Audio | Las aguas blancas del río Ara, en el pirineo oscense
Pronto nevará, los rojos y amarillos del otoño darán paso al gris de los hayedos invernales. Pero el curso fluvial seguirá su ruidoso viaje hacia las resecas llanuras de Aragón
A la espera de las primeras nevadas, las aguas blancas de otoño corren, barranco abajo, por el valle pirenaico de Bujaruelo.
El río Ara fluye con estruendo, se enrosca en pozas, se encrespa en los rápidos. Otros cauces se incorporan, mezclando aguas y sonidos; una cola de caballo se despeña desde decenas de metros de altura y el sonido bronco del río principal se confunde con el siseo del agua pulverizada.
Los bosques de ribera, los hayedos rojos de las laderas, atraviesan el punto álgido de la coloración otoñal, en contraste con el verde oscuro, casi negro, de los abetos y pinos negros. En el enramado apenas se escuchan algunas voces discretas, enmascaradas por el bramido del agua. Cantan los últimos zorzales, reclaman los petirrojos, gritan, ásperamente, los arrendajos. Desde el fondo del bosque llega el inevitable graznido de la corneja. Y desde las paredes de roca, tan asociadas a ellas, el inevitable chasquido de las chovas.
Pronto nevará, los rojos y amarillos del otoño darán paso al gris de los hayedos invernales. Y las aguas blancas del Ara continuarán su ruidoso viaje hacia las resecas llanuras de Aragón.
A la espera de las primeras nevadas, las aguas blancas de otoño corren, barranco abajo, por el valle pirenaico de Bujaruelo.
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