cinco años. El grupo se había estrenado como tal en el parqué un año antes, tras absorber a su matriz Zeltia. Pero esta última ya tenía una larga historia previa sobre el parqué y ya había superado anteriormente con creces la cifra de los 1.000 millones de capitalización antes de protagonizar un doloroso hundimiento hasta su reconversión en PharmaMar. De hecho, su récord, que se remonta al año 2000, se sitúa por encima de los 4.000 millones de euros de capitalización, cifras que PharmaMar ni siquiera ha llegado a atisbar.

Solaria también debe buena parte de su éxito bursátil a las tendencias desencadenadas por la pandemia del coronavirus. En un escenario de máxima incertidumbre sobre el presente, los inversores se aferraron con especial intensidad a las historias más obvias de crecimiento a largo plazo. Y el sector de las energías renovables, espoleado también por los planes de inversiones en transición energética que comenzaron a aflorar a nivel global, se convirtió en uno de los principales beneficiados.

Foto: (EFE)

Así, las acciones de Solaria multiplicaron por cinco su valor entre marzo de 2020 y enero de este año, elevando su capitalización desde poco más de 760 millones de euros a cerca de 3.900 millones. Esta espectacular escalada suponía, no obstante, la continuación de una racha positiva que se iniciaba desde mucho más atrás y que había permitido a Solaria dejar muy atrás ya antes de la pandemia los apenas 75 millones en que se valoraba hace cinco años. El progresivo desarrollo y puesta en explotación de parques solares han favorecido un crecimiento exponencial de los resultados de Solaria que se espera que vaya a más en los próximos ejercicios. Bankinter, por ejemplo, prevé que sus ventas superen en 2025 los 250 millones de euros, cinco veces más que el ejercicio pasado.

2021 ha arrojado, con todo, notables sinsabores para la compañía, una vez que los inversores han optado por recalibrar sus apuestas en el sector, ante la sensación de que algunas valoraciones habían perdido toda conexión con la realidad. Una serie de incumplimientos en sus metas de desarrollo han contribuido a un menor optimismo del mercado en torno a Solaria, que desde sus máximos ha cedido casi la mitad de su valor, reduciendo su capitalización a poco más de 2.000 millones de euros.

Se trata de cifras que, curiosamente, quedan por debajo de las que Solaria llegó a registrar en sus primeros meses en bolsa, en 2007. Aquel era un periodo también de bonanza en los mercados y optimismo exacerbado sobre las posibilidades del sector de renovables. Solaria se estrenó en junio con un valor de 961 millones de euros y el primer día ya llegó a marcar los 1.200 millones. En los meses siguientes, proseguiría su ascenso hasta rondar los 2.500 millones, antes de que la crisis financiera posterior a la caída de Lehman Brothers y la crisis económica que sacudió España tras el pinchazo de la burbuja inmobiliaria arrasaran con el valor del grupo, que llegó a marcar un mínimo por debajo de los 30 millones en 2012, antes de iniciar la remontada que le ha permitido volver a codearse con los grupos milmillonarios de la bolsa española.

Tras un espectacular 2020, Grenergy también ha perdido algo de fuelle este año

Un caso parecido al de Solaria es el de Grenergy. El grupo dirigido por David Ruiz de Andrés se estrenó como cotizada en el entonces denominado Mercado Alternativo Bursátil (hoy BME Growth), en julio de 2015, y dio el salto al Mercado Continuo a finales de 2019. Si en un primer momento era una empresa que superaba a duras penas los 30 millones de valoración, hoy cuenta con una capitalización que alcanza los 900 millones de euros y ha llegado a rebasar en distintas ocasiones la barrera de los 1.000 millones. De hecho, una abrumadora mayoría de las firmas de análisis que siguen el valor le otorgan valoraciones por encima de esa cifra.

Tras un espectacular 2020, Grenergy también ha perdido algo de fuelle este año. Pero firmas como Barclays ponen de relieve el potencial de crecimiento a doble dígito de sus cifras de negocio. “La exposición a Latinoamérica es un riesgo, pero creemos que será diluido por el crecimiento más rápido en España que en Chile. Pensamos que tanto la diversificación geográfica como la dilución del riesgo de Latinoamérica han sido ignorados por los inversores”, sostenía la firma británica en uno de sus últimos informes sobre la compañía.

En los mercados también es común el dicho que establece que lo difícil no es tanto llegar como mantenerse. No son escasos los ejemplos de cotizadas que, subidas en una ola de euforia en torno a sus negocios, han llegado a alcanzar valoraciones muy elevadas que finalmente han resultado efímeras, cuando se ha comprobado que la realidad que las sostenía era mucho menos sólida de lo que por un momento asumieron los inversores. Pero tampoco faltan casos de pequeños valores que una vez se han hecho un hueco entre los grandes han seguido mostrando capacidad para extender su crecimiento y apuntalar sus elevadas valoraciones.

Foto: EC.

Un caso significativo es el de Vidrala. Hace un lustro, el fabricante de envases de vidrio ya mostraba una valoración superior a los 1.200 millones. El grupo que dirige Carlos Delclaux accedió por primera vez al club de los 1.000 millones a finales de 2014, poco antes de anunciar la compra de la compañía británica Encirc, con la que se posicionó como uno de los grandes grupos del sector en Europa.

Desde entonces, y sin dejar de realizar operaciones corporativas de calado, como la adquisición de Santos Barosa, Vidrala ha mantenido una senda de crecimiento sostenido que ha tenido su reflejo en bolsa, donde acumula una revalorización del 114% en el último lustro (sin contar dividendos). Esto le ha llevado a establecer sucesivos récords en los últimos años, superando por primera vez la barrera de los 3.000 millones de euros de valoración el pasado mes de junio, antes de iniciar un retroceso que sitúa su valoración actual en el entorno de los 2.600 millones de euros.

Grupos como Viscofan o CIE Automotive también pueden señalarse entre los de compañías que saltaron al parqué en su día con valoraciones propias de chicharros y que, con el paso de los años, han dibujado historias de crecimiento de largo plazo que les han permitido asentarse firmemente en el lugar de las empresas de más renombre del parqué nacional.

Si España tuviera empresas con un tamaño promedio equiparable a la media europea, el PIB crecería más del 5% y se crearían cerca de 1,2 millones de empleos, con un considerable impacto positivo en las tendencias de la economía nacional. Esta es una de las conclusiones más relevantes del informe ‘Crecimiento empresarial’ presentado esta misma semana por Cepyme y que incide en el que insistentemente ha sido señalado como uno de los grandes lastres de la economía nacional: el reducido tamaño de las empresas españolas.

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