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Audio: sobrevolando un hayedo con los oídos de un pájaro
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Sábados de campo

Audio: sobrevolando un hayedo con los oídos de un pájaro

A pesar de que los árboles siguen desnudos, los sonidos de nuestros hayedos permiten presagiar la llegada de la primavera. Nos adentramos en uno de ellos para comprobarlo

Foto: Pronto empezarán a verdear los hayedos (EFE/D.Ebenier)
Pronto empezarán a verdear los hayedos (EFE/D.Ebenier)

No hay hojas en las hayas. No tintinea el ganado, todavía recogido en el calor de sus establos. La nieve se va fundiendo poco a poco y ya no es un manto continuo que todo lo cubre. El hayedo avanza hacia el final del invierno que, como suele, se retrasa, se resiste a desaparecer en las laderas frías de las montañas.

Pero de las ramas sin hojas, del suelo blanco y de las paredes de roca salen ya las primeras voces que nos permiten presagiar la llegada de la primavera.

El telón de fondo es el propio de cualquier valle de montaña: un rumor sordo, apagado, formado por el soplo del viento en las rocas, el murmullo de las aguas -no muy fuerte, ahora que la mayoría están todavía detenidas, congeladas-, el siseo de las ramas, todo difuminado por la reverberación y la distancia.

Y sobre ese lienzo natural, la firma sonora de los valles, destacan, nítidos, los relinchos de varios picamaderos negros diseminados por las laderas, sus tamborileos rotundos son una de las notas protagonistas en este nuevo paseo sabatino por el campo.

A ratos, la canción rítmica de los carboneros garrapinos y las series de tuits de los trepadores azules compiten en protagonismo. A lo lejos, dibujando con el eco de su voz las paredes de roca, nos llega el inconfundible reclamo de las chovas piquirrojas -las de graznido áspero- y las piquigualdas -con un trino líquido-.

placeholder Un arrendajo euroasiático en un hayedo EFE Attila Kovacs
Un arrendajo euroasiático en un hayedo EFE Attila Kovacs

A media altura, sobre las copas, bisbisea suavemente un bisbita alpino. Charlea un zorzal charlo, arrastran su voz bajo las copas los arrendajos. Y se oye ladrar, sí ladrar, pero no a un perro sino a un corzo que escapa ladera abajo.

Todavía son pocos, pero los participantes de esta composición sonora anticipan ya los grandes conciertos que nos devolverá pronto la primavera.

No hay hojas en las hayas. No tintinea el ganado, todavía recogido en el calor de sus establos. La nieve se va fundiendo poco a poco y ya no es un manto continuo que todo lo cubre. El hayedo avanza hacia el final del invierno que, como suele, se retrasa, se resiste a desaparecer en las laderas frías de las montañas.

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