Inversiones ilíquidas como protección para escenarios de crisis
La inversión en economía real trata de aprovechar la prima que existe frente a las rentabilidades de las inversiones líquidas
El inversor en activos ilíquidos conoce bien los sacrificios que conlleva esa apuesta por la prima de iliquidez, siempre en proporciones asumibles respecto de su patrimonio líquido. En primer lugar, la ausencia de un mercado en el que deshacer su inversión voluntariamente; en segundo, los plazos medios de recuperación de la inversión, generalmente superiores a los tres o cuatro años; y tercero, la asunción de riesgo al tratar de obtener rentabilidades superiores al activo libre de riesgo, como en cualquier inversión.
En este contexto, los expertos del área de productos de Banca March, una entidad que apuesta como seña de identidad por la coinversión en proyectos ilíquidos en economía real, explican qué cabe esperar en un momento de incertidumbre como el actual.
El primero de los sacrificios, vinculado a la ausencia de cotización diaria, constituye un escudo protector para la extracción de la prima de iliquidez. No hay que olvidar que las inversiones en activos ilíquidos en ningún caso son inmunes a los vaivenes de la economía real, pero cuentan con la protección que supone no contar con un mercado en el que diariamente se pudieran vender las participaciones en un proyecto con subyacente no cotizado, pero que incorporara con inmediatez la incertidumbre de los mercados líquidos.
Si bien la correlación entre activos líquidos e ilíquidos es una realidad, pues ambos están relacionados por la evolución de la economía real, no es menos cierto que el valor buscado al invertir en activos ilíquidos, estableciendo una estrategia de entrada, despliegue del plan de inversión y salida, trata de aislarse de los vaivenes temporales de la economía financiera, evitando que coyunturas ajenas al proyecto ilíquido en el que se ha invertido condicionen la desinversión.
El comportamiento humano, en ocasiones, es propenso a deshacer inversiones líquidas precisamente cuando se dan los peores escenarios en los mercados públicos. La iliquidez de las inversiones privadas, por tanto, contiene un componente de protección frente a dicha inclinación.
Inversiones ilíquidas y turbulencia financiera
Frente a la posible venta en secundario de las inversiones ilíquidas en los momentos de mayor turbulencia en la economía financiera, que implicaría sin duda aplicar descuentos significativos sobre la última valoración disponible, desde Banca March entienden que debe prevalecer la estrategia centrada en proseguir con el plan de inversión diseñado para el proyecto ilíquido.
Esta estrategia tiene mayor valor cuanto mayor es la experiencia de los equipos de inversión y de gestión de los proyectos a la hora de adaptar los planes de inversión iniciales a las cambiantes condiciones económicas.
Debe prevalecer proseguir con el plan de inversión diseñado para el proyecto ilíquido, adaptándolo a las cambiantes condiciones económicas
A pesar de que la situación provocada por la extensión del Covid-19 no es similar a crisis pasadas, y que sus consecuencias económicas son difíciles de pronosticar, contamos con datos históricos de la última década, marcada por las fuertes correcciones en los mercados financieros mundiales que marcaron el inicio de la Gran Crisis Financiera (GCF).
Estos datos históricos permiten analizar cómo se comportaron los diferentes activos ilíquidos y cuál fue su evolución relativa frente a los activos líquidos en el período comprendido entre mediados de 2007 (máximos de mercados líquidos previos a la GCF) y 2019, y entre mediados de 2007 y principios de 2012 (recuperación por parte del capital riesgo de las valoraciones previas a la GCF).
El gráfico 2 muestra cómo las caídas que se produjeron en la economía financiera (representada aquí por el índice de renta variable global MSCI ACWI, línea naranja gruesa) a partir de diciembre de 2007, y la posterior crisis extendida a la economía real, impactaron en las valoraciones de los diferentes activos ilíquidos (el capital privado en general, representado por la línea verde gruesa, así como el resto de activos no cotizados).
Caídas acumuladas en la renta variable global desde máximos de diciembre de 2007, de hasta el 48% en términos trimestrales hasta los mínimos de marzo de 2009, comparan con bajadas en el valor del índice compuesto de capital privado, del capital riesgo y de la financiación alternativa del 26%, de hasta el 34% en las inversiones inmobiliarias y del 20% en el caso del ‘venture capital’. Las infraestructuras, en ese mismo período, resistieron con un alza de algo más del 3%.
La renta variable global vio su valor multiplicarse por 3,2 hasta los máximos de junio de 2019, frente al capital riesgo, que multiplicó su valor por 3,8
La renta variable global, desde los mínimos alcanzados en marzo de 2009, vio cómo su valor se multiplicó por 3,2 veces hasta los máximos de junio de 2019, mientras que el capital privado lo hizo en la misma proporción. La clase de activo que más contribuyó dentro del capital privado fue el capital riesgo, que vio multiplicado su valor algo menos de 3,8 veces.
En el gráfico 3 se observa, por otro lado, la velocidad de la recuperación de los valores previos a la GCF. En el caso del capital privado esto se logró en junio de 2011 (14 trimestres) y la financiación alternativa (línea amarilla) lo consiguió en 11 trimestres, mientras que la renta variable global no recuperó los máximos previos hasta 21 trimestres después, en marzo de 2013.
Como ya se ha dicho, a pesar de la correlación palpable entre los retornos de los activos líquidos e ilíquidos, la ausencia de cotizaciones diarias para estos últimos les dota de unos retornos más suavizados que en el caso de los activos líquidos. En el gráfico 4 se comprueba cómo, incluso en retornos trimestrales que suavizan los vaivenes diarios de los activos líquidos e igualan plazos respecto a la periodicidad habitual de publicación de valoraciones de los proyectos ilíquidos, el capital privado (representado por la línea verde gruesa) tiene una evolución con menos sobresaltos que la renta variable cotizada global (línea naranja gruesa).
Adicionalmente es importante destacar el valor que aporta, al igual que en el caso de los activos líquidos, la diversificación al invertir en activos ilíquidos. Tanto por clases de activos, que presentan diferentes perfiles de generación de rentabilidad (por apreciación de capital, por reparto de rentas, o por combinación de ambas), como por añadas.
El concepto de añada permite exposición a la prima de iliquidez sin necesidad de aportar en ese mismo año la totalidad del compromiso
El concepto de añada, que indica el año en el que se compromete una inversión en activos ilíquidos, permite tener exposición a la prima de iliquidez sin necesidad de aportar en ese mismo año la totalidad del compromiso. De esta manera, en momentos como el actual, estaremos invertidos en proyectos que están en fase inversora (con capacidad de aprovechar valoraciones más atractivas), en inversiones en fase de desinversión (con posibilidad de esperar a momentos más propicios para vender) y en activos totalmente invertidos en plena fase de desarrollo de estrategia de inversión (con posibilidad de ser readaptada a las nuevas circunstancias).
Una asignación constante a proyectos ilíquidos, diversificada, combinándola con inversiones líquidas, expone a rentabilidades complementarias a las de la economía financiera, amortiguando los vaivenes del patrimonio invertido. Como conclusión, una de las virtudes de las inversiones ilíquidas reside en su capacidad de soportar las variaciones en el corto plazo en el valor de activos en los que se invierte bajo proyectos de largo plazo.
¿Es momento de los activos ilíquidos?
Hay que evocar de nuevo la diversificación y la experiencia de los equipos de inversión, a los que hay que añadir valoraciones y prudencia.
Nos encontramos sin duda en un momento que presenta no pocos retos para cualquier inversor y cualquier tipo de activo, sea líquido o ilíquido. Se abren, a su vez, oportunidades para, de la mano de equipos experimentados de inversión que han pasado por episodios previos de turbulencia financiera invirtiendo con prudencia, aprovechando valoraciones más atractivas de los activos ilíquidos, construir una asignación diversificada.
Proyectos ilíquidos que comienzan o acaban de comenzar sus períodos de inversión, que contarán con la capacidad de aprovechar las mejores valoraciones, o en activos ya operativos con ingresos asegurados, ofrecen oportunidades como las vistas en momentos convulsos previos.
El inversor en activos ilíquidos conoce bien los sacrificios que conlleva esa apuesta por la prima de iliquidez, siempre en proporciones asumibles respecto de su patrimonio líquido. En primer lugar, la ausencia de un mercado en el que deshacer su inversión voluntariamente; en segundo, los plazos medios de recuperación de la inversión, generalmente superiores a los tres o cuatro años; y tercero, la asunción de riesgo al tratar de obtener rentabilidades superiores al activo libre de riesgo, como en cualquier inversión.