De Suiza al 'high yield': los efectos secundarios de la crisis emborronan 2015
La bolsa no ha cundido lo que se esperaba en el año que termina. Lejos de lograr los rendimientos de doble dígito pronosticados, en el caso del Ibex despide el ejercicio con números rojos
Se esperaba mucho en los mercados de este 2015. En la bolsa, como casi siempre, los pronósticos contemplaban unas subidas comprendidas entre el 10% y el 15%. Con la economía mundial creciendo, los beneficios aumentando y con los bancos centrales proporcionando dinero abundante y barato, mucho se tendrían que torcer las cosas para que la de 2015 no fuera una buena añada bursátil. Pues justo eso, torcerse mucho las cosas, es lo que ha ocurrido, porque los números rojos se han impuesto en varios de los principales índices mundiales, y aquellos que se han mantenido en positivo no alcanzan las expectativas con las que partió el año. Lo peor, con todo, es que la incertidumbre y la inestabilidad se han abierto paso por la aparición de una serie de efectos secundarios derivados de la crisis o de los tratamientos aplicados para intentar derrotarla, con lo que ratifican que su huella aún se dejará notar durante bastante tiempo.
El Ibex 35 español se ha ubicado en el bando de las pérdidas. Aunque en abril aspiró incluso a reconquistar los 12.000 puntos, una cota que no pisa desde 2006, va a comerse las uvas por debajo de los 10.000 puntos y con una caída acumulada en el conjunto del año del 5%.
El Ibex 35 español se ha ubicado en el bando de las pérdidas. Aunque en abril aspiró incluso a conquistar los 12.000 puntos, una cota que no pisa desde 2006
Lo cierto es que no hubo que esperar demasiado para comprobar que 2015 iba a ser un año más inhóspito de lo esperado para los mercados. El 15 de enero, Suiza provocaba un primer temblor de envergadura con su decisión de romper el anclaje de su divisa, el franco, con el euro a un cambio de 1,20 francos por euro.
Este movimiento, que provocó un auténtico terremoto en el mundo cambiario, fue el anticipo del enorme protagonismo que los bancos centrales han vuelto a tener. La atención se ha centrado fundamentalmente en los dos principales. En el caso del Banco Central Europeo (BCE), porque ha reforzado sus estímulos monetarios con medidas históricas, como el lanzamiento de un programa de compras de deuda (QE), y en el de la Reserva Federal estadounidense, porque ha empezado a desmantelar sus medidas extraordinarias con la primera subida de los tipos de interés desde 2006.
Suiza, en enero, y los bonos basura, en diciembre, confirman que las recetas 'anticrisis' contienen el riesgo de provocar nuevas dosis de incertidumbre
Otro banco central, el chino, también ha acaparado una cota considerable de protagonismo. La 'culpa' la ha tenido la creciente incertidumbre que envuelve a la economía del gigante asiático, con la amenaza de un aterrizaje brusco aumentando con el paso de los meses. En agosto, desde luego, China agitó los mercados y fue la 'excusa' para generar la jornada más nerviosa del año en los parqués, con caídas comprendidas entre el 3% y el 7% en los principales índices bursátiles del mundo.
Antes, entre enero y julio, la eurozona permaneció como el principal foco de incertidumbre de los mercados, de nuevo, con Grecia como protagonista. La victoria electoral de Syriza en los comicios del 25 de enero dio lugar a casi siete meses de tensiones entre el Gobierno de Alexis Tsipras y las instituciones europeas. Por el camino hubo prórrogas para negociar, un buen puñado de reuniones fallidas, desafíos, un 'corralito', un retraso histórico en el pago de la deuda al Fondo Monetario Internacional (FMI), un referéndum en el que los griegos se opusieron a las condiciones establecidas para un tercer rescate y un acuerdo final, prácticamente en el último segundo, que evitó el 'Grexit' y encauzó el tercer rescate de Grecia a cambio de un paquete de exigentes medidas que fue aceptado definitivamente por Tsipras.
El año 2015 también ha estado marcado por algunos escándalos empresariales de considerables dimensiones. Sobresale el de los motores trucados de la automovilística alemana Volkswagen, cuyas últimas consecuencias aún se desconocen. En España, el nombre propio del año en clave empresarial ha sido el de Abengoa, cuyos problemas financieros han llevado a la compañía sevillana al preconcurso de acreedores y han deparado una lucha contrarreloj para evitar la que sería la mayor quiebra de la historia de España.
Y aún ha habido más. El petróleo, que en la segunda mitad de 2014 ya cayó con fuerza, ha dado continuidad a su declive en 2015. El barril Brent, de referencia en Europa, se ha abaratado un 35% y ha llegado a cotizar por debajo de los 36 dólares por primera vez desde 2004, ante la pasividad de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y en un mercado sobradamente abastecido de crudo.
Entre los efectos secundarios del descenso del petróleo, y de forma combinada con el nuevo escenario abierto por la subida de los tipos en EEUU, los mercados han asistido en diciembre a uno de esos coletazos que, por el momento, no pasan de ser un aviso, pero que en su interior contienen el peligro de convertirse en una amenaza muy real para la estabilidad financiera. Se trata de los problemas que han sufrido varios productos que invertían en deuda 'high yield' o basura, un segmento cuyo volumen se ha disparado en los últimos años gracias a las favorables condiciones establecidas por los bancos centrales y la búsqueda de rentabilidad por parte de los inversores.
Así acaba 2015. Con un panorama lo suficientemente incierto como para rebajar las expectativas con las que viene 2016. Y no solo porque los pronósticos son más cautos en los mercados, sino porque incluso contemplan un escenario de recesión en países como Estados Unidos. Es lo que tiene una crisis tan complicada como la que estalló en 2007. Que su sombra es muy alargada. Demasiado.
Se esperaba mucho en los mercados de este 2015. En la bolsa, como casi siempre, los pronósticos contemplaban unas subidas comprendidas entre el 10% y el 15%. Con la economía mundial creciendo, los beneficios aumentando y con los bancos centrales proporcionando dinero abundante y barato, mucho se tendrían que torcer las cosas para que la de 2015 no fuera una buena añada bursátil. Pues justo eso, torcerse mucho las cosas, es lo que ha ocurrido, porque los números rojos se han impuesto en varios de los principales índices mundiales, y aquellos que se han mantenido en positivo no alcanzan las expectativas con las que partió el año. Lo peor, con todo, es que la incertidumbre y la inestabilidad se han abierto paso por la aparición de una serie de efectos secundarios derivados de la crisis o de los tratamientos aplicados para intentar derrotarla, con lo que ratifican que su huella aún se dejará notar durante bastante tiempo.