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¡No es sólo el peso argentino! Turquía prendió la mecha de las divisas emergentes
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fuertes turbulencias en el mundo cambiario

¡No es sólo el peso argentino! Turquía prendió la mecha de las divisas emergentes

El riesgo está ahí. Y no se circunscribe, ni mucho menos, a Argentina. Afecta a Turquía, Brasil, Rusia, India o Sudáfrica... sin olvidar, por supuesto, a China

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Argentina es lo que tiene. Por su pasado más reciente, sus turbulencias financieras acaparan una gran atención. Refrescan los recuerdos del corralito impuesto en 2001 y el incumplimiento de sus compromisos financieros. De ahí que no sorprenda que, tras la fuerte caída del peso argentino del jueves, cuando se desplomó más de un 14% contra el euro y de un 13% contra el dólar, el foco se centrara en Buenos Aires. Pero el temblor sentido en las divisas emergentes en las dos últimas sesiones ha ido mucho más allá. Es más, el descalabro de esta semana actúa como altavoz del declive que vienen experimentando estos países y sus divisas desde mediados de 2013. Y refresca otro recuerdo: la crisis asiática de 1997, que se desató a partir de la devaluación de baht tailandés en julio y que luego se propagó a Latinoamérica y terminó con el colapso financiero ruso en el verano de 1998.

José Luis Martínez, estratega de Citi en España, subraya de hecho la necesidad de abarcar la situación en toda su perspectiva. "¿Supone la devaluación del peso un gran problema? No lo creo. Pero sí supone un coste, que en todo caso es asumible", matiza. Pero añade: "La depreciación de la moneda turca ya es más grave a escala mundial. Por su peso, por la inversión internacional que puede revertirse y hasta por la respuesta que pueden dar sus autoridades. Pero aquí ya no hablamos sólo de Turquía: muchos países en desarrollo están amenazados en un entorno como el actual de creciente inestabilidad financiera".

Es más, desde la gestora Schroders separan la pérdida de valor del peso argentino de los descensos de las restantes divisas emergentes. "Argentina está en una categoría distinta", precisan. "Las medidas argentinas parecen haberse diseñado para crear, en vez de deterner, el pánico. La probabilidad de una profunda recesión, extremadamente alta inflación y una crisis política que potencialmente puede provocar un cambio de gobierno es muy alta", advierten. Estos matices resultan claves. Argentina tiene sus propias causas, que han estallado esta semana después de que las autoridades han reconocido que ya no tienen demasiada munición para intervenir en el mercado y frenar la caída de su divisa. Desde comienzos de 2013, el volumen de reservas extranjeras de Argentina ha caído desde más de 45.000 millones hasta 29.450 millones de dólares.

Con el banco central admitiendo que debía reducir sus intervenciones, ha cursado una invitación a las caídas. Y han llegado en bloque. El euro se ha disparado un 17% en el acumulado de las dos últimas jornadas, hasta los 11 pesos, y el dólar, un 15%, hasta los 8 pesos. Por ahora, este cambio de 8 pesos contra el dólar parece que puede convertirse en el cruce que quieren defender las autoridades argentinas. Lo que está claro es que esos niveles suponen sendos mínimos históricos del peso contra el euro y el dólar.

Los efectos colaterales de la Fed

En lo que respecta a las restantes divisas emergentes, la marejada comenzó cuando el presidente de la Fed, Ben Bernanke, dejó entrever a finales de mayo de 2013, que podría frenar los estímulos en breve. Un mes después fue aún más concreto al precisar que esa reducción podría llegar a finales de 2013. Estas dos advertencias, combinadas con la relajación de las tensiones en la Eurozona y la sensación de que había más oportunidades en la periferia europea que en los agotados mercados emergentes, precipitaron un auténtico movimiento migratorio de capitales: salieron de los emergentes para buscar rendimientos en otros países, como los europeos.

La salida de ese dinero caliente dejó ver en varios casos unas vulnerabilidades que habían permanecido en un segundo plano. Es el caso de Brasil, donde las presiones inflacionistas se combinan con una ralentización económica y un déficit por cuenta corriente que amenazan con amargar los fastos deportivos de 2014 y 2016. O el de India, con síntomas similares, o Rusia, que también está viendo langidecer su crecimiento; y Turquía, en cuyo caso se suma la incertidumbre que añaden los problemas socio-políticos. Sin olvidar a China, que esta semana ha añadido más dudas por el descenso de su actividad manufacturera en enero y donde los recelos sobre la solidez de su sistema financiero son crecientes.

Este terreno de fugas de capitales y debilidades económicas ya alimentó la caída de las divisas emergentes durante el pasado año. En 2013, el euro se apreció un 29% contra el rand sudafricano; un 25,5% contra la lira turca; un 20% contra el real brasileño; o un 17% contra la rupia india.

La sacudida de esta semana ha venido a prolongar esa secuencia. Y en el caso de este bloque de países, el detonante ha sido Turquía. El jueves, el banco central turco, que este mismo martes se negó a subir los tipos de interés para apoyar a la lira, empleó 3.000 millones de dólares para intentar defender a su divisa. Pero fracasó. Y cuando el mercado lo vio -todo ello, horas antes del desplome del peso argentino-, creció la presión contra la lira, y a partir de ahí se propagó el contagio sobre el resto de las divisas. "Continuamos creyendo que el banco central tendrá que recurrir en última instancia a los tipos de interés para defender a la lira", sostienen desde Barclays.

La escabechina posterior ha dejado un reguero de referencias históricas en el mercado de divisas. El euro ha alcanzado los cambios más altos desde su nacimiento en 1999 contra la lira turca -3,19 liras-, el rublo -47,3 rublos- y el rand sudafricano -15,2 rands-. Además, ha escalado hasta los 3,3 reales brasileños, el cambio más alto desde 2008; hasta los 18,4 pesos mexicanos, su máximo desde 2011; o hasta las 86 rupias, una cota que no pisaba desde el pasado verano.

En la medida en que esta secuencia continúe -y la semana que viene puede encontrar otro acicate en la primera reunión del año de la Reserva Federal, que dará otro paso en la retirada gradual de los estímulos-, los problemas para los países emergentes cuyas divisas se deprecian se agravarán. Como impactos potenciales, ese descenso encarecerá las importaciones, engordará los desequilibrios por cuenta corriente, generará inflación, presionará para que se produzcan aumentos de los tipos de interés y actuará como freno para el crecimiento. Argentina es un árbol muy grande. Pero cuidado con no ver el enorme bosque emergente que hay detrás.

Argentina es lo que tiene. Por su pasado más reciente, sus turbulencias financieras acaparan una gran atención. Refrescan los recuerdos del corralito impuesto en 2001 y el incumplimiento de sus compromisos financieros. De ahí que no sorprenda que, tras la fuerte caída del peso argentino del jueves, cuando se desplomó más de un 14% contra el euro y de un 13% contra el dólar, el foco se centrara en Buenos Aires. Pero el temblor sentido en las divisas emergentes en las dos últimas sesiones ha ido mucho más allá. Es más, el descalabro de esta semana actúa como altavoz del declive que vienen experimentando estos países y sus divisas desde mediados de 2013. Y refresca otro recuerdo: la crisis asiática de 1997, que se desató a partir de la devaluación de baht tailandés en julio y que luego se propagó a Latinoamérica y terminó con el colapso financiero ruso en el verano de 1998.

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