Audio: un verano por delante, un resumen, un calendario sonoro
A finales de junio hay tres sonidos que describen el comienzo del verano: los estampidos de las tormentas secas, la matraca continua de las cigarras -más intensa cuanto más alta es la temperatura- y los ladridos de los corzos en celo
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Tormentas secas y con lluvia, el celo de los corzos, las chicharras y el calor, el frescor de las lagunas por las noches, las señales de alarma de los jóvenes volantones y la berrea de los ciervos. Mes a mes, el verano es una suite sinfónica. Lo que sigue es su relato.
A finales de junio hay tres sonidos que describen el comienzo del verano: los estampidos de las tormentas secas, la matraca continua de las cigarras -más intensa cuanto más alta es la temperatura- y los ladridos de los corzos en celo. Cae la tarde, pero todavía hace calor y el rascar de las cigarras es el último resto del bochorno del día. En el cielo retumba un trueno reseco, una tormenta sin lluvia. Y abajo, en la penumbra creciente, los ladridos de un corzo indican que junio es su mes para la reproducción.
En julio la sequedad extrema ya es una constante y la actividad sonora busca refugio en los pocos espacios de frescor. Por la noche, en una laguna, una tabla encharcada, croan miles de anfibios, parpan y chapotean los patos azulones; unas fochas pitan y corretean sobre el agua y gruñe, con voz enfadada, un rascón.
Por la mañana temprano, en un bosque, en la hora fresca del amanecer, cantan mirlos y zorzales, un cuco da la hora y tamborilean los pájaros carpinteros, los picos picapinos.
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Agosto es el mes en el que los campos se vacían. Seco el ambiente -de ahí la palabra “agostarse”-, enmudecidos los anfibios, buena parte de las aves migrantes se preparan para viajar al sur. Las golondrinas comunes vuelven a ser gregarias y forman sus partituras alineadas en los cables del tendido eléctrico.
A la vez, entre los que se quedan o aún no han partido, corren señales de alarma. En los bosques las canciones territoriales de las aves en primavera dan paso a una maraña de silbidos agudos, carraspeos, chasquidos y gruñidos. Son las señales de alarma de los adultos que avisan así del peligro a los inexpertos jóvenes volantones. Sonidos muy simples, difíciles de localizar, que cumplen la doble función de avisar del peligro sin poner en riesgo a quien la emite.
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Pasarán -ojalá- el calor y la sequedad, llegarán las tormentas de septiembre y con la primera hierba fresca comenzará la berrea de los ciervos. El último episodio del verano, el primero del otoño.
Tormentas secas y con lluvia, el celo de los corzos, las chicharras y el calor, el frescor de las lagunas por las noches, las señales de alarma de los jóvenes volantones y la berrea de los ciervos. Mes a mes, el verano es una suite sinfónica. Lo que sigue es su relato.