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Vídeo: la llamada del lobo en la cordillera Cantábrica
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Vídeo: la llamada del lobo en la cordillera Cantábrica

Probablemente no exista un sonido más reconocible, entre las muchas voces de la fauna ibérica, que el aullido del lobo: nuestro gran carnívoro, cuya suerte parece haber cambiado

Foto: Ejemplar de lobo ibérico. (EFE)
Ejemplar de lobo ibérico. (EFE)

Lo que sigue es una experiencia irrepetible vivida después de muchos años andando de noche por el monte. Otoño, niebla cerrada y penumbra en la hora del lubricán, un momento fugaz en que las sombras sustituyen a las formas y la vista se confunde. Procedente de esa confusión, la palabra lubricán es una combinación de lobo y can, tamizada por lóbrego, y se refiere a esa hora en la que no es posible discernir si el animal que merodea por delante es uno u otro.

En este caso, la sombra que sale de la masa oscura de brezos y cruza ante nosotros es un lobo. Miembro de la manada en la que, casi sin darnos cuenta, nos acabábamos de meter. En estas fechas, a estas horas, las manadas, por lo general grupos familiares en los que conviven varias generaciones, se reúnen cada noche, en su hora, la del lubricán, antes de que los cazadores emprendan sus correrías nocturnas.

Estamos en el punto de encuentro, el aulladero de los lobos: el líder, el padre de la manada, aúlla y los suyos le responden. A las voces sostenidas, lastimeras de los adultos se suman los ladridos y gemidos alocados de los cachorros del año, ya grandes y a punto de emanciparse. Voces de contacto, llamadas de amistad entre los miembros de un grupo del que, por unos segundos, no somos excluidos.

Al terminar los saludos el líder lanza una orden, un aullido largo, autoritario y agreste, un mandato ya viejo que manda callar. Y entonces, solo entonces, los ocho o nueve lobos se dispersan y en el aire queda un eco, que en unos instantes se diluye en el bramido del río que, ladera abajo, dibuja acústicamente el fondo del valle.

Lo que sigue es una experiencia irrepetible vivida después de muchos años andando de noche por el monte. Otoño, niebla cerrada y penumbra en la hora del lubricán, un momento fugaz en que las sombras sustituyen a las formas y la vista se confunde. Procedente de esa confusión, la palabra lubricán es una combinación de lobo y can, tamizada por lóbrego, y se refiere a esa hora en la que no es posible discernir si el animal que merodea por delante es uno u otro.

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