Por qué odiamos tanto a las urracas: ¿será porque son tan listas como tú?
Aunque la ciencia demostró hace años que su mala fama de ladronas está injustificada, la presencia de estos inteligentes córvidos sigue generando ojeriza
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Astuta, sabia y precavida, la urraca, a la que los científicos clasifican como Pica pica y muchos llaman también picaza o picaraza (mika en euskera, pega en gallego y garsa en catalán) es el córvido más abundante y extendido de la fauna ibérica. Pero tan difundida como su presencia resulta su mala fama, que la precede allí donde acude.
Muy fácil de identificar, tiene el tamaño de una paloma, pero luce una silueta mucho más estilizada en la que destaca su larga cola en forma de rombo, muy llamativa en vuelo, también muy característico porque consiste un ondulado planeo con un constante encoger y estirar las alas. El plumaje es de lo más elegante: blanco y negro, con unas bellísimas irisaciones en las alas y la cola que relucen a la luz del sol. Sin embargo al atender a su potente pico, desproporcionado respecto a la cabeza, muchos dejan de verla como un ave encantadora para considerarla una especie de rapaz.
El pico de la urraca es una herramienta tan sofisticada que permite a este córvido alimentarse de casi todo lo que le sale al paso. Semillas y frutos, invertebrados de cualquier tamaño, anfibios y reptiles, pequeños pájaros y sus huevos, roedores. Incluso puede comportarse como un ave carroñera. Por eso a menudo las vemos posadas sobre las señales de las carreteras, esperando a que se produzca el atropello de un erizo, un pájaro o un sapo para alimentarse de sus restos. También son las primeras en acudir a los cadáveres de ganado abandonados en el campo, anticipándose a los buitres, y no dudan en posarse en lo alto de las reses para alimentarse de sus parásitos.
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Muy ubicua y poco selectiva, en los manuales de ornitología aparece clasificada como ave forestal, pero lo cierto es que puestos a elegir la urraca prefiere dejarle el bosque a su pariente cercano, el arrendajo, e instalarse en nuestro entorno. Es una de las aves más comunes en el medio agrícola y rural, pero donde parece que se encuentra más a gusto es en los parques y jardines urbanos.
Gracias a esa capacidad de adaptación al medio y a los alimentos y a esa querencia por vivir a nuestro lado, las urracas han logrado extenderse por casi toda la península. Tan solo escasean en el levante y el valle del Guadalquivir y faltan en Baleares y Canarias. Debido a ello figuran entre las aves más populares, junto a gorriones, golondrinas y vencejos, aunque con distinta fama. Y es que en el caso de la picaraza, su presencia suele generar una antipatía tan injustificada como inmerecida.
Una inteligencia que intimida
Extremadamente inteligente (es la única ave capaz de reconocer su propia imagen ante un espejo) su sagacidad y su facultad para detectar cualquier tipo de amenaza la convierten en un animal esquivo, muy difícil de capturar y menos de domesticar, mostrándose en todo momento muy desconfiada hacia nosotros y manteniéndose siempre a distancia.
Su estridente reclamo y sus hábitos gregarios las hacen muy poco discretas y en algunos casos su presencia puede llegar a resultar ciertamente intimidatoria, sobre todo en época de cría, cuando no dudan en defender sus nidos de forma expeditiva. Si a ello unimos esa capacidad para comportarse como una inteligente ave rapaz capaz de alimentarse de huevos y pollos a plena luz del día, actuando como un competidor del cazador humano, tenemos todos los componentes para que hayan acabado rodeadas de falsos mitos y leyendas, incluso de los más surrealistas, como el de ser unas ladronas de joyas.
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Una fama que le viene de antiguo, desde la mitología griega, y que la ha acompañado hasta nuestros días convirtiéndola en protagonista de los más curiosos hurtos en todo tipo de representaciones. En la ópera de Rossini La gazza ladra(la urraca ladrona), la joven Ninetta es una sirvienta acusada de robar una cucharilla de plata que en realidad se ha llevado una urraca. Algo parecido ocurre en el comic de Tintín Las joyas de la Castafiore, donde Hergé sitúa a la picaza como ladrona de una de las esmeraldas pertenecientes a la singular diva. De hecho el propio diccionario de la RAE se hace eco de esa mala fama y tras definir su aspecto añade: ‘suele llevarse al nido objetos pequeños, sobre todo si son brillantes’. Pero ¿es todo eso cierto?
Algunos estudios sobre sus hábitos de comportamiento han demostrado que ese descrédito está del todo injustificado. Como el llevado a cabo hace unos años por un equipo de investigadores, Centro de Investigación del Comportamiento Animal de la Universidad de Exeter, Inglaterra. Los resultados de las observaciones de campo llevadas a cabo tanto con urracas salvajes como con ejemplares criados en cautividad fueron publicados en la revista científica Animal Cognition, y demostraron que su reputación de cleptómanas era falsa. Más bien al contrario.
Falso mito
Los investigadores situaron alrededor de las urracas diversos objetos brillantes (anillos de papel de aluminio, tornillos y chapas de refresco) para registrar sus reacciones. Y para su sorpresa anotaron que, lejos de sentirse atraídas por ellos, los observaban con recelo, alejándose de ellos. La Dra. Toni Shephard, autora principal del estudio, declaraba que, aunque la atracción por los objetos brillantes está bien documentada en otras especies “las urracas no solo no mostraron ninguna atracción hacia este tipo de objetos sino que su presencia provocó en ellas una reacción de alerta que podría asociarse con la neofobia (miedo a cosas nuevas)”.
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El resultado de este trabajo de investigación sobre los mecanismos cognitivos del comportamiento de las urracas vino a demostrar que estas aves, como el resto de los córvidos con cerebros grandes y sistemas sociales complejos, pues como señalaba la doctora Shephard “son capaces de realizar proezas mentales muy sofisticadas, como reconocerse en el espejo, recordar y recuperar objetos que han escondido o utilizar instrumentos”. En ese sentido, “lo que confirma nuestro trabajo es que las urracas son aves muy listas pues, en lugar de sentirse atraídas por los objetos brillantes nuevos e inesperados que les colocamos alrededor, decidieron mantenerse a distancia de ellos”. Como se mantienen siempre a distancia de nosotros.
El estudio concluye que “el folclore alrededor de las urracas no está basado en pruebas empíricas y puede ser el resultado del sesgo de observación y de la inflación cultural a partir de eventos episódicos transmitidos oralmente”. Una vez más, como señalan los etólogos, el problema no está en el animal sino en la interpretación que hacemos de su comportamiento, y por supuesto en la transmisión que hagamos de ello: en este caso coge fama y échate a... volar.
Astuta, sabia y precavida, la urraca, a la que los científicos clasifican como Pica pica y muchos llaman también picaza o picaraza (mika en euskera, pega en gallego y garsa en catalán) es el córvido más abundante y extendido de la fauna ibérica. Pero tan difundida como su presencia resulta su mala fama, que la precede allí donde acude.