Hola y adiós: el desmán ibérico se extingue al poco de ser descubierto
La especie, un endemismo ibérico único en su género, ha desaparecido de casi tres cuartas partes de su territorio en los últimos años. Científicos y conservacionistas temen que los planes para salvarlo lleguen demasiado tarde
Las aguas frías y cristalinas de los arroyos de montaña acogen a una de las criaturas más insólitas y desconocidas de nuestra fauna: el desmán ibérico. Se trata de un extraño topo de agua, con trompa de elefante y cola de rata. Un pequeño mamífero insectívoro con apenas setenta gramos de peso y doce centímetros de longitud, de hábitos nocturnos y comportamiento esquivo. Muy escaso, por si todo fuera poco se pasa buena parte de la vida bajo el agua del río. Por eso es posible que muchos lectores tengan conocimiento de su existencia a raíz de este artículo, y de su más que probable desaparición.
Los males que aquejan al desmán ibérico son los mismos que amenazan al resto de especies que habitan en el medio acuático, muy especialmente aquellas ligadas a los ecosistemas fluviales. Pero antes de determinar las causas que lo han convertido estos días en protagonista de la información ambiental, permítanme que siga desvelando algunos de los aspectos más destacados de su sorprendente biología y comportamiento.
Además de su desproporcionada cola, tan larga como su cuerpo, esa trompa que luce a manera de doble tubería nasal es en realidad uno de los órganos sensoriales más sofisticados del reino animal. Prácticamente ciego y sordo, sin pabellones auditivos y con unos ojillos como dos cabezas de alfiler, toda la información que recibe de su entorno procede de las vibrisas que rodean ese órgano táctil, en cuyo extremo se sitúa el órgano de Eimer: una central de transmisiones que le permite analizar las características del agua, explorar la vida de las orillas, detectar presencias, reconocer obstáculos y localizar a sus presas: tanto dentro como fuera del agua, en plena oscuridad y a metros de distancia.
Un animal muy singular
Respecto a sus hábitos sabemos que son tremendamente inquietos y fisgones. Los desmanes se mueven como a impulsos eléctricos, recorriendo el fondo del rio mientras levantan una y otra vez las piedras del lecho fluvial con la trompa, que también usan como palanca y herramienta de caza. Muy voraces, se calcula que cada día ingieren el equivalente a tres cuartas partes de su peso en insectos, larvas y gusanos. El período de celo es en pleno invierno, tiene de dos a cuatro crías por camada y entre una y dos camadas al año. Y del resto sabemos poco más: bueno sí, que se extingue.
Descubierto para la ciencia hace poco más de un siglo, el desmán ibérico, al que los científicos clasificaron con el nombre de Galemys pyrenaicus creyendo que su área de distribución se reducía a dicha cordillera, es un endemismo de la península. Su área de distribución se circunscribe al tramo alto de los ríos cubiertos por bosque de ribera, de aguas limpias y bien oxigenadas, con cascadas y pozas, desde el Sistema Central hasta los Pirineos. Único representante de su género junto al desmán ruso (Desmana moschata), muy diferente en formas y comportamiento, su presencia sigue rodeada de misterios. Apenas podemos asegurar cuántos desmanes quedan ni qué hábitos de desplazamiento mantienen. Lo que sí sabemos es que sus poblaciones están cayendo en picado, pues ha desaparecido de casi tres cuartas partes de sus territorios en apenas tres décadas.
La situación para la especie es tan delicada que el Ministerio para la Transición Ecológica (MITECO) ha iniciado un proceso de urgencia para incorporar al desmán ibérico a la lista de especies en estado crítico en España en la que solo figuraban hasta ahora seis animales y una planta: urogallo cantábrico, alcaudón chico, visón europeo, cerceta pardilla, nacra, margaritona y jara de Cartagena.
Objetivo desmán: todos a una
En declaraciones a El Confidencial, el Jefe del Servicio de Vida Silvestre del MITECO, Ricardo Gómez, no puede ser más directo. “El desmán ibérico está en grave peligro -nos comenta- si no actuamos de manera inmediata lo vamos a perder. Y más allá de algunos pequeños núcleos en Francia, Andorra y Portugal, el grueso de la población mundial de la especie está en España: nuestra responsabilidad es hacer todo cuanto sea posible para salvarlo”.
Coincidiendo con el inicio de los trámites para que el desmán ibérico pase a ser oficialmente declarado en estado crítico, la organización conservacionista WWF convocaba estos días a medio centenar de expertos para debatir sobre su situación. Representantes de instituciones científicas y oenegés conservacionistas, así como del gobierno central, las comunidades y las confederaciones hidrográficas con presencia de la especie coinciden en el diagnóstico: la situación es muy seria.
Ramón Pérez de Ayala, experto de WWF, va incluso más allá y no duda en ponerle fechas a la cuenta atrás hacia su extinción. En conversación con El Confidencial admite que el análisis de viabilidad poblacional no es positivo: “si no actuamos de manera urgente y eficaz lo podemos perder antes de 10 años, 35 a más alargar”. Ante la pregunta de cuántos ejemplares quedan la respuesta es igualmente inquietante. “si te digo la verdad no lo sabemos -confiesa- no sabemos contarlos. Este animal está aún lleno de misterios”. Lo que sí saben es que cada día quedan menos, pues en la mayoría de los casos al volver a la zona donde habitaban comprueban que han desaparecido.
El representante del MITECO espera que el cambio de catalogación “nos permita habilitar más recursos para, en colaboración con las comunidades autónomas donde está presente, acelerar las actuaciones sobre el terreno y revertir su declive”. Se está elaborando una nueva estrategia de conservación y en el momento en el que el proyecto de orden del Ministerio sea aprobado (actualmente se encuentra en fase de exposición pública) la especie pasará a ser considerada prioritaria y dichas actuaciones serán consideradas de interés general. “Pero no vamos a detenernos ahí” afirma Gómez.
Mientras tanto, como nos relata este experto, se va poner en marcha un programa de cría en cautividad “del todo pionero, pues nunca antes se ha intentado con esta especie”. También se van a triplicar los fondos de ayuda para erradicar a una especie invasora que lo está masacrando: el visón americano. Y se va a proceder a la translocación de ejemplares de unas zonas a otras “para luchar contra la consanguinidad y favorecer la variabilidad genética”.
El buen ejemplo del lince
Lo que va a resultar más difícil es mitigar una de las mayores amenazas que se ciernen sobre esta exclusiva joya nuestro patrimonio natural: el cambio climático. “El desmán ibérico es un bioindicador de primer nivel -nos señala Pérez de Ayala- de las graves consecuencias que está teniendo la crisis climática en los ecosistemas acuáticos, y muy especialmente en los ríos, tanto por la falta de lluvias en las cabeceras como por las largas y severas sequías y el agotamiento de los acuíferos”. En ese sentido, como subraya este experto de WWF “no se trata solo de salvar al desmán sino de salvar a nuestros ríos: reduciendo las captaciones, retirando obstáculos y restaurando los ecosistemas fluviales”, en línea con lo que ordena la legislación europea.
La buena noticia para la especie es que por fin se han dado cuenta todos de que la situación es crítica y se han puesto en marcha los mecanismos necesarios para intentar poner freno a su declive y empezar a recuperar sus poblaciones. Tenemos buenos ejemplos que invitan a mantener la esperanza en ese sentido, como los de la espectacular y sorprente recuperación del lince ibérico, el oso pardo o el quebrantahuesos. La mala es que el punto de partida en el caso del pequeño mamífero fluvial es mucho peor que el de estos otros ejemplos, por eso muchos temen que lo del desmán ibérico acabe siendo un hola y un adiós.
Las aguas frías y cristalinas de los arroyos de montaña acogen a una de las criaturas más insólitas y desconocidas de nuestra fauna: el desmán ibérico. Se trata de un extraño topo de agua, con trompa de elefante y cola de rata. Un pequeño mamífero insectívoro con apenas setenta gramos de peso y doce centímetros de longitud, de hábitos nocturnos y comportamiento esquivo. Muy escaso, por si todo fuera poco se pasa buena parte de la vida bajo el agua del río. Por eso es posible que muchos lectores tengan conocimiento de su existencia a raíz de este artículo, y de su más que probable desaparición.