El buitre negro en el Parque Nacional de Cabañeros

Estoy esperando desde las primeras horas de la madrugada. Primero veo la silueta de un buitre negro ('Aegypius monachus') en las ramas de una encina. Aún tardarán más de una hora en volar las primeras rapaces. La actividad de las carroñeras va muy ligada a las corrientes térmicas, gracias a las cuales pueden remontar sus más de siete kilos de peso. Si el viento sopla fuerte, inician su andadura al despuntar el día.

Con los primeros rayos de sol, empiezan a llegar. Primero son los buitres leonados. En media hora se han juntado más de treinta, pero todavía no empiezan a comer. Al poco rato, entran es escena los primeros buitres negros. Todos se reúnen en el entorno de una carroña. Saben que hoy muchos de ellos comerán. Pero algunos, no. La competencia es alta. Algunos inician una serie de disputas para determinar quién será el primero y el último en alimentarse. Los buitres leonados, más numerosos, solo empezarán a comer cuando los buitres negros ya hayan acabado. Muchas veces, decenas de aves se quedan sin comer nada.

El cortejo

Amanece un nuevo día en el Parque Nacional de Cabañeros. Observo cómo un buitre negro macho entrega ramas a la hembra, como si se tratara de un regalo. La hembra acepta; la relación se dará por consolidada. Es la época de celo y esta serie de rituales son parte del cortejo que realizan los buitres negros.

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Antes de proceder a la cópula, la pareja de buitres realiza movimientos de acercamiento mediante una serie de contactos. En alguno de ellos peinan las plumas de su pareja y, en otros, se quitan los parásitos, igual que hacen muchos mamíferos y otras aves.

El ave más grande

Junto al quebrantahuesos, el buitre negro es el ave más grande de nuestro territorio. Tiene una envergadura cercana a los tres metros con sus alas extendidas, una altura superior al metro y pesa casi diez kilos. A final del siglo pasado, la población de buitre negro estuvo bajo mínimos a causa de la persecución del ser humano, que utilizaba el veneno para aniquilarle. Pero en los últimos treinta años la población ha remontado mucho. De haber menos de doscientas parejas en la década de 1980, actualmente España cuenta con una de las poblaciones mayores del mundo, con varios miles de ejemplares. Actualmente, uno de los peligros principales para los buitres negros y otras rapaces carroñeras es el uso del diclofenaco que causa la muerte por envenenamiento de los buitres.

Tras acabar la carroña, veo a un buitre leonado y a otro negro que parecen posar juntos mientras descansan junto a una encina. Unos cuantos buitres incluso duermen profundamente tumbados en la hierba, utilizando su energía corporal para hacer la digestión. Con el estómago lleno, las riñas pierden sentido.