Raghuram Rajan: el profeta de la crisis se sube al púlpito del banco central de India
Profetizó los riesgos a los que se enfrentaban las finanzas mundiales en 2005. Ahora, ocho años después, gobernará el banco central de India
Todo estaba preparado en Jackson Hole. Como cada año, varios de los principales banqueros centrales y economistas del mundo estaban citados a finales de agosto en el simposio que organiza la Reserva Federal de Kansas City. Sin embargo, aquella vez era especial. Corría el año 2005, y en esa ocasión se iba a rendir tributo a Alan Greenspan, que afrontaba sus últimos meses como presidente del banco central de Estados Unidos. Un homenaje en toda regla -el cónclave se convocó con el título "La era Greenspan: lecciones para el futuro"-, aderezado por un entorno económico y financiero que, entonces, parecía inmejorable. Pero no todo fueron halagos. En medio de un ambiente optimista y complaciente, una voz se alzó para denunciar los riesgos que escondía aquella situación. "Es posible que las pérdidas derivadas de una catástrofe financiera no puedan ser soportadas por las actuales generaciones y sean compartidas con futuras generaciones", profetizó el economista Raghuram Rajan.
Ocho años después, este profeta de la crisis acometerá el desafío de subirse al púlpito del banco central indio. Desde este domingo, será el nuevo gobernador del Banco de la Reserva de India (RBI). Accede al cargo en un momento especialmente delicado para la economía del país asiático, como lo manifiesta la debilidad de su divisa, la rupia, que esta semana ha caído a mínimos históricos contra el euro y el dólar. A este reto se sumará otro: precisamente por el talante crítico que ha mostrado en los últimos años, no son pocos los que esperan que inyecte savia nueva en el manejo de la política monetaria y la supervisión financiera.
No es para menos. En la última década, las advertencias de Rajan han sido continuas. Primero, con el libro que escribió en 2003 junto con el economista Luigi Zingales, con el esclarecedor título Salvando el capitalismo de los capitalistas, en el que defendían una economía de mercado más real, con una verdadera competencia y menos capitalistas de pose, y que generara más beneficios para el conjunto de la sociedad. Dos años después despachó el polémico trabajo que expuso en Jackson Hole. Y ya con la Gran Recesión sobre la mesa, y con la fama y la autoridad adquiridas por ser uno de lo profetas auténticos del colapso financiero, publicó uno de los análisis más completos de la crisis en el libro Grietas del sistema. Esa popularidad condujo a que también participara en el documental sobre la crisis Inside job.
Nacido en Bhopal (India) hace 50 años, ha forjado su prestigio académico en la Universidad de Chicago, en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y en el Sloan School of Mangement y ha desarrollado su carrera fuera de las aulas en puestos como el de economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), cargo que desempeñó entre 2003 y 2006, y el de asesor del Gobierno indio y de la Reserva Federal estadounidense. Ahora da un paso más, llamado a ser clave, al aceptar ser el nuevo señor del dinero en India.
Momento clave
Con estas credenciales, que alimentan precisamente las altas expectativas que envuelven su llegada, desembarca en el RBI. Y lo hace en un contexto muy delicado para India. Miembro del selecto club de los BRIC, junto con Brasil, Rusia y China, el país asiático afronta el desafío de completar su transición de mercado emergente a mercado emergido. En la última década, su producto interior bruto (PIB) se ha triplicado, hasta alcanzar los 1,8 billones de dólares en 2012, y ya figura entre las diez mayores economías del mundo. Es lo que tiene haber llegado a registrar crecimientos anuales de doble dígito en 2007 y 2010, y superiores al 9% en 2005 y 2006.
Pero actualmente su motor se está enfriando. Como muestra, acumula tres trimestres consecutivos con un crecimiento interanual inferior al 5% y entre abril y junio de este año su economía sólo se expandió un 4,4%, el ritmo más reducido desde comienzos de 2009. Pero no es su único problema. India acumula déficits gemelos, es decir, el Estado gasta más de lo que ingresa -déficit público- y el país importa más de lo que exporta -déficit por cuenta corriente-, y aunque el peligro potencial que se deriva de esta situación había quedado en un segundo plano, ahora está acaparando una mayor atención por la fuga de capitales que está sufriendo el país, común a la que están padeciendo otros emergentes como Brasil o Turquía.
A su vez, esa salida de dinero está dejando una profunda huella en la rupia. Esta semana, un euro ha llegado a comprar más de 90 rupias y un dólar, más de 68. La divisa rupia nunca había estado tan débil con respecto a las dos grandes monedas mundiales. Es más, en el conjunto de agosto ha sufrido una depreciación próxima al 9% con respecto a ambas. Se trata del mayor descenso mensual de la historia contra el euro y desde 1992 contra el dólar.
La abrupta caída de la rupia está encendiendo las alarmas porque puede alimentar nuevas presiones inflacionistas en un contexto en el que los precios continúan encareciéndose a tasas próximas al 10%. Este temor se ve incrementado por el aumento, en paralelo, de los precios del petróleo a raíz del conflicto en Siria; a su vez, una rupia más débil y un crudo más caro pueden empeorar la situación de la balanza comercial india. Todo un círculo vicioso cuya sombra cada vez se proyecta con más claridad sobre India.
Todo no es posible
Con la crisis asiática desatada en 1997 en el recuerdo, Rajan tendrá que tomar cartas en el asunto para intentar frenar la fuga de capitales, detener la caída de la divisa y atajar una situación que amenaza con provocar una fuerte inestabilidad económica y financiera en el país. Precisamente por la lección aprendida por las autoridades asiáticas en aquella crisis, India cuenta a su favor con el parapeto de unas reservas en divisa extranjera de 277.722 millones de euros. Esta despensa le otorga margen para digerir la salida de dinero y a su banco central le da munición para salir en defensa de su moneda. De hecho, las autoridades ya están echando mano de este recurso, puesto que las reservas se han reducido en casi 20.000 millones de dólares desde finales de abril.
"Éste es el panorama que Rajan divisará desde el timón del RBI. La situación le obligará a maniobrar pronto. Como preámbulo, el banco central indio ha logrado interrumpir la depreciación de la rupia en las dos últimas jornadas con la puesta en marcha de un programa de permutas de divisas suscrito con las petroleras del país mediante el que compra rupias y, en paralelo, vende dólares a esas compañías. Pero puede que no sea suficiente. Y en ese caso Rajan tendrá que decidir qué sacrifica. "La elección entre apoyar el crecimiento o apoyar la rupia es ahora más dura que nunca. La llegada del nuevo gobernador será vista con inquietud", valora Craig Botham, economista de mercados emergentes de Schroder.
Pero junto a ese sacrificio figura otro. Si quiere estabilizar el tipo de cambio de la rupia, Rajan tendrá que renunciar a la autonomía monetaria de la entidad -subiendo los tipos de interés aunque no lo quiera en un contexto en el que la economía se está frenando- o a la libertad de capitales -estableciendo controles o medidas coercitivas para frenar la salida de dinero aunque tampoco lo desee-. Todo no es posible. Es lo que tiene la Trinidad imposible. Por mucho que Rajan sea un profeta.
Todo estaba preparado en Jackson Hole. Como cada año, varios de los principales banqueros centrales y economistas del mundo estaban citados a finales de agosto en el simposio que organiza la Reserva Federal de Kansas City. Sin embargo, aquella vez era especial. Corría el año 2005, y en esa ocasión se iba a rendir tributo a Alan Greenspan, que afrontaba sus últimos meses como presidente del banco central de Estados Unidos. Un homenaje en toda regla -el cónclave se convocó con el título "La era Greenspan: lecciones para el futuro"-, aderezado por un entorno económico y financiero que, entonces, parecía inmejorable. Pero no todo fueron halagos. En medio de un ambiente optimista y complaciente, una voz se alzó para denunciar los riesgos que escondía aquella situación. "Es posible que las pérdidas derivadas de una catástrofe financiera no puedan ser soportadas por las actuales generaciones y sean compartidas con futuras generaciones", profetizó el economista Raghuram Rajan.