Audio | El despertar de las grullas al amanecer en Gallocanta
Pocos lugares habrá en toda la naturaleza europea más ruidosos que esta laguna y sus alrededores, en la raya entre las provincias de Zaragoza y Teruel
Con su griterío, son la alegría del invierno. Sus voces trompeteras se escuchan a kilómetros de distancia. Una sola, desconsolada llamando a las demás, se hace oír a más de un kilómetro de distancia. Pero las grullas invernantes nunca son solitarias; reunidas en bandadas de decenas y hasta miles de ejemplares, alborotan por la noche en los dormideros —¿cuándo duermen estos animales?—, en los campos por donde buscan alimento, en sus desplazamientos por el aire en bandadas que forman largos cordones. Y al amanecer. Sobre todo al amanecer, ansiosas por relacionarse después de unas horas de relativa discreción.
Así pues, pocos lugares habrá en toda la naturaleza europea más ruidosos que la laguna de Gallocanta y sus alrededores, en la raya entre las provincias de Zaragoza y Teruel.
Un vocerío sobrevuela la lámina de agua y se extiende por los campos aledaños, en el primer salto del día. Y cuando se lanzan de nuevo al aire, arrastradas unas por las voces de las otras, un griterío ensordecedor propaga la nueva de que, en realidad, la mala estación no lo es tanto.
Con su griterío, son la alegría del invierno. Sus voces trompeteras se escuchan a kilómetros de distancia. Una sola, desconsolada llamando a las demás, se hace oír a más de un kilómetro de distancia. Pero las grullas invernantes nunca son solitarias; reunidas en bandadas de decenas y hasta miles de ejemplares, alborotan por la noche en los dormideros —¿cuándo duermen estos animales?—, en los campos por donde buscan alimento, en sus desplazamientos por el aire en bandadas que forman largos cordones. Y al amanecer. Sobre todo al amanecer, ansiosas por relacionarse después de unas horas de relativa discreción.
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