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Los últimos días de los elefantes del desierto
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Crónicas de la vida salvaje

Los últimos días de los elefantes del desierto

Cada vez más amenazados, solo hay dos poblaciones de elefantes del desierto en el mundo. Entre macizos rocosos, dunas y cauces secos de ríos sobreviven a las inclemencias de su hábitat

Foto: Foto: Andoni Canela
Foto: Andoni Canela

He acampado en el lecho seco de un río que puede pasar décadas sin agua. Los colores del alba se asoman poco a poco tras una noche estrellada. En el desierto tengo la sensación de que todo ocurre a cámara lenta. Es un lugar inhóspito perdido a orillas del Atlántico, en el sur de África.

Lo llaman la Costa de los Esqueletos y se localiza en Namibia, cerca de la frontera con Angola. Para llegar aquí son necesarios varios días de travesía por pistas de arenas profundas en la región de Kunene.

Me muevo en una zona árida que es la prolongación del Namib, uno de los desiertos más antiguos de la Tierra, entre los valles del Hoarusib, Ganamub, Hoanib y Jumib.

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Foto: Andoni Canela

He venido hasta aquí con el objetivo de buscar y fotografiar a los elefantes del desierto. Son una población muy singular adaptada a la vida en un entorno extremadamente árido, con escasa vegetación.

Cuando llega la noche

Tras amanecer salgo de la tienda de campaña y subo a una colina rocosa que domina el paisaje del valle. Prismáticos a los ojos y a rastrear.

Durante la última semana no he logrado ver ni un solo elefante. Desde la cima observo un paisaje impresionante: llanuras pedregosas, amplios valles de ríos invisibles, dunas enormes, estrechas gargantas pétreas y caminos polvorientos que se pierden en la arena. A lo lejos puedo vislumbrar el azul del océano que contrasta con el rojo de la arena de las dunas.

Me paso todo el día escaneando el paisaje con la mirada, de un lado a otro, pero no veo elefantes por ningún lado. No creo que sea su tamaño el motivo por el que no los encuentre.

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Foto: Andoni Canela

Cuando cae la tarde y mengua la luz aparece al fin el primero. Es un ejemplar adulto que camina en solitario. Su silueta se recorta ante las montañas mientras se estira para llegar a las ramas más altas de un árbol. ¡Salen a comer durante la noche! Entiendo que el motivo de salir de noche es para no pasar tanto calor. Durante estos días la temperatura se eleva hasta los 40 grados hacia el mediodía. Estando activos de noche se liberan del calor y la deshidratación de las horas centrales del día.

Es curioso observar elefantes así, desde lo alto de las montañas, mirando hacia abajo. También es una manera segura, ya que los elefantes no son escaladores y menos si uno tiene como atalaya una zona rocosa con una gran pendiente. Buscan los brotes de acacias y mopanes, árboles que crecen gracias al agua subterránea y que dibujan la línea del lecho seco del río.

Veo cómo el enorme animal estira su cuerpo hasta el límite apoyado en sus patas traseras. Alarga su trompa y busca en el árbol las hojas necesarias para sobrevivir. Sus grandes estómagos necesitan miles de hojas para saciarse. Los árboles parece que se hayan podado hasta los cuatro o cinco metros de altura.

Matriarcales

Unos días después me encuentro con una familia de elefantes con varias crías. Las manadas de elefantes son grupos matriarcales: la hembra de mayor edad es quien conduce a la familia por su territorio.

De vez en cuando, distintos grupos familiares comparten el mismo hábitat estacional sin llegar a relacionarse. La matriarca, por ser la más veterana, posee una larga memoria y conoce el lugar de las fuentes de agua, dónde se encuentran la comida y las rutas de migración para ayudar al grupo a sobrevivir.

Estos elefantes realizan una migración estacional de larga distancia en busca de lugares con agua y comida. Recorren cientos de kilómetros por suelos pedregosos y llenos de rocas. Nada que ver con los paquidermos de la sabana: al andar sufren numerosas heridas en las plantas de los pies y en las uñas.

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Foto: Andoni Canela

Esa es una de las primeras causas de muerte de muchas crías y jóvenes. A los elefantes les gusta beber a diario, pero en el desierto pueden pasar varios días sin hacerlo. Con frecuencia excavan pozos en la tierra para acceder al preciado líquido. Cuando se presenta la ocasión, estos elefantes pueden beber hasta 150 litros de agua por día, lo que les permite acumular reservas para tiempos de escasez.

Esta población de elefantes se halla en seria disminución como consecuencia de la sequía y la persecución por la caza, legal e ilegal. Las autoridades de Namibia potencian cada vez más la actividad cinegética por los ingresos que genera para el país y a cambio de favores políticos en estas regiones. Una situación que amenaza ahora a unos animales adaptados durante milenios a la vida en este territorio tan singular y que pueden desaparecer para siempre.

He acampado en el lecho seco de un río que puede pasar décadas sin agua. Los colores del alba se asoman poco a poco tras una noche estrellada. En el desierto tengo la sensación de que todo ocurre a cámara lenta. Es un lugar inhóspito perdido a orillas del Atlántico, en el sur de África.

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