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Vídeo | Los sonidos del tiempo de la cosecha

A pesar de que su uso desmesurado está reduciendo la presencia de grillos, saltamontes y otros insectos, los plagicidas no han silenciado del todo nuestros campos

Foto: Entre las espigas de trigo se esconde un mundo 'musical' minúsculo. (Unsplash/@polina_art)
Entre las espigas de trigo se esconde un mundo 'musical' minúsculo. (Unsplash/@polina_art)

Trigos, cebadas, avenas y centenos han granado y están ya a punto para la recolección. Como una oleada, las máquinas cosechadoras barren el terreno, desde el sur, donde empezaron a trabajar hace semanas, hacia el norte. Le llega ahora el tiempo a la meseta castellana y de un día para otro los campos, alfombrados por espesas hileras de espigas, aparecen pelados, sembrados de geométricas pacas de paja.

Pero las labores agrícolas cambian, los surcos en la tierra ya no son tan profundos y, a cambio, el uso de herbicidas alcanza niveles industriales. Los enormes campos labrados borran las huellas del paisaje, cubierto bajo una monótona alfombra de espigas. La concentración parcelaria acaba con setos, riberas, lindes y ribazos para facilitar el trabajo de la maquinaria pesada. Los rodales de monte, islas verdes en un mar dorado, son los últimos refugios para una fauna sistemáticamente acosada.

Y, aun así, en insuperable contradicción, ¡cuánta belleza en estos campos! Pero la alfombra de espigas esconde un terrible mensaje. Cada vez se escucha menos el canto de los insectos (grillos, saltamontes de los géneros 'Omocestus', 'Corthippus' y 'Tettigonia', entre otros y sin precisar mucho más, que en este mundo de las estridencias las identificaciones no son fáciles); de año en año vuelan menos alondras y calandrias, por lo que el rechinar de los trigueros sobresale cada vez más sobre un fondo sonoro que se vacía. En los rodales y setos los arrullos de las tórtolas se apagan y de las avenidas de espigas apretadas son expulsadas las codornices. Los sembrados siguen dando buenas cosechas, pero, en cambio, ya no hay tantos mensajeros que lo proclamen.

Trigos, cebadas, avenas y centenos han granado y están ya a punto para la recolección. Como una oleada, las máquinas cosechadoras barren el terreno, desde el sur, donde empezaron a trabajar hace semanas, hacia el norte. Le llega ahora el tiempo a la meseta castellana y de un día para otro los campos, alfombrados por espesas hileras de espigas, aparecen pelados, sembrados de geométricas pacas de paja.

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