Menos plástico en las playas: un objetivo a alcanzar entre todos
El aspecto que ofrecen las playas en los atardeceres de agosto, sembradas de plásticos de todo tipo, es un desastre que podemos evitar con un poco más de respeto y civismo
Las playas son uno de los ecosistemas que acogen mayor biodiversidad de la naturaleza. Basta con dar un paseo por la arena en una mañana soleada de invierno o en un rojizo atardecer de otoño para comprobarlo. Pero no en verano, y nunca en agosto.
En agosto, la vida silvestre huye de nuestras playas. Y la arena y las rocas desaparecen bajo un gigantesco mosaico de plástico formado por miles de sombrillas, esterillas, hamacas, patines, neveras e inflables de todas las formas y tamaños.
Cada año vertimos al mar 12.000 millones de toneladas de plástico. Y buena parte de esa contaminación se genera ahora
Si a ello unimos las toneladas de envases, envoltorios y colillas que la gente deja abandonadas en la arena, nuestras playas parecen un lugar de recreo, un centro de ocio al aire libre que al final del día aparece como un auténtico vertedero.
Las sillas y tumbonas, colchonetas, flotadores y el resto de plásticos que venden en los bazares de playa tienen un precio tan bajo que nadie se preocupa de guardarlos de un año para otro. En lugar de ello, al finalizar las vacaciones, son desechados de cualquier manera el último día de playa.
El problema es que la baja calidad de los polímeros con que se elaboran esos plásticos/goma hace que no se puedan reciclar. Por ello, nunca hay que echarlos en el contenedor amarillo.
Dejar tirados sobre la arena las bolsas de plástico, los envoltorios del helado y el resto de envases vacíos de los productos que hemos consumido en la arena genera un grave impacto ambiental, ya que el viento los arrastrará hasta el agua aumentando la gigantesca masa de plásticos que vertemos a los océanos (12.000 millones de toneladas anuales) y que está acabando con la vida submarina además de poner en riesgo nuestra propia salud.
Por todo ello, cuando acudamos a la playa, debemos tener presente que no se trata de unas instalaciones deportivas sino de uno de los ecosistemas más frágiles de la naturaleza. Un lugar que en buena parte de los casos pertenece a un espacio protegido y que en cualquier caso debemos respetar y conservar entre todos.
Conviene evitar, por ejemplo, llevar las latas de bebida agrupadas con aros de plástico, pues una vez en el mar se convierten en cepos invisibles en los que quedan atrapados peces y aves marinas hasta morir por asfixia.
También es importante eludir las bolsas de plástico de un solo uso en la playa. Si el viento las conduce hasta el mar, se convierten en otra trampa mortal. Miles de tortugas, delfines, ballenas, aves marinas y otros animales mueren cada año por su ingesta accidental o al quedar atrapados en ellas.
Y este verano, por segundo año desde que se inició la pandemia del covid, otro de los residuos más habituales que se van a acumular en la arena de la playa tras la jornada de baño van a ser las mascarillas. Un elemento básico para nuestra protección, pero del que debemos proteger a la naturaleza.
Las playas son uno de los ecosistemas que acogen mayor biodiversidad de la naturaleza. Basta con dar un paseo por la arena en una mañana soleada de invierno o en un rojizo atardecer de otoño para comprobarlo. Pero no en verano, y nunca en agosto.