No hemos aprendido nada: las emisiones de CO₂ vuelven a aumentar
La diferencia entre los retos aceptados por todos en el Acuerdo de París y las medidas para abordarlos sigue siendo desesperante. El mundo parece no escuchar al planeta y sigue sin corregir el rumbo hacia su incierto destino
Estábamos convencidos de que la drástica disminución de la producción industrial, la actividad comercial y el tránsito de mercancías y pasajeros por vía terrestre, marítima y aérea, iba a producir un descenso equivalente de las emisiones de gases con efecto invernadero (GEI). Creíamos que ésta iba a ser una buena oportunidad para mirar por el retrovisor, tomar nota de lo sucedido y aceptar que para seguir avanzando debemos hacerlo a otro ritmo. Sin embargo no ha sido así.
Los datos oficiales sobre el descenso de las emisiones globales de GEI (agrupados en el llamado CO2 equivalente) durante el año pasado no han resultado los esperados. Y es que, a pesar del insólito parón en casi todos los sectores a consecuencia de la pandemia del COVID-19, lo cierto es que a final de año éstas apenas bajaron un 4%. Exactamente un 4,02 por ciento, según Carbon Monitor.
Las emisiones globales de CO2 cayeron el año pasado la mitad de lo que deberían haberlo hecho en un año normal
Creada por un grupo de investigadores científicos y profesores universitarios, Carbon Monitor es una iniciativa internacional que, en base a estimaciones científicas apoyadas en datos estadísticos, elabora y actualiza periódicamente gráficas de seguimiento sobre las emisiones de CO2 equivalente a nivel global.
Para ello muestrea y monitoriza una alta variedad de datos provenientes de diversas fuentes, como los que reportan las centrales eléctricas de 26 países, la producción mundial de cemento, los consumos de energía en los sectores industriales de 62 países, la movilidad urbana y los índices de movilidad del transporte por carretera de 416 ciudades en todo el mundo.
Asimismo también analiza, comprueba e incorpora los datos del transporte aéreo y marítimo internacional, así como los niveles de consumo energético de edificios comerciales y residenciales en 206 ciudades repartidas por todo el mundo. Debido a esa gran variedad de datos (que representan cerca del 10% de las emisiones totales del GEI) y la fiabilidad de sus métodos estadísticos, las gráficas de Carbon Monitor gozan de una alta reputación entre las instituciones y la comunidad científica.
En 2020, la suma de todos esos porcentajes revela una disminución del 7,8% de las emisiones de CO2 a nivel mundial en el período que va del 1 de enero al 30 de abril, en comparación con el mismo período de tiempo en 2019. Pero en cambio señalan un nuevo incremento de las emisiones a partir de ese momento hasta llegar a igualar (e incluso superar) los niveles a final de año. Los expertos de la esta organización consideran que ello se debió fundamentalmente a la recuperación de la actividad económica en China y la progresiva flexibilización de los confinamientos en otros países.
Hay que recordar que, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), las emisiones de GEI deberían reducirse en un 7,6% anual durante esta década para cumplir con el principal objetivo del Acuerdo de París: evitar que el planeta se caliente más de 1,5ºC respecto a los niveles preindustriales. Un objetivo que cada día parece más lejano y para el que el planeta no va a darnos una prórroga.
Sin embargo en 2020, y a pesar de las circunstancias extraordinarias derivadas de la pandemia que provocaron un parón nunca antes visto de la actividad humana a escala mundial, apenas alcanzamos la mitad de esa reducción prevista. Las conclusiones que nos deja este hecho son ciertamente inquietantes pues revelan la dificultad de detener la inercia y corregir el rumbo que ha tomado el mundo, un rumbo que nos conduce de cabeza hacia los peores escenarios de la crisis climática.
Estábamos convencidos de que la drástica disminución de la producción industrial, la actividad comercial y el tránsito de mercancías y pasajeros por vía terrestre, marítima y aérea, iba a producir un descenso equivalente de las emisiones de gases con efecto invernadero (GEI). Creíamos que ésta iba a ser una buena oportunidad para mirar por el retrovisor, tomar nota de lo sucedido y aceptar que para seguir avanzando debemos hacerlo a otro ritmo. Sin embargo no ha sido así.