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En la oficina estás a salvo de los gases nocivos, pero no en tu propio coche
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benceno y formaldehído

En la oficina estás a salvo de los gases nocivos, pero no en tu propio coche

Un reciente estudio muestra que los trayectos de más de 20 minutos en coche nos exponen a los efectos de sustancias nocivas. Esto, sumado a la contaminación ambiental de las ciudades, supone un serio riesgo para la salud

Foto: Foto: Unsplash/@whykei.
Foto: Unsplash/@whykei.

La macroeconomía nos afecta a todos. Cuando los medios anuncian que el PIB español sube, nos alegramos. Cuando la bolsa se desploma, todos prestamos atención a la pantalla: sabemos que es una mala noticia. Pero sus efectos directos en la mayor parte de nosotros no tienen por qué suceder de forma inmediata. Sí, que el paisaje económico tenga buen aspecto aumenta las probabilidades de que nuestra propia economía mejore, pero no tiene una relación causa-efecto, ni muchísimo menos.

Lo que nos preocupa de verdad es poder pagar con holgura nuestra hipoteca, poner buena comida cada día encima de la mesa, poder darnos un capricho de vez en cuando... En resumidas cuentas: tener una buena situación económica personal y familiar. A fin de cuentas, el ser humano es egoísta y nuestro instinto de supervivencia hace que, en la mayor parte de las ocasiones, antepongamos nuestro interés personal.

"El nivel de exposición depende de la cantidad de tiempo que pasamos dentro de nuestros vehículos y de la cantidad de tóxicos emitidos"

Pero lo contrario está ocurriendo con la calidad del aire. Nos preocupan (y con razón) las emisiones de NO y CO₂ a la atmósfera de las ciudades, las micropartículas en suspensión... Pero estas sustancias están reguladas. Los gobiernos suelen establecer límites máximos para oficinas y espacios públicos para garantizar la seguridad de aquellos que trabajan o visitan el lugar. Pero estas reglamentaciones no existen en otros lugares más concretos donde pasamos largas horas cada día: el interior de nuestros hogares o de nuestro coche.

Antes de nada, debemos dejar claro que todo puede ser un veneno, solo depende de la cantidad. En el caso del cianuro, esta es muy baja, y en el del agua, muy alta. Es por esto que existe, para cada sustancia, un límite de ingesta a partir del cual empieza a ser peligrosa. Pero como se explica en un nuevo estudio elaborado por la Universidad de California-Riverside (UCR), en determinadas situaciones estamos inhalando algunos de esos compuestos químicos en mayor cantidad de la recomendada.

placeholder Vista de la ciudad de Barcelona. (EFE)
Vista de la ciudad de Barcelona. (EFE)

Estas sustancias (en concreto, el formaldehído y el benceno) no se limitan a provocar algo así como un 'dolor de cabeza' sino que son consideradas cancerígenas. Es por esto que se está presionando para que se cambie, por ley, el uso que se pueda hacer de estos compuestos. Para que nos hagamos una idea, la Unión Europea considera el benceno una sustancia preocupante, dado que se considera que la exposición continuada "puede resultar tóxica, mutagénica y carcinogénica". Pero su regulación es laxa. La ECHA (la Agencia Química Europea) prohíbe su uso en juguetes y en la "manufacturación de mezclas y otros materiales en concentraciones superiores al 0,1% del peso total". Además, la regulación del benceno es mucho más laxa en otro sector, el de la gasolina (en un compuesto muy presente). La ECHA confirma que la exposición que tenemos a esta sustancia, sobre todo en las gasolineras durante el llenado de los vehículos, es notable, pero establece una regulación.

La situación con el formaldehído es mucho 'mejor', en el sentido de que se considera una sustancia muy peligrosa, por lo que su regulación en la legislación comunitaria es mucho más restrictiva. Aun así, determinadas industrias lo utilizan para la elaboración de ciertos materiales. Una de ellas, como explican los investigadores del artículo mencionado más arriba, es la automovilística.

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Los investigadores han determinado que, con viajes de o hacia el trabajo en coche con una duración mayor a 20 minutos, los ocupantes del vehículo inhalan una cantidad superior al máximo considerado seguro. Determinaron que un 90% de la población de Los Ángeles, San Diego, Orange, Santa Clara y Alameda tienen, como mínimo, un 10% de probabilidades 'extra' de sufrir cáncer debido a la inhalación de estos agentes químicos.

Uno de los principales problemas, como explica David Volz, profesor de toxicología medioambiental de la UCR, "es que estos agentes químicos son muy volátiles y se mueven con extraordinaria facilidad en el aire que respiramos". De todos modos, como apunta la autora principal del estudio, la investigadora Aalekhya Reddam, "existe un rango de exposición que depende, directamente, de la cantidad de tiempo que pasamos dentro de nuestros vehículos, así como de la cantidad de tóxicos que los materiales están emitiendo".

Como explican los investigadores, las industrias utilizan el benceno para generar fibras sintéticas y el formaldehído es un aglutinante en determinados plásticos. "Deberíamos encontrar alternativas a estas sustancias (que puedan cumplir con las funciones de aquellas a las que reemplazan) para que las pueda usar la industria automovilística".

placeholder Foto: EFE
Foto: EFE

A esto debemos sumar los contaminantes a que estamos expuestos todos y cada uno de los habitantes de las ciudades. El simple hecho de bajar a por el pan implica que nuestros pulmones, capaces de almacenar alrededor de 4,4 litros de aire en su interior y que se llenan alrededor de 10 veces por minuto (dependiendo de la condición física del individuo y su estado de actividad, más alto en el caso de desplazarse), están expuestos, por minuto, a 44 litros de aire, 440 si tardamos solo 10 minutos en ir a la compra. Todo ese aire tiene en suspensión, por el simple hecho de estar donde está, micropartículas y elementos químicos nocivos producidos durante la combustión del aire y la gasolina en el interior de los motores que circulan por nuestras calles.

A pesar de que la contaminación en las ciudades depende tanto de la actividad humana como de las condiciones meteorológicas, su concentración mayor se encuentra en las propias calles y vías de paso de vehículos. Eso implica que dentro de ellos el aire sea de peor calidad que el que entra en las casas de un cuarto piso. Esto, sumado a los altos niveles de formaldehído y benceno, implica que la atmósfera de nuestros coches puede ser una auténtica preocupación. Ponerle remedio, por una parte, reduciendo la contaminación ambiental global y, por otra, eliminando los agentes químicos nocivos de los procesos de manufacturación es prioritario.

La macroeconomía nos afecta a todos. Cuando los medios anuncian que el PIB español sube, nos alegramos. Cuando la bolsa se desploma, todos prestamos atención a la pantalla: sabemos que es una mala noticia. Pero sus efectos directos en la mayor parte de nosotros no tienen por qué suceder de forma inmediata. Sí, que el paisaje económico tenga buen aspecto aumenta las probabilidades de que nuestra propia economía mejore, pero no tiene una relación causa-efecto, ni muchísimo menos.

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