La esquiva belleza del serval: el pequeño gato africano
Aunque su hábitat principal es la sabana, este felino también puebla humedales, zonas de matorrales y bosques abiertos. Incluso vive a 4.000 metros de altura, en los pastizales alpinos del Kilimanjaro
El color dorado de la luz del amanecer pinta con tonos cálidos la sabana. Estoy en un apartado rincón del Masái Mara, que está al sur de Kenia, muy cerca del Parque Nacional del Serengueti, en Tanzania. En estos lugares, predomina el típico paisaje de sabana africana: enormes extensiones de hierba, con arbustos aislados y acacias rompiendo el horizonte.
Si no los ves, es fácil imaginar a un grupo de leones escondidos entre la hierba, o pensar en leopardos o guepardos. Pero aquí también hay felinos más pequeños, tan bellos y enigmáticos como los grandes gatos. Es, por ejemplo, el caso del serval ('Leiptailurus serval'), un felino de mediano tamaño. Con una altura de unos sesenta centímetros y una longitud de aproximadamente un metro (sin contar la cola), el serval vive en gran parte de los países del África subsahariana.
Único de su género, también tiene un físico muy distinto al de sus parientes más próximos. Destacan sus grandes orejas y sus largas patas, que le confieren una silueta todavía más esbelta y le dan un aire de animal zancudo. Sin duda, esto se convierte en una ventaja a la hora de buscar sus presas entre la hierba alta.
En este momento y lugar privilegiado veo mi primer serval. Es un felino muy peculiar, con un aspecto diferente al resto de sus parientes, sobre todo por sus largas orejas y patas. El serval es un felino de mediano tamaño típico de las sabanas africanas. Veo como el serval va olisqueando y buscando pequeños mamíferos. También intenta localizar entre los arbustos los huevos o los pollos de un avemartillo que vuela cerca de él.
Sus orejas casi desproporcionadas actúan como antenas parabólicas para captar cualquier ruido en el ambiente o sonido animal. En proporción al tamaño del cuerpo, el serval tiene las orejas más grandes de todos los felinos.
Observo también su pelaje: esas manchas oscuras sobre un pelo amarillento que, en algunas zonas del cuerpo, parecen convertirse en largas bandas negras. Ese estampado es ideal para pasar desapercibido entre la maleza; el serval se mimetiza perfectamente con su entorno.
De repente, el ejemplar que observo se sienta y gira las orejas de un lado a otro. Busca algún sonido que le dé una pista clara de dónde se encuentra su posible presa. Este felino es uno de los cazadores más efectivos que existen en la sabana.
Se dice que, en la mitad de sus intentos, atrapa a sus presas. Apenas come carroña y se limita a ingerir únicamente las presas cazadas por él mismo. Aunque su especialidad son los roedores y otros pequeños mamíferos, aparte de algunas aves y sus huevos, no hace un feo a reptiles, anfibios y artrópodos.
Aunque su hábitat principal es la sabana, también vive en cañaverales con vegetación de ribera, humedales, zonas de matorrales y bosques abiertos. Incluso, se ha encontrado a cerca de 4.000 metros de altura, en los pastizales alpinos del Kilimanjaro. Por suerte, no es un animal amenazado, aunque en los últimos años ha desaparecido de algunos lugares donde antes vivía.
El color dorado de la luz del amanecer pinta con tonos cálidos la sabana. Estoy en un apartado rincón del Masái Mara, que está al sur de Kenia, muy cerca del Parque Nacional del Serengueti, en Tanzania. En estos lugares, predomina el típico paisaje de sabana africana: enormes extensiones de hierba, con arbustos aislados y acacias rompiendo el horizonte.
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