La canción del mirlo, una miniatura musical
En los campos españoles podemos escuchar alguna de las más complejas composiciones musicales de la naturaleza. Cada mirlo desarrolla su propia canción que, cuando esté acabada, repetirá durante toda su vida
Canta un mirlo, y de su garganta sale una miniatura musical.
La mayor parte de las aves cantoras se ajustan a patrones de canto más o menos estables. Cantan lo que aprenden, imitan lo que les rodea. Pero los mirlos no se conforman con repetir lo que oyen y gustan de explorar las posibilidades de su voz. Por eso, a diferencia de otras especies, no hay dos mirlos que canten igual. Cada individuo tiene su voz personal, una firma sonora propia. Todos ellos presentan en común algunos caracteres 'mirlescos', como un timbre líquido con un ligero roce, la imperfección que caracteriza a los grandes artistas. Algunos, además, se acercan a la afinación armónica, esa cualidad del sonido que hace que una nota suene mejor al oído. Y como cualquier cantante sabe, desafinar es fácil, pero afinar no es algo casual.
Pero lo que acerca de verdad a los mirlos a la música es su gusto por la variedad. En esta secuencia podemos comprobarlo. Cada ejemplar, grabado en diferentes lugares, a diferentes horas del día, busca sus frases, las enlaza de una manera determinada, casi se podría decir que a su gusto, a lo que llega después de muchas horas, muchos amaneceres de ensayo. Al principio, los jóvenes presentan fraseos muy simples, que pronto evolucionan hacia melodías más elaboradas. Y una vez que han encontrado su canción, la fijan y repiten insistentemente, todas las mañanas de primavera que les queden por delante. Algo que, con todas las reservas, se parece mucho al proceso de composición.
Canta un mirlo, y de su garganta sale una miniatura musical.
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