Las semillas ancestrales favorecen la adaptación a la crisis climática
Las semillas son el patrimonio de nuestra agrodiversidad y cientos de ellas se han dejado de cultivar en favor de las que fomentan las producciones más comerciales y la uniformidad
La colección de seguridad del banco de recursos fitogenéticos de España alberga 44.000 variedades de cultivos. Un valioso tesoro que se encuentra en el Centro de Recursos Fitogenéticos y Agricultura Sostenible del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA-CSIC), un organismo público. Es el Svalbard español. Y está situado en Alcalá de Henares (Madrid).
Lucía de la Rosa, investigadora en el Centro de Recursos Fitogenéticos, nos explica que la colección de seguridad no se intercambia y permanece para conservación. Además, el banco dispone de una colección de cereales de invierno como trigo, avena, cebada o centeno y leguminosas como garbanzo, lentejas o judías compuesta por 24.000 muestras y que sí se intercambian.
El objetivo de estos bancos es recuperar y preservar las variedades autóctonas que han cultivado los agricultores a lo largo del tiempo
"Nosotros visitamos a los agricultores y hablamos con ellos de sus semillas y cuando vemos que está en riesgo de desaparición porque la van a dejar de cultivar, recogemos una muestra de semillas, las multiplicamos en campo para obtener más cantidad, y las desecamos hasta el 5% de humedad para conservarlas en dos colecciones, una en cámara fría de menos 18 grados y en otra de menos 4 grados, en el banco de germoplasma", explica De la Rosa.
Además, las semillas de hortícolas se envían a los dos bancos de germoplasmas más grandes que hay en España: el COMAV de la Universidad Politécnica de Valencia y el CITA de la Universidad de Zaragoza. La próxima recuperación de semillas será en Soria. De la Rosa viajará a Ágreda para la recolección del cardo rojo, una variedad emblemática y que se está recuperando.
Mejor adaptadas al cambio climático
"Los bancos son un apoyo clarísimo frente a las necesidades del cambio climático y es una de nuestras líneas de trabajo actuales. Estamos buscando diversidad y las que tengan más adaptación a lo que se nos viene encima como puede ser la sequía", apunta De la Rosa.
Una de sus líneas de trabajo es con la veza, una leguminosa forrajera para ganado y para grano, y analizan cuál de las variedades que tienen en la colección funciona mejor en escasez de agua. "Si no tuviéramos toda esta diversidad albergada en los bancos estos estudios no los podríamos hacer", añade. Las variedades que se cultivan desde años en la agricultura comercial necesitan mucha cantidad de insumos de agua y fertilizantes, pero no están adaptadas a la escasez.
Los huertos familiares albergan una diversidad de cultivos extraordinaria que la agricultura convencional ha descartado. La recuperación de variedades locales y la preservación de la diversidad genética ha hecho que, en Navarra, más de 50 hortelanos y hortelanas aporten sus variedades y se hayan recuperado ya 78 semillas que forman parte del patrimonio natural y corrían el riesgo de desaparecer. Estas variedades están mejor adaptadas al clima de la zona y serán más resistentes a las alteraciones provocadas por el cambio climático.
"Buscamos variedades de hortícolas que se han utilizado en huertos desde hace muchos años y que se han conservado gracias a los hortelanos y hortelanas que las siguen cultivando. Si estas variedades no se recuperan pronto van a desaparecer", explica Salomón Sádaba, responsable de la finca experimental de INTIA en Sartaguda.
"Estas variedades se han cultivado durante mucho tiempo y están muy bien adaptadas a la zona, porque se han ido quedando las que mejor adaptadas están, y es muy posible que tengan mucha más capacidad de adaptarse y soportar cambios más fuertes como el cambio climático", apunta Sádaba.
Una vez recuperadas, se ponen a disposición de agricultores, centros de investigación o empresas para que se vuelvan a cultivar
La agricultura comercial tiene las mismas variedades en casi todos los lugares, con poca diversidad genética. "El campo es muy uniforme en cuanto a las variedades que se utilizan. Las variedades que funcionan mejor agronómicamente y que tienen más producción son las que se emplean", explica Sádaba. Además, la mejora genética de las variedades comerciales va encaminada a producción, aspecto o conservación del producto.
Hay variedades que al no ser de producción comercial se han ido perdiendo, porque su cultivo era muy localizado en huertos particulares. Para evitar que ese patrimonio natural desaparezca, en el proyecto NAdapta han pedido colaboración a los agricultores para recuperar esas semillas, cultivarlas, producir semillas y guardarlas en el banco de germoplasma de Zaragoza. El proyecto LIFE-IP NAdapta-CC forma parte de la estrategia integrada para la adaptación de Navarra al cambio climático.
Todos estos productos tienen unas características genéticas y están muy adaptados a la zona en la que se cultivan. Destacan como variedades el tomate de Narbarte, alubia roja de mata baja, alubia blanca de mata alta, cebolla de Salvatierra, berza negra, tomate de Magaña, haba txiki y también se han recogido variedades destinadas a alimentación animal como los nabos y el trébol encarnado.
Conservación de la cultura local
"Corremos el riesgo de que en el momento en que el hortelano muere, hay mucho conocimiento que muere con él porque ya no hay transmisión de generación en generación, y esas variedades locales se pierden", apunta Sádaba. Con esta recuperación de semillas, también se conserva un modo de vida y una cultura rural que se está perdiendo. "Los guardadores de semillas son además los testigos y mantenedores de una tradición cultural antigua basada en la experiencia de generaciones de hortelanos y de unas costumbres que se han ido transmitiendo de padres a hijos", comenta Sádaba.
Recuperar una variedad no es solo la genética de cada planta, sino todo lo que hay alrededor como los aspectos sociales y culturales, que también se perderían. Como curiosidad, se han recogido semillas de melona, una variedad de melón con el que se fabricaban dulces y que se dejaron de hacer, pero que se han vuelto recuperar para hacer repostería con él, gracias a la recogida de semillas.
Las variedades recuperadas en el INTIA de tomate, guindilla, pimiento, maíz, alubia, calabaza, cebollas, habas, nabo o judía son públicas, por lo que cualquier persona que desee cultivar esas semillas puede solicitarlas y así ayudar a mantener la diversidad genética.
Ante las evidentes muestras del cambio climático, los expertos han mirado al campo tradicional, a los pequeños huertos familiares que siguen proporcionando alimentos de calidad y que esas semillas antiguas y bien adaptadas a sus entornos particulares han demostrado durante generaciones su resistencia frente a enfermedades y meteorología adversa.
La colección de seguridad del banco de recursos fitogenéticos de España alberga 44.000 variedades de cultivos. Un valioso tesoro que se encuentra en el Centro de Recursos Fitogenéticos y Agricultura Sostenible del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA-CSIC), un organismo público. Es el Svalbard español. Y está situado en Alcalá de Henares (Madrid).
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