Las ciudades deben ser las grandes protagonistas de la acción climática

Una de las tareas más urgentes e ineludibles que debemos afrontar para adaptarnos a los escenarios hacia los que nos aboca el cambio climático, es la de repensar nuestro modelo de ciudad. Por que tal y como venimos señalando en Planeta A desde nuestros inicios, en ése cambio de modelo hacia una ciudad más sostenible radica buena parte de las posibilidades de eludir los que nos abocan a la incertidumbre.

En la actualidad las ciudades del mundo consumen el 75% de los recursos naturales y generan el 60 % de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) relacionadas con el consumo de energía. Unos números que no van a dejar de ir en aumento ya que, según las estimaciones de la ONU, hacia 2050 casi dos tercios de la población mundial vivirá en núcleos urbanos.

El sector de los edificios y la construcción es responsable de buena parte de las emisiones urbanas de GEI. Por eso es tan importante que los gobiernos locales implementen medidas concretas para que este sector logre una reducción que según diversos acuerdos internacionales deberían llegar a un -80 % para antes de 2050.

La adaptación al cambio climático pasa necesariamente por rediseñar el modelo urbano, y muchas ciudades se han puesto ya a ello

La Fundación Ellen MacArthur por ejemplo está llevando a cabo numerosas iniciativas para promover la circularidad en las ciudades, trabajando con un centenar de municipios tan variados geográficamente y tan dispares en tamaño, entorno y cultura como son: Bruselas, Charlotte, Milán, Phoenix, Lisboa, Yokohama, Amsterdam, Toronto o Vitoria, entre otras. Hace dos años esta organización presentó su estrategia Circular Economy in Cities, un conjunto de recursos accesibles para promover un modelo de ciudad prospera, habitable y con mayor capacidad de adaptarse a la crisis climática.

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Existen muchas otras organizaciones que están impulsando un entorno urbano más sostenible, como el C40 Cities Climate Leadership Group, una red de megaciudades del mundo comprometidas a abordar el cambio climático compartiendo conocimiento e implementando acciones conjuntas. O la Unidad de Ciudades de la ONU para el Medio Ambiente, alineada con el 11º Objetivo de Desarrollo Sostenible y destinada a evaluar los impactos ambientales e integrar el medio ambiente en la planificación estratégica de los edificios e infraestructuras, el transporte, la calidad del aire, la gestión de los residuos, el acceso al agua y la conservación de los ecosistemas urbanos y la biodiversidad que acogen.

Gobiernos Locales por la Sostenibilidad (ICLEI por sus siglas en inglés) cuenta ya con más de 2500 gobiernos locales de 130 países para los que el compromiso hacia la transición circular de las ciudades es el elemento clave para el período 2018-2024, sumando esfuerzos para unificar criterios y establecer objetivos comunes con el fin de avanzar juntos con rumbo fijo hacia un modelo de desarrollo urbano más circular y neutro en carbono.

Para llevar a cabo dicha transición hace falta una colaboración profunda y real entre los países, las regiones y los municipios mediante el intercambio de conocimientos, recursos y buenas prácticas en economía circular. Para ello ICLEI contempla la circularidad desde un doble punto de vista: por una parte su contribución potencial a la reducción de GEI y, por otra, en el ámbito socioeconómico observa la circularidad como una magnífica oportunidad de generar empleo en las ciudades.

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Ciudades, regiones, países están tomando la iniciativa para afrontar de forma conjunta los retos de la crisis climática exista o no un plan nacional o supranacional en su ámbito. Muchas de ellas optan por profundizar en uno o en un grupo de aspectos relativos a la circularidad para avanzar en su desarrollo y compartir la experiencia. Vitoria-Gasteiz, la capital del País Vasco que ya fue Capital Verde Europea en 2012 y ha sido declarada Global Green City por la ONU, por ejemplo, tras focalizar sus acciones en el ámbito de la movilidad sostenible, se está centrando actualmente en la potenciación de la producción alimentaria local y sostenible y la reducción de residuos.

El caso de Amsterdam es quizá el que mejor evidencia el protagonismo que están adquiriendo las ciudades en la mitigación y la adaptación al cambio climático. La ciudad holandesa está impulsando proyectos en todos los ámbitos posibles y a todos los niveles en una visión muy ambiciosa pero que está dando resultados sorprendentes. Ahí está su inspirador barrio de Buiksloterham: ejemplo mundial de circularidad urbana y una clara muestra del alto nivel de confort, fraternidad y convivencia que ésta puede aportar a nuestras ciudades.

Mientras tanto un país entero, Dinamarca, lleva años transitando hacia un estado 100% circular sin dejar de crecer como economía, provocando el asombro y la admiración del mundo entero. Todos los caminos son válidos para avanzar en esta transición que en muchos casos será larga y compleja, pero a la que no podemos renunciar. Porque el futuro de nuestras ciudades, regiones y países será circular o no será.