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Vídeo: mañanas de niebla en la Sierra de Guadarrama
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Vídeo: mañanas de niebla en la Sierra de Guadarrama

Paisajes fantasmagóricos, cargados de vida y repletos de misterio a escasos kilómetros de la gran capital. Eso es lo que nos ofrece la Sierra, tan próxima como salvaje

Foto: Foto: Unsplash/@jxst
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Valsaín, Mata de Navalrincón, en la cara norte del Guadarrama. Una espesa niebla vela los prados, se enreda en los árboles, difumina los contornos. La visibilidad se cierra a unos pocos cientos de metros y todo lo que queda más allá adopta un aire fantasmagórico. Pero con el oído el espacio se ensancha y en el paisaje detectamos múltiples presencias.

No vemos al ganado, que al mugir nos describe un paisaje ganadero, pastizales abiertos con arbolados dispersos. Tampoco vemos a los zorzales charlos, que anticipan la no muy lejana primavera con su canto fraseado, musical. Vemos, pero solo las siluetas, los banditos de jilgueros y pardillos, que zumban y revolotean entre las ramas desnudas de un roble. Y escuchamos el intenso trabajo de carpintería de los trepadores azules, pájaros nada discretos cuya librea azul se confunde con el gris en la niebla, pero que martillean con el pico contra los troncos, rebuscando larvas y demás bichos bajo la corteza. En el nombre, los trepadores azules llevan su aspecto y sus costumbres.

Tampoco vemos a las cornejas, que graznan al fondo. A esas nunca las vemos, pero siempre están ahí, perfilando con sus graznidos el horizonte del paisaje sonoro.

Y una sorpresa, el ladrido doble y triple de alguien a quien le va más merodear en la oscuridad de la noche que andar envuelto en nieblas: el celo aprieta y ladra un zorro.

Valsaín, Mata de Navalrincón, en la cara norte del Guadarrama. Una espesa niebla vela los prados, se enreda en los árboles, difumina los contornos. La visibilidad se cierra a unos pocos cientos de metros y todo lo que queda más allá adopta un aire fantasmagórico. Pero con el oído el espacio se ensancha y en el paisaje detectamos múltiples presencias.

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