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El 'frankenstein' económico de Brasil empuja al real a su cambio más bajo desde 2003
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el país se expone a su mayor recesión en 25 años

El 'frankenstein' económico de Brasil empuja al real a su cambio más bajo desde 2003

Para olímpico, el desafío económico que las autoridades brasileñas tienen antes sus ojos. La recesión arrecia, la inflación se acelera, el paro sube, los tipos suben sin parar, el capital huye...

Foto: Brasil se expone a una gran recesión.
Brasil se expone a una gran recesión.

La economía se contrae, pero al mismo tiempo los precios suben; los tipos de interés han subido 16 veces en dos años, pero el capital huye del país y sui divisa cae hasta su cambio más bajo en 12 años... Esta especie de frankenstein económico y financiero, en el que se combinan conceptos, decisiones y consecuencias que normalmente no deberían darse el mismo tiempo, es Brasil.

A menos de un año ya de que el país albergue los XXXI Juegos Olímpicos, su economía no encaja precisamente con el lema olímpico: Más rápido, más alto, más fuerte. Todo lo contrario, porque cada vez transmite unas peores sensaciones. Lo refleja claramente su divisa, el real, que esta semana ha caído hasta sus cambios más bajos contra el dólar y el euro desde 2003. Y esa referencia no es insignificante en Brasil. En 2003 fue cuando Lula da Silva se convirtió en el presidente de Brasil y las autoridades retomaron el control de la economía, para lo cual resultó clave la designación del ortodoxo Henrique Meirelles el frente del Banco Central de Brasil (BCB).

El dólar ya compra 3,53 reales y el euro, 3,86 reales. Estos cambios suponen que la moneda brasileña acumula un descenso del 25% contra el dólar y del 16% contra el euro en lo que va de año. De mantenerse esta debilidad, tendrá un considerable impacto en las cuentas de las empresas españolas más presentes en el país, como el Banco Santander, Telefónica, Mapfre, Prosegur o DIA.

Fuera de control

La pérdida de valor de su divisa se produce en un contexto marcado por la impresión de que las autoridades están perdiendo el control de la economía. En Brasil se darán la mano este año la recesión e inflación, un fenómeno anómalo cuya combinación se define como estanflación. Según las últimas previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía brasileña se contraerá este año un 1,5%. El país no solo sufrirá así su primera caída del Producto Interior Bruto (PIB) desde 2009, sino que sufrirá su castigo más duro en 25 años: desde 1990.

Los datos que confirman esta posibilidad se siguen acumulando. Esta semana se ha conocido que el índice de actividad compuesto, el que mide cómo se están comportando el sector servicios y el sector empresarial, cayó en julio hasta los 40,8 puntos, inferior a los 41 puntos de junio y el peor dato desde 2009. Por debajo de 50, estos índices manifiestan que la economía se está contrayendo. "Creemos que la actividad se seguirá contrayendo dado el desafiante escenario actual de altos tipos de interés y alta inflación, contracción económica y bajos niveles de confianza", pronostican desde Bank of America-Merrill Lynch.

En contra de lo que cabría esperar, la ausencia de crecimiento no impide que los precios se estén calentando. El viernes se conoció que la inflación se disparó en julio a una tasa interanual del 9,6%, la mayor desde... sí, 2003.

Al encarecimiento de los precios contribuye precisamente la debilidad del real, porque su caída incrementa el precio de las importaciones. Para intentar contener ambos comportamientos, a los que se suma una fuga de capitales que intensifica la caída del real, el actual gobernador del BCB, Alexandre Tombini, se está empleando a fondo. Desde la primera de 2013 ha elevado los tipos de interés en 16 ocasiones, para conducirlos del 7,25% al 14,25% vigente.

Sin embargo, semejante descarga monetaria no está surtiendo efecto para frenar los precios, soportar al real e interrumpir la fuga de capitales, pero sí está agravando la desaceleración de la economía. Pero, como ya le ocurrió a Paul Volcker cuando ocupó la presidencia de la Reserva Federal estadounidense a comienzos de los 80, Tombini ya ha elegido cuál de los dos males quiere tratar primero: la inflación. Una vez esté dominada, ya rebajará los intereses para estimular la economía. Tiene argumentos de sobra para ello: su objetivo consiste en mantener la inflación entre el 2,5 y el 6,5%, con una meta central en el 4,5%. Es decir, menos de la mitad de la tasa actual.

El escudo de las reservas

El problema es que la presidenta, Dilma Rousseff, ve cómo la crisis económica erosiona aún más su popularidad en un contexto convulso por los escándalos de corrupción, con el de la petrolera Petrobras como el destacado al estar envueltos decenas de políticos y empresarios del país. Con el paro ya en el 6,9%, la tasa más alta desde 2010, multiplicando los efectos que ya provoca la subida de los precios, el malestar social está servido.

La caída de las materias primas y el deterioro de las cuentas públicas agravan una situación económica en la que el paro está en máximos de cinco años

Y aún hay dos problemas adicionales. Por un lado, el abaratamiento de las materias primas, que representan el 60% de las exportaciones del país. Y por otro, el deterioro de las finanzas públicas, con el déficit fiscal por encima del 7% y una ratio de deuda pública sobre el PIB que alcanza el 65%, una proporción no demasiado exigente pero que podría llegar a serlo si el déficit continúa creciendo.

El cóctel, por tanto, difícilmente puede ser más explosivo. "La combinación del deterioro de las condiciones económicas, de los riesgos políticos y de la dependencia tanto de los flujos de capitales internacionales como de las exportaciones de las materias primas convierten a Brasil en uno de los mercados emergentes más frágiles", valoran desde Royal Bank of Scotland (RBS).

Le queda el consuelo de que el país aprendió la lección de las crisis de 1997 y 1998 y entendió que debía acumular reservas en la despensa para protegerse ante fenómenos como los que está padeciendo ahora. Las reservas internacionales de Brasil, es decir, los recursos con los que cuenta para respaldar su solvencia y su divisa, ascienden a 1,29 billones de reales -340.000 millones de euros-, cuando a finales del año 2000 se limitaban a 66.538 millones de reales.

Pese a la protección que ofrece el escudo de las reservas, los inversores no las tienen todas consigo. Lo demuestra que el seguro de crédito (CDS) para cubrirse de un posible impago de Brasil ha repuntado hasta los 328 puntos básicos, el nivel más alto de siempre, impulsado por el creciente interés en cubrir las posiciones brasileñas... ante lo que pueda ocurrir. Porque los Juegos Olímpicos esperan. Pero para olímpico, el desafío económico al que se enfrentan Rousseff, Tombini y las restantes autoridades brasileñas.

La economía se contrae, pero al mismo tiempo los precios suben; los tipos de interés han subido 16 veces en dos años, pero el capital huye del país y sui divisa cae hasta su cambio más bajo en 12 años... Esta especie de frankenstein económico y financiero, en el que se combinan conceptos, decisiones y consecuencias que normalmente no deberían darse el mismo tiempo, es Brasil.

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