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De las 'smart cities' a la 'smart society' (o cómo una ciudad de 70.000 habitantes puede ser una ciudad inteligente)
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De las 'smart cities' a la 'smart society' (o cómo una ciudad de 70.000 habitantes puede ser una ciudad inteligente)

De las 'nuevas' ciudades inteligentes y de casos de éxito se habló este miércoles en el foro 'Smart cities: gestión urbana inteligente, tecnología e innovación social', organizado por El Confidencial y Acciona en Palencia

Foto: Foro 'Smart cities: gestión urbana inteligente, tecnología e innovación social'.
Foro 'Smart cities: gestión urbana inteligente, tecnología e innovación social'.

La teoría sobre las smart cities ya la sabíamos. En 2050, el 68% de la población mundial vivirá en ciudades, como prevé la ONU. Aprobar con nota los retos de este crecimiento, como son una mayor demanda de servicios, la movilidad, el medioambiente o la gestión pública, depende de apoyarse (bien) en los tres pilares del desarrollo sostenible: el económico, el social y el ambiental. La tecnología vendría a ser, en este escenario, poco menos que la piedra Rosetta.

La práctica nos está enseñando, sin embargo, que, al hablar de smart cities, ni todo es tecnología, ni este es concepto exclusivo de las megaurbes. De esta visión más amplia de las ciudades inteligentes y de casos de éxito en el camino hacia ellas se habló este miércoles, 16 de noviembre, en el foro Smart cities: gestión urbana inteligente, tecnología e innovación social, el tercer encuentro del ciclo Descarbonizar ciudades, celebrado en el centro cultural Lecrác de Palencia de la mano de Acciona.

El objetivo del encuentro, moderado por Carlos Hernanz, adjunto al director de El Confidencial, fue debatir en torno a la gestión eficiente en materia de infraestructura y servicios urbanos de las smart cities, que, como recordó al inicio Nacho Cardero, director del medio, ya no son una opción, sino una obligación.

Palencia: riego inteligente y autobuses a demanda

Palencia (Castilla y León). 77.000 habitantes. En 2011, el ayuntamiento decidió empezar a cambiar el alumbrado público por otro que produjera menos emisiones y fuera más económico. En 2014, el cambio de 3.000 puntos de luz a tecnología led, todos ellos telegestionados, ya permitió un ahorro energético del 70% y un ahorro económico de dos millones de euros, sin olvidar las 871 toneladas de CO₂ que dejaron de emitirse a la atmósfera. Hoy, ya se ha renovado más del 55% de la iluminación de la ciudad.

Por otro lado, “el riego de parques y jardines se gestiona a través de una aplicación que se basa en medidores de humedad y radiación para controlar el gasto de agua; el trazado de los autobuses es a demanda, en función de las paradas en las que se detienen más y en las que menos, y la digitalización de la gestión de la basura permite saber cuándo un contenedor está lleno”, explicó Mario Simón, alcalde de Palencia.

placeholder Tomás del Bien, alcalde de Toro, y Daniel González Bootello, director general de Smart City Cluster y miembro del Consejo Asesor en el Desafío de Ciudades Inteligentes de la Comisión Europea.
Tomás del Bien, alcalde de Toro, y Daniel González Bootello, director general de Smart City Cluster y miembro del Consejo Asesor en el Desafío de Ciudades Inteligentes de la Comisión Europea.

Toro: de no tener fibra óptica a sistemas inteligentes

Otro ejemplo aún más rotundo que demuestra que una smart city no tiene que ser una megaciudad es el de Toro, también en Castilla y León, con poco más de 8.000 habitantes. Hasta hace dos años, no tenían fibra óptica. Hoy, el abastecimiento del agua se monitoriza también desde una aplicación, de tal manera que “nos permite ser más eficientes, porque no desperdiciamos agua, y ante cualquier incidencia podemos reaccionar rápidamente”, expuso su alcalde, Tomás del Bien. El 100% del sistema lumínico del municipio, ya de tecnología led, se adapta a la cantidad de personas en la vía pública. “Hemos pasado de pagar casi 230.000 euros en alumbrado público a poco más de 80.000”.

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¿Cómo se consigue ser una smart city?

Para llegar a tener éxito, como en los ejemplos anteriores, lo primero que hay que hacer es, según Elena Navarro, mánager de Innovación en Smart Cities de Acciona, deconstruir esa definición y, “además de dejar de pensar en estas como ciudades del futuro, porque ya son presente, desviar el foco de la tecnología a la calidad de vida de las personas, poner la tecnología al servicio de las personas”. Esto se consigue sabiendo sacar partido a los datos, por parte de las administraciones, pero también poniéndolos al servicio del ciudadano, por ejemplo, con los portales de datos abiertos o apps.

Un ejemplo sería la app de que ya disponen los palentinos para hacer una fotografía de un contenedor de basura si rebosa y enviarla al consistorio para que vayan a vaciarlo. Para su alcalde, si hay alguna manera de construir una ciudad inteligente, esta es con una buena planificación estratégica, continuidad en la implementación de medidas y transversalidad en estas, teniendo muy en cuenta que hay que evitar uno de los peligros de ciudades pequeñas o medianas y rurales como la suya, la despoblación, “que se puede frenar con la digitalización y la conectividad”.

"Para construir ciudades inteligentes, hay que poner la tecnología al servicio de las personas" (Elena Navarro)

Precisamente, la digitalización es, para el alcalde de Toro, uno de los pilares de un municipio como el suyo, importante polo turístico: “Con el covid, vimos que se vive mejor en lugares menos masificados, desde los que se puede teletrabajar. Si a eso le sumamos el potencial de la inteligencia artificial, podemos conseguir una gestión eficiente de los recursos municipales, sobre todo orientados a las épocas fuertes de turismo, para reforzar esta atracción”.

Todo ello, sin olvidarse, según Daniel González Bootello, director general de Smart City Cluster y miembro del Consejo Asesor en el Desafío de Ciudades Inteligentes de la Comisión Europea, de dos factores más: “Se necesita tiempo y tranquilidad para construirlas. Tiempo y realismo, ponerse objetivos razonables, no se puede aspirar a un gran cambio de vida para la ciudadanía de un día para otro y las decisiones han de incluir al ciudadano en todo momento, que sea partícipe”.

placeholder Elena Navarro, mánager de Innovación en Smart Cities de Acciona, y Mario Simón, alcalde de Palencia.
Elena Navarro, mánager de Innovación en Smart Cities de Acciona, y Mario Simón, alcalde de Palencia.

El alcalde de Toro destacó también la dificultad, a veces, de encontrar ayudas en el medio rural por falta de personal, de departamentos especializados o de una estrategia que lleva a perder oportunidades, por ejemplo, de recibir fondos Next Generation: “No puede ser que un municipio entienda qué es una smart city y otro no; tampoco que te enteres de que ha salido una convocatoria de ayudas 10 días antes de que cierre el plazo de peticiones”, reivindicó Tomás del Bien. Algo que se podría solucionar, según Daniel González, “intentando estar al día de estas ayudas y apoyándose en clústeres como el nuestro”.

Al final, se trata, según Elena Navarro, de cambiar el paradigma entre todos, sector público, empresas y agentes sociales, y de saber que innovar, en ocasiones, implica fallar. Al final, se trata de comprender que hay que borrar los límites de las smart cities y empezar a hablar de smart society, de ciudades adaptadas a sus características; de “abandonar los localismos y difuminar los límites municipales en beneficio de todos”, como añadió el alcalde de Palencia. Porque “las ciudades inteligentes son una filosofía, más allá de la tecnología”, apuntó, y, según Daniel González, “solo es cuestión de tiempo que todos lleguemos a ellas, lo importante es hacer una buena transición a todos los niveles”.

La teoría sobre las smart cities ya la sabíamos. En 2050, el 68% de la población mundial vivirá en ciudades, como prevé la ONU. Aprobar con nota los retos de este crecimiento, como son una mayor demanda de servicios, la movilidad, el medioambiente o la gestión pública, depende de apoyarse (bien) en los tres pilares del desarrollo sostenible: el económico, el social y el ambiental. La tecnología vendría a ser, en este escenario, poco menos que la piedra Rosetta.

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