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Culpamos a China de la crisis climática mientras India hace lo que quiere
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Culpamos a China de la crisis climática mientras India hace lo que quiere

Los compromisos de uno y otro no pueden ser más diferentes. El más grande de los gigantes asiáticos se ha comprometido a ser neutro en carbono para 2060, mientras que la hoja de ruta del otro solo contempla un aumento de las renovables

Foto: Una central de carbón en Ahmedabad, India. Reuters
Una central de carbón en Ahmedabad, India. Reuters

Después de Estados Unidos, que se lleva el primer puesto (de lejos) en emisiones totales, a lo largo de la historia, de gases de efecto invernadero (GEI), China es el segundo mayor culpable. Dar energía a casi 1,4 millardos de personas no es moco de pavo. Entre las pegas energéticas que tiene el gigante asiático está que, a pesar de su tremenda extensión (9,5 millones de kilómetros cuadrados, lo que lo convierte en el tercer país más grande de la tierra), sus reservas petrolíferas dejan muchísimo que desear, así como lo hacen las de gas.

Lo que sí tiene China, históricamente, es carbón. Se calcula que es el cuarto país de la tierra con mayor cantidad de este combustible. Esto, como es lógico, provoca que su generación de energía eléctrica se haya basado (y a día de hoy siga haciéndolo) en las centrales que utilizan este combustible fósil. A día de hoy, según datos de la Agencia Internacional de Energía (IEA por sus siglas en inglés), el país asiático obtiene un 65% de su electricidad del carbón, seguido por el petróleo y el gas natural.

China es la responsable del 28% del total mundial de emisiones de gases de efecto invernadero

El problema es que, de la totalidad de formas que tenemos de generar una corriente eléctrica, el carbón es, con diferencia, la menos respetuosa con el medioambiente. Es la que más gases de efecto invernadero (GEI) emite, además de otras tóxicas sustancias. Al mismo tiempo, principalmente en el noreste de China, es un recurso muy abundante, lo que supone electricidad barata y fácil de producir.

Pero ya desde hace unos años China ha estado en el punto de mira de la opinión pública por sus emisiones. Según datos publicados en 2019 por la 'Union of Concerned Scientists', el gigante asiático es responsable del 28% del total mundial de emisiones de gases de efecto invernadero, lo que lo coloca bien por delante del segundo, EEUU, que 'solo' aporta el 15% del total.

Pero poco se habla del tercero en discordia. Mientras que China, gracias a la presión internacional, no solo ha admitido sus faltas, sino que además se ha comprometido a remediarlas (claro ejemplo es la Cumbre del Clima organizada por Joe Biden la semana pasada, en la que Xi Jinping expresó sus ambiciosos objetivos medioambientales, con la intención de alcanzar la neutralidad de carbono en 2060).

placeholder La generación de electricidad en la India por fuente. (IEA)
La generación de electricidad en la India por fuente. (IEA)

Pero por otra parte, está la India. El 'más pequeño' de los supergigantes asiáticos (todo lo pequeño que puede ser un país con 1.366 millones de habitantes), no se queda corto en lo que a contribución a la crisis climática se refiere. Según los datos de la Comisión Europea, sus emisiones de GEI suponen el 7% del total emitido a la atmósfera (el tercer mayor responsable a nivel global, si no contamos la UE como una unidad).

Pero el compromiso de la India sí que deja que desear... A pesar de que en la reunión global de la semana pasada, el Primer Ministro de la India, Narendra Modi, destacó el compromiso de su país con el medio ambiente, mientras el resto de países ponían claros objetivos de cuándo y cómo iban a afrontar sus países la crisis, y de cuándo pretendían ser neutros en carbono, el Primer ministro hacía una referencia a que "para 2030, habremos instalado 450 GW de energías limpias", pero sin hacer la más mínima mención al carbón.

placeholder Protesta contra el carbón en Londres. Foto: Reuters
Protesta contra el carbón en Londres. Foto: Reuters

Según datos de la IEA, la India obtiene el 70% de su energía de este combustible fósil extraordinariamente contaminante. No solo eso, sino que según datos de 'Global Energy Monitor', la India está construyendo o planea la apertura de más de 50 centrales eléctricas basadas en el carbón. Además, al contrario que China, cada año, según la IEA, genera una mayor cantidad de energía (y de GEI) gracias a esta fuente. El problema va en aumento.

La otra cara de la moneda

Por supuesto, no es la India la única responsable. Muchos otros países del sudeste asiático o de África (como Nigeria, Kenia, Sudáfrica o Zimbawe) están planeando la construcción de nuevas y gigantescas centrales de carbón, 'necesarias' para suministrar la creciente demanda eléctrica de sus países. El problema de esto, es que es lógico.

Foto: Foto: EFE

Exigir a países tan pobres las inversiones necesarias para transformar el sistema energético de un país no es justo (como expresaba el primer ministro de la India hace unas semanas). Mientras que en los países desarrollados la transición verde supone una clara oportunidad (puestos de trabajo, exportación de tecnologías, desarrollo de la industria), en otros menos desarrollados supone, simple y llanamente, la importación de productos, tecnologías y mano de obra experta.

Obligar a los menos afortunados a 'arrimar el hombro' por los pecados cometidos durante más de 150 años por los más ricos no es justo, pero dado lo terrible que parece el escenario al que nos dirigimos si no hacemos nada, parece que es nuestra única opción. Es por esto que la financiación exterior para la transición energética y climática es esencial. Hemos creado este problema y es nuestra responsabilidad solucionarlo, o más bien, de todos por igual.

Después de Estados Unidos, que se lleva el primer puesto (de lejos) en emisiones totales, a lo largo de la historia, de gases de efecto invernadero (GEI), China es el segundo mayor culpable. Dar energía a casi 1,4 millardos de personas no es moco de pavo. Entre las pegas energéticas que tiene el gigante asiático está que, a pesar de su tremenda extensión (9,5 millones de kilómetros cuadrados, lo que lo convierte en el tercer país más grande de la tierra), sus reservas petrolíferas dejan muchísimo que desear, así como lo hacen las de gas.

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