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Hielo y fuego: la implacable correlación climática a miles de kilómetros de distancia
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Hielo y fuego: la implacable correlación climática a miles de kilómetros de distancia

Un nuevo estudio ha conseguido explicar por qué cada milímetro cuadrado de hielo ártico que perdemos se traduce en mayores y más violentos incendios forestales en lugares muy alejados

Foto: Resultado de un incendio en Oregón, EEUU. (REUTERS/David Ryder)
Resultado de un incendio en Oregón, EEUU. (REUTERS/David Ryder)

En 1920, el poeta estadounidense Robert Frost publicó en 'Harper's Magazine' Fire and Ice, uno de sus más famosos poemas, que comienza diciendo: "Some say the world will end in fire, Some say in ice" (Algunos dicen que el mundo acabará en llamas, otros dicen que helado). A pesar del claro sesgo apocalíptico de la obra, 100 años después, con las previsiones climáticas vaticinando aumentos de la temperatura por encima de los dos grados centígrados, sería lógico pensar que los primeros, los que según Frost creían que acabaríamos calcinados, parecen llevar razón.

Foto: Cada día quedan menos áreas que mantengan el hielo durante todo el año. Unsplash/@onun

Pero esto ya no es solo una opinión, sino que un grupo de investigadores del Pacific Northwest National Laboratory de Estados Unidos, ha probado esta cuestión de 'fuego o hielo'. (haciendo referencia a la acumulación de hielo en el círculo Polar Ártico, y al fuego de los incendios forestales masivos). Porque, en efecto, son términos absolutamente excluyentes, y cuanto más hielo perdemos en el ártico, más incendios forestales masivos estamos sufriendo.

"Las condiciones climáticas en una parte del planeta pueden tener grandes consecuencias a miles de kilómetros de distancia"

Esto se debe a que los investigadores han encontrado una correlación directa entre la acumulación de hielo al norte de Canadá y el empeoramiento de los incendios forestales masivos que azotan cada año el noroeste del continente norteamericano. Según ellos, el 'hielo y el fuego' son dos caras de la misma moneda.

Según sus hallazgos, cuando el hielo se funde entre los meses de julio a octubre, la luz solar calienta las áreas que quedan 'desnudas' de capa helada. Esto, a su vez, "provoca una reacción en cadena" que se acaba traduciendo en condiciones climáticas perfectas "para la aparición de fuegos forestales en áreas muy lejanas, como los estados de California, Oregón y Washington a finales del otoño o a inicios del invierno", explican los investigadores.

placeholder Lucha contra un incendio forestal en Oregón, EEUU. (EFE/US Forest Service)
Lucha contra un incendio forestal en Oregón, EEUU. (EFE/US Forest Service)

"Sabemos que no es una analogía perfecta, pero estos eventos se parecen al denominado como 'efecto mariposa'", explica uno de los coautores del estudio, Hailong Wang, investigador del Pacific Northwest National Laboratory.

Y continúa: "Las condiciones climáticas en una parte del planeta pueden, a lo largo del tiempo, tener grandes consecuencias a miles de kilómetros de distancia. En este caso, hemos descubierto que la región ártica y el oeste de los Estados Unidos están conectados entre sí por este vínculo. La pérdida de hielo regional en latitudes septentrionales desencadena condiciones mucho más cálidas en el oeste del país norteamericano meses más tarde".

placeholder La pérdida de superficie congelada en el ártico pone en riesgo los bosques. Foto: Unsplash
La pérdida de superficie congelada en el ártico pone en riesgo los bosques. Foto: Unsplash

Los investigadores han descubierto que cuando el hielo ártico se funde, se genera un vórtice muy fuerte en la atmósfera (a gran altitud) sobre esa área específica. Esta especie de "ciclón" (que siempre gira en sentido contrario a las agujas del reloj) desvía la 'corriente en chorro ártica' de su trayectoria normal. Esto, a su vez, conlleva que todo el aire frío, cargado de humedad, se aleje de esta parte de Estados Unidos.

No solo eso. Según los científicos, el 'desajuste' de la corriente en chorro ártica provoca la aparición de un segundo vórtice en la costa oeste de EEUU, (que esta vez gira en el sentido de las agujas del reloj), este es el verdadero responsable de las temperaturas extraordinariamente cálidas, al traer consigo aire del sur.

Foto: Las llamas devorando el pueblo de Lytton durante la ola de calor. Reuters

La suma de ambos, uno aportando sequedad, y el otro altas temperaturas, son los que provocan las condiciones perfectas como para que se produzcan incendios forestales masivos y olas de calor sin precedentes como los que azotaron el sureste de Canadá (en la Columbia Británica) a finales del mes de junio y que provocaron cientos de muertes por calor, miles de hectáreas quemadas y temperaturas que alcanzaron los 49,6 ºC, récord histórico en el país norteamericano.

Y este problema, como todos los de índole climática a los que nos enfrentamos hoy en día, va de mal en peor. Los investigadores, habiendo descubierto el proceso por el que esto ocurría, decidieron estudiar los registros de las capas de hielo en las últimas décadas, descubriendo una correlación exacta entre la pérdida de hielo ártico y el empeoramiento de los incendios forestales (desde la década de los años 70, cada 10 años se reduce un 13% la cantidad de la cobertura de hielo que cubre el ártico al final del verano). Tenemos un problema enorme. Lo que no tenemos a día de hoy, es una solución.

En 1920, el poeta estadounidense Robert Frost publicó en 'Harper's Magazine' Fire and Ice, uno de sus más famosos poemas, que comienza diciendo: "Some say the world will end in fire, Some say in ice" (Algunos dicen que el mundo acabará en llamas, otros dicen que helado). A pesar del claro sesgo apocalíptico de la obra, 100 años después, con las previsiones climáticas vaticinando aumentos de la temperatura por encima de los dos grados centígrados, sería lógico pensar que los primeros, los que según Frost creían que acabaríamos calcinados, parecen llevar razón.

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