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Los peces llevan comiendo microplástico desde los cincuenta, y tú también
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Efectos todavía desconocidos

Los peces llevan comiendo microplástico desde los cincuenta, y tú también

A pesar de que tengamos la impresión de que es un problema 'nuevo', desde el 'boom' de estos materiales su concentración en los sistemas digestivos de estos animales se ha disparado, y en los nuestros también

Foto: Un pesquero francés con las redes llenas de peces y, sin saberlo, de plástico. Greenpeace
Un pesquero francés con las redes llenas de peces y, sin saberlo, de plástico. Greenpeace

Es uno de los grandes inventos de la humanidad, de eso no cabe la menor duda. Cierto es que el acero o el hormigón armado tienen unas propiedades físicas excepcionales, pero el plástico ha conseguido lo que muy pocos materiales han logrado: facilitarnos muchísimo la vida.

El problema es que, como todo en esta vida, esta comodidad tiene un precio. Cuando nos desprendemos de este material (muchas veces porque está claramente diseñado para ser de un solo uso), a pesar de que se intenta reciclar lo que se puede (algunos tipos de plástico son, o muy difíciles de reciclar o imposible), es posible que parte de él acabe en plantas incineradoras -que, por desgracia, son contaminantes- o en vertederos. En casos más terribles, estos residuos plásticos pueden acabar en el mar.

"La cantidad de microplásticos en los peces es directamente proporcional a los niveles globales de producción de este material"

Si simplemente no fuesen biodegradables, sería sucio y asqueroso, pero bueno, ahí se quedaría. El problema es que, a pesar de que los polímeros de este material no se descompongan (o lo hagan a un ritmo increíblemente lento), minúsculos trozos son erosionados, al igual que ocurre con las rocas. Estas partículas son conocidas como microplásticos y tanto la tierra como el mar de todo el planeta están llenos de ellos.

Otro problema (como si los anteriores fuesen pocos) es que los microplásticos le parecen comida a muchas especies animales, principalmente a los peces, lo que provoca que se los coman.

Aunque diversas teorías científicas se han propuesto sobre el efecto que tienen estos materiales en la biología de las especies marinas (y en la nuestra) la más común es que no provocan nada bueno. Entre los síntomas (humanos) que se asocian al consumo de microplásticos están la citotoxicidad, la hipersensibilidad (aunque esta asociación es muy vaga), la respuesta inmune y la hemólisis (la ruptura de los glóbulos rojos). Dado que, según datos de la FAO, un 6,1% del total de proteínas ingeridas por el ser humano a nivel global procede del pescado (que está infestado de microplásticos), y, dado que estamos en lo más alto de la cadena trófica, esas partículas presentes en estos animales acaban en nosotros.

placeholder Investigación de microplásticos en la Universidad de Sídney. Reuters
Investigación de microplásticos en la Universidad de Sídney. Reuters

Según un estudio elaborado por el investigador Piyal Bhattacharya, "el problema (otro más) de los microplásticos es que las fibras de este material, en contacto con el agua de mar, no permanecen inalteradas, sino que se unen químicamente a algunos metales, bifenilos policlorados y otros contaminantes", que acaban en nuestro plato al hacernos, por ejemplo, una merluza al horno.

Pero la crisis de microplásticos que sufrimos, aunque pueda parecer muy reciente, en realidad lleva teniendo lugar desde hace décadas. Así lo explican en un estudio los investigadores Timothy J. Hoellein, Loren Hou y el resto de su equipo de la Universidad de Chicago en EEUU. Como explica Timothy J. Hoellein: "En los últimos 10 o 15 años, la idea de que hay un problema con el plástico en el agua ha estado en la mente del público. Pero, en realidad, los organismos han estado expuestos a la basura plástica desde que estos materiales fueron inventados".

Foto: Una bolsa de plástico, en la fosa de Calipso, el punto más profundo del Mediterráneo. (Caladan Oceanic)

De todos los museos que existen en el mundo, uno de los más extraños es en el que trabaja otro de los autores, Caleb McMahan: el Field Museum. En él, se almacenan conservan ejemplares de peces de los últimos 100 años. Los investigadores decidieron analizar estos ejemplares (hasta 5 especímenes por década), para ver el contenido de microplásticos en sus tractos digestivos.

El descubrimiento fue impactante: en la primera mitad del siglo XX, el contenido de microplásticos fue casi nulo, pero en los años 50 (momento que coincidió con la industrialización y la manufacturación masiva de estos materiales) la cantidad de partículas plásticas en los tractos digestivos de los peces se disparó. "La cantidad de microplásticos en los peces ha sido (y es) directamente proporcional a los niveles globales de producción de plástico", explica Caleb McMahan.

Por desgracia, llevamos comiendo este contaminante desde hace ya 70 años, sin saberlo. A pesar de las dudas que existan sobre sus efectos reales sobre la salud, está claro que no son vitaminas ni minerales, y, en el mejor de los casos, su presencia es, como mínimo, indeseable. La gestión de recursos es esencial, pero no solo en España, sino en todo el mundo, porque nosotros podemos esforzarnos y no soltar al mar ni un solo gramo, que si otros países no siguen políticas responsables, los peces que nos llevamos a la boca estará cada día más contaminados. A fin de cuentas el mar nos une a todos.

Es uno de los grandes inventos de la humanidad, de eso no cabe la menor duda. Cierto es que el acero o el hormigón armado tienen unas propiedades físicas excepcionales, pero el plástico ha conseguido lo que muy pocos materiales han logrado: facilitarnos muchísimo la vida.

FAO
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