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Cuando el ejército australiano fue a la guerra contra pájaros que no sabían volar (y perdió)
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Cuando el ejército australiano fue a la guerra contra pájaros que no sabían volar (y perdió)

En 1932 dio comienzo una de las operaciones militares más inverosímiles de la historia con el objetivo de salvar cultivos, todo por no aceptar el innegable valor de un simple vallado

Foto: Guerra de guerrillas contra el ejército australiano. (Irene de Pablo)
Guerra de guerrillas contra el ejército australiano. (Irene de Pablo)

Los cambios más profundos que hemos tenido los seres humanos en el entorno natural no han sido voluntarios. A nadie, en ningún momento, se le ocurrió que era una buena idea emitir tantísimo CO₂ a la atmósfera como para aumentar la temperatura media del planeta y provocar así desastres que ponen, en muchas áreas del planeta, en riesgo nuestro futuro. Del mismo modo, y como describíamos la semana pasada, intentando arreglar el 'desaguisado' que causaban los gorriones comiendo cereales, China se sumergió en una de las peores hambrunas de su historia.

Pero, por suerte, no siempre que queremos tener una verdadera (y premeditada) repercusión en el medio natural, lo conseguimos. A veces, de hecho, podemos acabar haciendo el más absoluto de los ridículos. Eso es lo que logró el Ejército Australiano (en concreto el Regimiento Real de Artillería Australiana) en 1932 cuando decidió 'poner fin' a la amenaza para los cultivos que suponían los pacíficos, autóctonos y no voladores emús.

"El 'mando militar' de los emús había ordenado el uso de guerra de guerrillas para hacer frente al ejército australiano"

Tras la finalización de la Primera Guerra Mundial, a gran parte de los soldados australianos que participaron (según datos oficiales del gobierno Australiano, 416.809 hombres se alistaron, de una población total en el país que no llegaba a los 5 millones de habitantes) y que consiguieron volver sanos y salvos a casa (60.000 murieron en combate y 156.000 fueron heridos, sometidos a gases químicos o hechos prisioneros) el gobierno les dio grandes extensiones de terreno (algo que no escasea en el país) para dedicarlas al cultivo, una actividad que el gobierno quería potenciar por todos los medios en la región más septentrional de 'Western Australia', el distrito situado al oeste del país.

Pero en 1932 llegó el desastre en forma de 20.000 aves no voladoras, pero de gran tamaño (pueden alcanzar los 1,9 metros de altura): los emús. El nombre científico de estas aves es 'Dromaius novaehollandiae', son autóctonas de Australia y están emparentadas con el avestruz. Su dieta se compone principalmente del consumo de insectos y semillas, y este resultó ser el gran problema. En octubre, con la cosecha del trigo plantado en mayo (lo que equivaldría a nuestro trigo de invierno) a punto de comenzar en la localidad (ya inexistente) de Campion, donde gran parte de los habitantes eran soldados licenciados, los más de 20.000 emús arrasaron los campos, consumiendo gran parte de todos los cultivos. Esto motivó a los agricultores a pedir la ayuda urgente del gobierno australiano.

placeholder Uno de los emús abatidos. (picryl)
Uno de los emús abatidos. (picryl)

Como explica el historiador Murray Johnson en un artículo, "un grupo de exmilitares fue enviado a Camberra para reunirse con el que por entonces era el ministro de Defensa Australiano, Sir George Pearce". Entre sus peticiones y habiendo servido todos en el ejército australiano durante la primera guerra mundial, pidieron que el gobierno central hiciera uso de ametralladoras para hacer frente a la invasión aviar. Como explica el investigador, "el ministro aceptó, siempre y cuando los agricultores y el gobierno regional de Western Australia fuesen quienes se hicieran cargo de los gastos del transporte y de la munición, así como que proporcionasen a las tropas manutención y alojamiento durante el periodo que durase la misión".

La operación militar comenzó a mediados de octubre de 1932 bajo el mando del mayor G. P. W. Meredith. Pero los recursos que el gobierno central australiano destinó dejaron mucho que desear a ojos de los agricultores: dos tropas, el sargento S. McMurray y el artillero J. O'Halloran, con dos 'Lewis guns' (ametralladora ligera desarrollada en 1911) y 10.000 balas.

placeholder El sargento McMurray y el artillero O'Halloran durante la operación. (picryl)
El sargento McMurray y el artillero O'Halloran durante la operación. (picryl)

El día dos de noviembre, finalmente, el 'ejército' entró en acción, desplazándose a la localidad de Campion "donde un grupo de unos 50 emús había sido avistado", explica Murray Johnson. Tras el primer disparo realizado, las aves, que tenían un sentido de la conservación más o menos desarrollado, se dispersaron, lo que hizo que fuera difícil acertarles. Según el informe del 'combate' ese primer día "se abatieron un número (sin especificar) de aves". Más tarde, ese mismo día, como explica el investigador, "los soldados se encontraron otro grupo, en el que los informes dicen que 'tal vez se abatió a una docena o así' de aves".

El día tres de noviembre, a pesar de los intentos, los militares no pudieron abatir un solo ave. Finalmente, el día 4, los soldados echaron mano de toda su formación táctica y prepararon una 'emboscada' para los astutos pájaros. Se encontraron, según dicen los informes, con más de 1.000 emús que se dirigían a su posición. Como explica el investigador Adrian Burton en su estudio 'Tell me, mate, what were emus like?' (Dime, colega, ¿cómo eran los emús?), los militares abrieron fuego cuando los pájaros estaban en rango, pero tras abatir a tan solo 12, las armas se encasquillaron, "lo que le proporcionó tiempo suficiente a las aves para escabullirse antes de que ninguna otra pudiera ser abatida".

Foto: Caza de giorriones a finales de los años 50 en China. (Cedido)

En un artículo publicado por el periódico 'Sunday Herald' de Australia el 3 de julio de 1953, se detalla como los militares afirmaban que, en el cuarto día de la operación militar, "nos dimos cuenta de que los pájaros se habían dividido en grupos, cada uno comandado por un líder, un pájaro de plumas negras que mantiene la cabeza a dos metros de altura, vigilando, mientras el resto causa la destrucción continuada de los campos, hasta que nos acercábamos lo suficiente como para estar a rango. Era entonces cuando el avizor daba la voz de alarma, y todos retrocedían".

placeholder El sargento S. McMurray con un emú abatido. (picryl)
El sargento S. McMurray con un emú abatido. (picryl)

Como explica Murray Johnson, en los siguientes días las mentes militares (humanas) decidieron llevar a cabo un experimento: montar las ametralladoras en camionetas y correr por los campos disparando a diestro y siniestro, "lo que no resultó efectivo, dado que había tantos baches que los tiradores no podían realizar ni un solo disparo". A los seis días de la operación militar, una cuarta parte de las 10.000 balas había sido disparada, pero el número de aves abatidas, según los investigadores Libby Robin, Leo Joseph y Rob Heinshohn, "no alcanzaba los 50".

placeholder Soldados australianos descansan durante la contienda. (Gobierno de Australia)
Soldados australianos descansan durante la contienda. (Gobierno de Australia)

El ornitólogo australiano Dominic Louis Serventy, que fue presidente de la Royal Australasian Ornithologists Union, explicaba de forma satírica el evento: "Los sueños de los tiradores de disparar a emús a quemarropa se disiparon con rapidez. El 'mando militar' de los emús había, claramente, ordenado el uso de guerra de guerrillas, y su bien formado ejército se separó en incontables unidades pequeñas, que hicieron que el uso de material por parte del bando enemigo fuera un derroche económico inefectivo. A causa de esto, una cabizbaja fuerza militar se retiró del campo de batalla tras un mes".

En realidad, las tropas no estuvieron desplegadas un mes. A inicios del sexto día de operación, el 8 de noviembre, un grupo de parlamentarios australianos discutieron lo absurdo de la situación y el poco éxito obtenido, sobre todo después de que la prensa local anunciase que "solo unas pocas aves" habían sido abatidas. A raíz de esto, el ministro de Defensa, Sir George Pearce, ordenó el fin inmediato de la operación. Hasta el comandante, el mayor G. P. W. Meredith, se tomó con humor el asunto, afirmando que "si tuviera una división con la capacidad de evitar balas de estos pájaros me enfrentaría a cualquier ejército del mundo... Pueden enfrentarse a ametralladoras, siendo invulnerables como carros de combate".

La cosa no se quedó ahí

A pesar de la humillación táctica, a petición del gobierno regional, las operaciones militares continuaron el 12 de noviembre, basándose en informes (cuya veracidad está puesta en duda) que afirmaban que en la primera 'misión' se habían conseguido abatir 300 aves. El día 13 y 14 se consiguieron abatir, (todo según datos del ejército) a 40 emús y, para el día 10 de diciembre, Meredith afirmó que se habían conseguido abatir un total de 986 aves con 9.860 balas. Además, ni corto ni perezoso, también afirmó que "2.500 emús han sido heridos, falleciendo en los días posteriores".

placeholder Unos soldados usan una ametralladora Lewis en la Guerra Emú. (Gobierno de Australia)
Unos soldados usan una ametralladora Lewis en la Guerra Emú. (Gobierno de Australia)

Aunque los datos de los que disponemos están cuestionados, en el mejor escenario posible (para el ejército australiano) se eliminó a menos de un 10% del total de las 20.000 aves que habían invadido los cultivos y, aunque se los intentó dispersar a tiro limpio, no fue hasta finales de noviembre, bien pasada la temporada de cosecha, con los campos arrasados, cuando los emús buscaron nuevas zonas a las que desplazarse.

El gobierno regional de Western Australia volvió a pedir la ayuda del ejército para luchar contra los emús, según explica Murray Johnson, en 1934, 1943 y en 1948. Todas y cada una de estas peticiones fueron desestimadas por el gobierno australiano. Lo que sí se hizo fue instaurar un sistema de recompensas y cupos para la caza (que ya había sido iniciado en 1923). En total, en 1934, 57.034 cabezas de emú fueron entregadas a las autoridades. Además, en los años 50, se aprobó dar, gratuitamente, 500.000 rondas de munición a los granjeros de la zona para la lucha contra los emús.

Foto: Bandada de estorninos. (EFE) Opinión

De todos modos, como explican varios estudios, la caza de emús, por efectiva que fuera, nunca fue suficiente como para siquiera limitar los impactos de estas aves en los cultivos. Curiosamente, lo que sí funcionó y lleva utilizándose desde mediados de los años 30 hasta nuestros días, es "algo tan simple como un vallado de las áreas agrícolas", explicaba el investigador Tom McKnight en un estudio.

Ni entonces ni a día de hoy, la supervivencia del emú como especie ha estado en peligro. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) el emú no está, ni de lejos, en peligro de extinción, y no es de extrañar, son estrategas resistentes a las balas.

Los cambios más profundos que hemos tenido los seres humanos en el entorno natural no han sido voluntarios. A nadie, en ningún momento, se le ocurrió que era una buena idea emitir tantísimo CO₂ a la atmósfera como para aumentar la temperatura media del planeta y provocar así desastres que ponen, en muchas áreas del planeta, en riesgo nuestro futuro. Del mismo modo, y como describíamos la semana pasada, intentando arreglar el 'desaguisado' que causaban los gorriones comiendo cereales, China se sumergió en una de las peores hambrunas de su historia.

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