Europa, el 'sí, pero no tanto' de la lucha contra el calentamiento global
Una nueva macroencuesta realizada por la Universidad de Cambridge expone que, a pesar de que la concienciación de los Europeos es alta, pocos están a favor de hacer (o apoyar) cambios de calado en su estilo de vida
La mayor parte de nosotros (con la excepción de los pocos que, ignorando tanto a la ciencia como a los científicos, la lógica y haciendo caso a grupos de Facebook y fuentes similares, siguen negando su existencia) estamos de acuerdo con que la crisis climática es el mayor problema al que la humanidad se va a enfrentar durante este siglo XXI.
El aumento del nivel del mar, de las temperaturas medias, de los patrones de lluvias, de la frecuencia de fenómenos climáticos extremos... y las consecuencias sociales que esto conlleva, como la pérdida de territorio, de cultivos (y de seguridad alimentaria), de agua potable y de saneamiento, suponen un problema que hay que atajar cuanto antes. Pero, al menos en Europa, a pesar de que la mayor parte de la población está convencida de que es esencial hacer algo cuanto antes, pocos están dispuestos a llevar a cabo cambios en su estilo de vida.
"Las acciones de 'vandalismo cívico' solo consiguen enfurecer a la población, y hacen que el cambio climático sea fácil de ignorar"
Así lo explica un nuevo estudio elaborado por investigadores de la Universidad de Cambridge, que afirma que los Europeos quieren acciones urgentes y necesarias para combatir la actual crisis climática, pero no están dispuestos a dejar de comer carne (la industria ganadera es una de las mayores fuentes de gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera) o a apoyar medidas como la prohibición de la venta de nuevo vehículos de combustión a partir de 2030.
Los resultados también muestran que, a poco más de 10 días de que comience la Conferencia sobre el cambio climático en Glasgow (COP26), apenas una tercera parte de los ciudadanos del Reino Unido sabe que este importantísimo evento va a tener lugar. Según la encuesta que se realizó la semana pasado, tan solo el 31% de los británicos ha leído o escuchado algo acerca de la COP26, comparado con el 63% que afirmó no haber sabido nada, por ningún medio, unas cifras muy similares a la de otra encuesta idéntica que se realizó en agosto.
Comparado con el resto de países de la Unión Europea donde se realizó la encuesta (Alemania, Francia, Dinamarca, Suecia, España e Italia) los datos del Reino Unido son algo mejores, sobre todo si tenemos en cuenta que, en Alemania, solo el 7% de la población sabe que va a tener lugar la COP26.
Como explica el Doctor Rogers de Waal, Director de YouGov (plataforma que participó en el estudio): "Las buenas noticias para la COP26 son que en todos los países consultados, la mayor parte de la población están de acuerdo con el programa, al menos en principio. En cada país, la inmensa mayoría está de acuerdo con que el cambio climático es un fenómeno 'legítimo' y de alta relevancia, y rechazaron a idea de que su seriedad se está exagerando".
El estudio también reveló otra buena noticia: tanto en el Reino Unido como en España, estamos mayoritariamente a favor de algunas medidas muy importantes como la 'renaturalización' de las áreas rurales, con un 70% de apoyo en las islas británicas y un 79% en nuestro país.
Las malas noticias
A pesar de lo esperanzador de algunos de estos datos, cuando las preguntas tratan de llevar a cabo cambios en el estilo de vida individual de los ciudadanos europeos, las respuestas tendían mucho más a la negativa. A pesar de los claros beneficios medioambientales de reducir el consumo de productos ganaderos, en los 7 países donde se realizó la encuesta la mayoría afirmaba comer carne "varias veces por semana". Solo una pequeña parte de los encuestados (que seguían siendo omnívoros) afirmó haber reducido su consumo de este tipo de productos, y menos de la mitad de ellos lo había hecho debido a su concienciación medioambiental.
En la mayor parte de los países en los que se llevó a cabo la encuesta, los participantes estaban claramente a favor de determinadas políticas medioambientales, como la inversión pública en energías renovables como la eólica y la solar. De hecho, las respuestas a favor a estas iniciativas por país fueron: Reino Unido 66%; Alemania 52%; Dinamarca 65%; Suecia 47%; Italia 69% y España (la que más) con un 74%. Solo en Francia la población estaba en contra de estas medidas, con un mísero 24% de la población a favor.
Otras políticas estaban todavía más debatidas, como la prohibición de vehículos nuevos de combustión a partir del año 2030 o la imposición de nuevos impuestos a los 'usuarios frecuentes del transporte aéreo'.
Otro de los puntos conflictivos fueron las acciones populares a favor del clima, que dependiendo de su metodología eran apoyadas o ampliamente rechazadas por el público, dependiendo de si se basaban en el mensaje o en la forma de transmitirlo.
Como explica el Doctor De Waal: "Los movimientos de protesta más efectivos son aquellos que, al final, consiguen inspirar a la población general, creando una sensación de movimiento social que se vuelve imposible de parar o ignorar para la clase política". Pero continúa: "Esto contrasta con los actos de 'vandalismo cívico' que se centran en colapsar necesidades básicas de la población (como el bloqueo de carreteras por 'sentadas protesta'). Este tipo de movimientos consiguen exactamente lo opuesto: que el público se enfurezca, no con el cambio climático sino con ellos, y solo consiguen que sea más fácil para las autoridades gubernamentales ignorarlos completamente".
La mayor parte de nosotros (con la excepción de los pocos que, ignorando tanto a la ciencia como a los científicos, la lógica y haciendo caso a grupos de Facebook y fuentes similares, siguen negando su existencia) estamos de acuerdo con que la crisis climática es el mayor problema al que la humanidad se va a enfrentar durante este siglo XXI.