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Así funcionan los dientes de sierra: el fenómeno que nos lleva de la sequía al diluvio
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Lluvias y cambio climático

Así funcionan los dientes de sierra: el fenómeno que nos lleva de la sequía al diluvio

La atmosfera deja de atender a los patrones clásicos para funcionar a sobresaltos, pasando de forma cada vez más abrupta e impredecible del calor al frío, de la escasez de lluvia al exceso

Foto: Los borrascas son cada vez más intensas en España. (EFE/Raquel Manzanares)
Los borrascas son cada vez más intensas en España. (EFE/Raquel Manzanares)

Una de las características que definen el actual cambio climático es la intensificación de los fenómenos meteorológicos extremos. Largos períodos de sequía a los que suceden intervalos de fuertes lluvias que pueden prolongarse durante semanas; olas de calor sofocante que contrastan con episodios de frio intenso y copiosas nevadas que colapsan ciudades. Un vaivén que no hace sino desplazarse cada vez más hacia los extremos.

Y sí, el principal rasgo del clima mediterráneo es su alta variabilidad, es cierto. Además, el conjunto de subclimas que lo integran, por países, por regiones, por comarcas, incluso por ciudades, conforman un variado mosaico lleno de contrastes en el que en poco tiempo pueden acontecer fenómenos muy contrarios. Pero ello no debe llevarnos a equívoco. Lo que ocurre ahora no obedece a ese modelo tradicional.

Como nos aclara uno de nuestros más reconocidos climatólogos, el profesor Javier Martin Vide, catedrático emérito de la Universidad de Barcelona, “tras el paso del temporal Filomena algunos pusieron en entredicho el calentamiento global, que sin embargo ha continuado y de qué manera: batiendo récords de altas temperaturas en 2023 y 2024. Claro que un período de lluvias copiosas en nuestro país es compatible con el cambio climático. Lo saben bien en otra región de clima mediterráneo: California, donde sequías extremas y precipitaciones torrenciales se suceden en lapsos de tiempo cada vez más breves”.

Foto: El puente sobre el río Magro en Carlet, Valencia, a punto de ceder. (Reuters/Eva Manez)

Por eso es un error intentar elevar la anécdota a categoría, es decir el tiempo a clima. “Algo muy común en nuestra sociedad” apunta Martin Vide, que utiliza una acertada metáfora para diferenciar ambos rangos. “El tiempo meteorológico sería una escena de una película, mientras que el clima sería la película entera”. En su opinión, que tras años de sequía llueva durante semanas, incluso meses, no puede llevar a dudar del calentamiento global que sufre el planeta. Es más “el sistema climático está acumulando más calor en superficie, lo que se traduce en un aumento de la temperatura. Y ese aumento es el que amplifica la intensidad de los episodios extremos”.

Un fenómeno diagnosticado

En la presentación de su último informe (el sexto), uno de los expertos del IPCC alertaba que “el ciclo del agua se está intensificando, provocando un aumento de los fenómenos meteorológicos adversos. Al recalentar la atmósfera estamos volviendo loca al agua. La pregunta no es si va a volver a llover lo mismo, sino cómo va a hacerlo, y probablemente lo haga de manera mucho más irregular e impredecible”. Y una de las regiones donde ese patrón se está cumpliendo a rajatabla es el Mediterráneo.

placeholder La iglesia de Sau, en Barcelona, hace un año. Hoy está sumergida. (Jose Luis Gallego)
La iglesia de Sau, en Barcelona, hace un año. Hoy está sumergida. (Jose Luis Gallego)

En conversación con El Confidencial otro de nuestros mayores expertos, el catedrático Jorge Olcina, director del Observatorio del Clima de la Universidad de Alicante, coincide en reseñar ese nuevo escenario hacia el que nos está empujando el cambio climático. “En un contexto de calentamiento como el que estamos viviendo se pierde la regularidad de los tipos de tiempo. La atmósfera funciona más como a sobresaltos. Necesita reajustarse térmicamente de forma más frecuente y más intensa y esto es lo que provoca estas alteraciones que nos llevan de golpe de tiempos secos a lluviosos: de cálidos y a fríos”.

La alteración del clima, provocada por el constante aumento de las emisiones de gases con efecto invernadero derivadas de la quema de combustibles fósiles, está provocando alteraciones atmosféricas cada vez más acentuadas. “La atmósfera intenta hallar el equilibrio térmico -nos explica Olcina- y para eso lo que hace es mover las masas de aire. Como el proceso va en progresión, como no somos capaces de frenarlo, estos mecanismos de reajuste internos que tiene la atmosfera se producen de forma cada vez más brusca e intensa. Por eso se dan esos contrastes tan acentuados del tiempo atmosférico: es una característica de las atmosferas que se calientan”.

placeholder El Manzanares desbordado en Madrid. (EFE/Sergio Pérez)
El Manzanares desbordado en Madrid. (EFE/Sergio Pérez)

“En el caso concreto de lo que ha pasado en las últimas semanas en España, hay un proceso llamado ‘calentamiento súbito de la estratosfera’ que altera lo que se llama la circulación del oeste de todo el hemisferio norte. Se deposita una masa de aire cálida en la estratosfera polar que empuja al aire frio del casquete polar hacia el sur, hacia latitudes medias, y entonces la corriente en chorro empieza a circular de manera más mendriforme, como si fuera un rio: y en esos meandros es donde se forman por esas bolsas de aire frio que dan lugar a grandes borrascas.

Por eso es tan vinculante lo que ocurre en el conjunto del planeta a la hora de determinar las consecuencias del calentamiento global. Son muchos los que observan el deshielo del Ártico con desdén, como algo lejano y ajeno. Y eso no es así. “En el caso concreto de este mes de marzo, el calentamiento súbito de la estratosfera polar ha activado una potente corriente hacia nuestras latitudes, mucho más meandrizante, lo que unido a los mecanismos de reajuste a los que estamos obligando a la atmosfera, ha dado lugar a este marzo tan lluvioso”.

Aprender la lección

Por último, ante la espectacular recuperación que han experimentado nuestras reservas de agua embalsada, situándose en apenas unas semanas en niveles superiores al 71% de su capacidad total (más de diez puntos por encima de la media), el profesor Olcina, profundo conocedor de la dinámica climática en el Mediterráneo, hace un llamamiento a la reflexión.

“Ahora que todos estamos nadando en la abundancia, y nunca mejor dicho, con los pantanos llenos, los ríos en sus caudales máximos y las cumbres con una importante acumulación de nieve, es el momento de empezar a planificar la respuesta a la próxima sequía. Porque vendrá. En estos momentos de bonanza, es cuando disponemos del sosiego necesario para aprender de lo que hemos vivido y tomar las medidas necesarias para que no nos vuelva a faltar agua en los próximos años”.

Foto: Puente sobre el pantano reseco de Rialb, en Lleida. (Reuters/N.Doce)

En su opinión el mejor momento para afrontar los retos climáticos relacionados con el acceso al agua es ahora, cuando la amenaza de las restricciones se ha desvanecido. “Ahora es cuando las administraciones tienen que sentarse a trabajar con expertos, técnicos, científicos y empezar a diseñar un nuevo esquema para gestionar el agua en España de cara a las próximas décadas”.

Algo en lo que coincide el profesor Martín Vide “La gente suele pensar que la sequía desaparece cuando retornan las lluvias con generosidad. Sin embargo eso no significa que no pueda repetirse sino que antes o después volverá. Por todo ello en España, cuando una sequía toca a su fin, lo más sensato es mantener los dispositivos de alerta y las medidas de adaptación para que la próxima nos pille mejor preparados, especialmente en el nuevo escenario de cambio climático”. Un escenario que, tal y como muestran todas las gráficas científicas, no aparece reflejado con una línea continua, sino con dientes de sierra en los que a una punta de dato le sucede otra en dirección contraria y aún mayor. Nos hemos instalado en el sopetón.

Una de las características que definen el actual cambio climático es la intensificación de los fenómenos meteorológicos extremos. Largos períodos de sequía a los que suceden intervalos de fuertes lluvias que pueden prolongarse durante semanas; olas de calor sofocante que contrastan con episodios de frio intenso y copiosas nevadas que colapsan ciudades. Un vaivén que no hace sino desplazarse cada vez más hacia los extremos.

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