Vídeo: El sonoro ballet de los flamencos en el Delta del Ebro
La elegante belleza de estas aves acuáticas constituye uno de los principales reclamos para visitar este humedal, el segundo en importancia del sur de Europa tras Doñana
'Flamenco' viene de 'flama', 'llama', por la impresión que produce el batir de las alas rosas de estas aves zanquilargas cuando levantan el vuelo. Así que, si en el aire son llamas, cuando descansan, apretujados unos contra otros con la cabeza bajo el ala, son una brasa.
Estamos en la laguna de La Tancada, una de las mayores láminas de agua libre de todo el Delta del Ebro. La Tancada se encuentra al sur del río, cerca de la base del largo istmo de arena del Trabucador, donde el mar, muy cercano, brama con fuerza. Aquí sestea una bandada de flamencos. Posiblemente la mayor parte de ellos haya pasado la noche alimentándose por los alrededores. Hay que admitir que se trata de unas aves improbables, tanto por su coloración como por las proporciones desgarbadas y un pico extraordinario, situado a la altura de la frente, diseñado para funcionar en posición invertida. Los flamencos remueven primero el cieno del fondo con las patas para, a continuación, sumergir la cabeza y, con la mandíbula superior a ras del suelo, bombear y filtrar los microorganismos en suspensión. No es extraño que se quejen.
Por la periferia del grupo siempre hay unos pocos individuos inquietos, capaces de generar ellos solos tanto ruido como todo el bando completo. Gruñen, gimen y borbotean al tiempo que levantan el cuello y mueven la cabeza y los picos de un lado a otro, como banderas sacudidas por el viento.
Los flamencos no están solos. Por la laguna gritan, corren y vuelan otras especies, ciertamente no tan vistosas: cientos, quizá miles, de fochas negras sobre el agua azulada, gaviotas reidoras, fumareles cariblancos y algunos ánades frisos. Y muchos patos azulones, de cabeza verde, nadando y parpando casi entre las patas rosas, entre la vegetación de la orilla.
Pero en esta esquina del delta, sobre el paisaje sonoro se imponen los hondos quejidos de los flamencos.
'Flamenco' viene de 'flama', 'llama', por la impresión que produce el batir de las alas rosas de estas aves zanquilargas cuando levantan el vuelo. Así que, si en el aire son llamas, cuando descansan, apretujados unos contra otros con la cabeza bajo el ala, son una brasa.
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