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Infectar los suelos para recuperarlos: cómo la microbiota promete salvar la agricultura
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Infectar los suelos para recuperarlos: cómo la microbiota promete salvar la agricultura

La degradación de los terrenos de cultivo aumenta a un ritmo imparable. Diversos grupos de investigadores están valorando técnicas capaces de devolver a los suelos su resiliencia

Foto: Le estamos pidiendo al suelo que genere alimento sin descanso alguno. (Unsplash)
Le estamos pidiendo al suelo que genere alimento sin descanso alguno. (Unsplash)

Le estamos pidiendo al suelo demasiado. A día de hoy, el mar, la agricultura y la ganadería tienen que dar de comer a 7.750 millones de personas alrededor del mundo, y esa cifra sigue aumentando sin descanso. Según apunta uno de los principales expertos del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), Jason Clay, "nuestro planeta necesitará producir más comida en los próximos 40 años que la que ha generado en los últimos ocho milenios". Esto está teniendo un efecto sobre los ecosistemas, en especial sobre el suelo en el que cultivamos sin descanso trigo, maíz, arroz, cebada...

Los nutrientes que estos cereales necesitan para crecer salen directamente de la tierra y sus recursos no son infinitos. A día de hoy, según datos de la organización The Wold Counts, el 75% del área cultivable del planeta ya está degradada, y se espera que para el año 2050 esta cifra alcance el 90%. Además, poco estamos haciendo para recuperar estos suelos. De hecho, a lo máximo que llegamos es a rociarlos sin descanso de fertilizantes inorgánicos artificiales (que causan sus propios problemas medioambientales), que es como ponerle transfusiones de sangre sin fin a un herido, en vez de detener la hemorragia.

"Esto nos permitirá establecer los cimientos de nuevas prácticas que sean capaces de devolver a los terrenos degradados su resiliencia"

Se considera que tanto el cambio climático como las actividades humanas de explotación de los suelos son los principales responsables de su degradación. Esto no se debe únicamente a la producción constante de cereal, sino a que los cambio que provocamos, por pequeños que sean, tienen una repercusión en el equilibrio de los ecosistemas que habitan en el subsuelo (que puede parecer inerte, pero que implica múltiples formas de vida animal, vegetal, fúngica y bacteriana), y que es esencial para que en ellos pueda cultivarse el alimento que necesitamos. Si desaparece una especie, desaparecen todas, incluidas el trigo, la cebada o el maíz.

Foto: Un pastor con su rebaño de ovejas. (EFE/M. Bruque)

Es por esto que un grupo de investigadores de la Universidad de Wageningen en Holanda han buscado alternativas que puedan poner fin a este problema y, y la conclusión a la que han llegado es que lo primero que debemos hacer es mirar dentro de nosotros mismos, en concreto en nuestro intestino. En nuestro tracto digestivo podemos encontrar miles de millones de bacterias (la microbiota) que según explica el director general del Instituto Español de Nutrición Personalizada, Javier Cuervo: "nuestras bacterias intestinales suponen nada más y nada menos que 2 kilos de nuestro peso total".

placeholder La capacidad de retención de agua del suelo, factor clave. (Unsplash)
La capacidad de retención de agua del suelo, factor clave. (Unsplash)

Estas no son parásitos de nuestro organismo, sino que mantenemos con ellas una relación de simbiosis: nosotros las alimentamos y ellas llevan a cabo reacciones químicas completamente necesarias para nosotros, pero para las que no somos autosuficientes (el mayor ejemplo de esto es la eliminación de la bilirrubina, un subproducto de la destrucción de glóbulos rojos, que no podemos procesar).

El grupo de científicos está investigando cómo podríamos usar una combinación de microorganismos para, en vez de llevar a cabo reacciones químicas esenciales en nuestro cuerpo, que estas tengan lugar en la tierra que cultivamos y que necesitamos para algo tan básico como comer. Su propuesta implicaría someter a los suelos más degradados (que ya no son capaces de producir toda la comida que generaban) a un tratamiento de choque con microorganismos capaces de alterar la cantidad de nutrientes, la capacidad de retención de agua y la salinidad.

Foto: España, una de las grandes perjudicadas por el cambio climático. (EFE)

"Entender la interacción entre los microbios del suelo y las dinámicas hidrológicas nos permitirá establecer los cimientos de nuevas prácticas que sean capaces de devolver a los terrenos degradados una resiliencia, y que así sean aptos para volver a formar parte de un ecosistema sano capaz de generar alimento", explica Oksana Coban, la autora principal del estudio.

Este problema se acentúa todavía más si tenemos en cuenta los cambios en los patrones de precipitaciones (llueve lo mismo, pero peor). Este factor provoca que los suelos estén cada vez más secos (que un día llueva el equivalente de 10 no hidrata la tierra lo mismo, sino mucho menos). Un claro ejemplo de esto (y del cambio climático) es el avance de la desertificación (que tanto sufrimos -y vamos a sufrir- en España). Es por esto que resulta esencial llevar a cabo todas las medidas que podamos para asegurarnos de que los suelos en los que cultivamos nuestra comida recuperen su capacidad de retención de agua.

Le estamos pidiendo al suelo demasiado. A día de hoy, el mar, la agricultura y la ganadería tienen que dar de comer a 7.750 millones de personas alrededor del mundo, y esa cifra sigue aumentando sin descanso. Según apunta uno de los principales expertos del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), Jason Clay, "nuestro planeta necesitará producir más comida en los próximos 40 años que la que ha generado en los últimos ocho milenios". Esto está teniendo un efecto sobre los ecosistemas, en especial sobre el suelo en el que cultivamos sin descanso trigo, maíz, arroz, cebada...

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