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'Hoteles humanos': los escoceses que acogen gratis a los activistas de la COP26
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'Hoteles humanos': los escoceses que acogen gratis a los activistas de la COP26

Para los miles de personas que se han desplazado a Glasgow para participar en los eventos (y protestas) de la cumbre climática, los precios de los alojamientos turísticos son inasumibles, habiendo subido hasta los 585 euros la noche

Foto: El alojamiento en Glasgow durante la COP26 tiene precios prohibitivos. (Unsplash)
El alojamiento en Glasgow durante la COP26 tiene precios prohibitivos. (Unsplash)

Cuando supo que la cumbre del clima de Naciones Unidas se celebraría en su país, Rose Ann Dennington decidió que viajaría a Glasgow desde su hogar en Edimburgo para unirse a las marchas que suceden allí, casi a diario, mientras los países negocian los planes con que detener el calentamiento global a tiempo.

Pero los sindicatos anunciaron que en las primeras semanas de noviembre los trabajadores del sector ferroviario se pondrían en huelga, por lo que se interrumpirían los servicios de trenes (algo que finalmente terminó pasando de todas formas gracias a las condiciones meteorológicas). “Con 63 años, yo ya no estoy para quedarme varada en Glasgow sin saber cómo volver”, pensó Dennington, que ni tiene coche ni conduce.

"Pero el problema seguirá hasta que no cambiemos nuestros valores y empecemos a pensar en lo que realmente importa"

Finalmente, encontró una alternativa para apoyar la causa climática indirectamente: acogería en su casa a activistas extranjeros que han venido a Escocia desde diferentes rincones del planeta solo para sumarse a las protestas. Así es como conoció a Javier de la Casa y a Marta Moreno, dos españoles que, gracias a que se pueden alojar en casa de Dennington, han participado en las acciones de desobediencia civil organizadas estos días por colectivos ecologistas.

Como ellos dos, otras 1.500 personas han utilizado la plataforma Human Hotel en el marco de la campaña lanzada junto con la Coalición COP26 —que aúna más de 100 grupos ambientalistas— para facilitar que no solo activistas sino también periodistas o incluso delegados en situaciones económicas complicadas puedan acudir a la vigesimosexta cumbre del clima de Naciones Unidas.

placeholder Protesta de activistas climáticos en Glasgow. (Reuters/Yves Herman)
Protesta de activistas climáticos en Glasgow. (Reuters/Yves Herman)

“Es una manera de contribuir a la lucha contra la crisis climática”, cuenta Dennington, y señala que este problema le aterra especialmente cuando piensa en el mundo en que va a vivir su nieto. “A veces no me permito a mí misma pensar en ello”, confiesa y dice que también empatiza con el temor de los jóvenes, pues le recuerda el miedo que pasó su generación en los años ochenta, cuando en plena Guerra Fría el Reino Unido se vio ante la posibilidad real de sufrir un ataque nuclear.

La historia de esta mujer escocesa en el activismo por la justicia social es larga. Criada en el seno de una familia obrera, le costó estudiar para hacerse enfermera, y cuando finalmente lo logró trabajó durante años en el ámbito de la cirugía ginecológica. Allí se topó con mujeres en situaciones dramáticas, explica, que lloraban por las noches y compartían sus historias. "Eran guardias muy emotivas". Después se hizo voluntaria en albergues para personas sin hogar y afectadas por las drogas. Ahora ve el cambio climático como una siguiente gran batalla por la justicia social. “Son siempre los pobres quienes más sufren”, lamenta, aunque dice cobijar algo de esperanza de que, sobre todo gracias a la presión de las manifestaciones, los líderes políticos elaboren un plan con el que contener el calentamiento por debajo del grado y medio recomendado por la ciencia. “Pero el problema seguirá hasta que no cambiemos nuestros valores y empecemos a pensar en lo que realmente importa, no en lo que creemos que importa”, zanja.

placeholder Una de las marchas durante la COP26. (EFE/Robert Perry)
Una de las marchas durante la COP26. (EFE/Robert Perry)

Lily Hannigan y Chloe Saunders son otras de los 1.000 residentes que han ofrecido una habitación —o un apartamento entero, en el caso de estas dos inglesas— a los asistentes a la COP26 a cambio de nada. Dormir una noche en el piso de Edimburgo de esta pareja de 27 y 30 años, respectivamente, cuesta exactamente cero euros. Pasar ahí 14 días, también. “Las dos nos sentimos muy apeladas por el movimiento y estamos concienciadas sobre la urgencia de frenar la crisis climática”, explica Hannigan, “pero no tenemos mucho tiempo para dedicar al activismo, así que pensamos que esta era una buena forma de compensarlo”.

La idea de la campaña es que personas de todas partes del mundo puedan estar representadas en Glasgow, ya sea en la reunión oficial o en las marchas y protestas paralelas.

Precios prohibitivos durante la COP26

La generosidad de los anfitriones que han apoyado la iniciativa prestando de esta manera sus hogares a completos desconocidos contrasta con la avaricia que han demostrado algunos propietarios de alojamientos turísticos en Glasgow, donde las tarifas de hoteles y alquileres vacacionales se dispararon a medida que se cercaba la COP26, que ha arrastrado a la ciudad a cerca de 25.000 personas.

Foto: Manifestantes durante la COP26 en Glasgow, rodeados de policías. (Extinction Rebellion)

Un apartamento ofertado en Airbnb cuesta en la segunda semana de negociaciones climáticas hasta casi 6.900 euros por noche. Pasada la cumbre del clima, el precio por noche de ese mismo apartamento baja a los 160 euros y, ya en diciembre, a 100 euros. Un hotel de tres estrellas que en las semanas posteriores a la cumbre puede costar entre 70 y 100 euros por noche, durante la COP26 cuesta 585.

Así las cosas, y con los alojamientos a precios asequibles ya completos desde septiembre, muchos activistas, periodistas e incluso delegaciones han tenido que hospedarse en Edimburgo, a una hora en tren de donde tiene lugar la cita de Naciones Unidas. Desde la propia organización de la COP26 llevan meses aconsejando a delegados y a otros asistentes que busquen alojamiento en la capital escocesa, y no en Glasgow.

Cuando supo que la cumbre del clima de Naciones Unidas se celebraría en su país, Rose Ann Dennington decidió que viajaría a Glasgow desde su hogar en Edimburgo para unirse a las marchas que suceden allí, casi a diario, mientras los países negocian los planes con que detener el calentamiento global a tiempo.

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