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Las cañas que invaden ríos y barrancos son una trampa mortal
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Lecciones tras la dana de Valencia

Las cañas que invaden ríos y barrancos son una trampa mortal

Su crecimiento descontrolado obstruye los cauces y multiplica los daños causados por las riadas. Está considerada como una de las cien especies invasoras más perjudiciales del planeta

Foto: Acumulación de cañas bajo un puente sobre el río Segura, en Murcia. (EFE/Marcial Guillén)
Acumulación de cañas bajo un puente sobre el río Segura, en Murcia. (EFE/Marcial Guillén)

La vegetación autóctona de ribera, aquella que se extiende a orillas de los cursos fluviales como alamedas y fresnedas, juncales o carrizales, nos brinda la mejor ayuda para frenar riadas y prevenir inundaciones. En cambio, cuando los ríos son invadidos por plantas exóticas como el camalote o la hierba pampera, sus hábitats se ven gravemente alterados, pierden biodiversidad y dejan de prestarnos ese importante servicio ecosistémico. Por eso las especies invasoras son también una amenaza ante el aumento de los fenómenos meteorológicos extremos.

Una de las especies exóticas invasoras que causa mayores daños a nuestros ríos es la popular caña común. Clasificada con el nombre científico de Arundo donax, esta especie rizómica de origen asiático ha logrado colonizar los espacios fluviales de medio mundo gracias a su sorprendente capacidad de adaptación a todo tipo de entornos. Una versatilidad que le permite medrar incluso en los cauces urbanos más desnaturalizados y con mayores niveles de contaminación.

placeholder Distribución actual de la caña común en el mundo. (OpenMapTiles/GBIF)
Distribución actual de la caña común en el mundo. (OpenMapTiles/GBIF)

De hecho, como muestra su mapa de distribución actual, tras colonizar media Europa este invasor asiático parece haber encontrado especial acomodo en la cuenca del Mediterráneo, donde se ubica actualmente la mayor área de concentración de la especie. Aquí no solo es capaz de superar los largos períodos de sequía y las olas de calor más intensas sino que, lejos de suponer una amenaza, los grandes incendios climáticos están contribuyendo a su expansión. Y es que mientras el fuego elimina la vegetación ribereña autóctona, la caña común no solo sobrevive a las llamas sino que tras su paso es capaz de rebrotar en apenas una semana con mayor espacio para expandirse.

Un invasor indomable

La clave para lograrlo esta en la alta capacidad de resistencia de su rizoma: un auténtico portento de la naturaleza. ese órgano reproductor puede permanecer aletargado durante semanas, a más de medio metro de profundidad, para volver a brotar con toda fuerza y crecer hasta diez centímetros diarios, lo que permite a la caña volver a alcanzar los seis metros de altura en un par de meses. Debido a esa inaudita capacidad de adaptación y supervivencia, aunque la llegada de la caña a la península ibérica se produjo siglos atrás para ser cultivada como material de construcción, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) la considera actualmente como una de las cien especies invasoras más nocivas del planeta.

placeholder Cañas acumuladas en una calle de Orihuela tras el desbordamiento del Segura. (EFE/M. Lorenzo)
Cañas acumuladas en una calle de Orihuela tras el desbordamiento del Segura. (EFE/M. Lorenzo)

En España está incluida en el catálogo nacional de especies exóticas y en los últimos años se han puesto en marcha diversos planes de erradicación, no solo para luchar contra su amenaza a la biodiversidad, sino porque tal y como se reseña en el catálogo, su presencia “disminuye la capacidad de desagüe de ríos y canales al taponar y reducir los cauces con sus sedimentos”. Uno de los últimos planes de lucha aprobados por el gobierno lleva por expresivo título ‘Caña a la caña' y se centra en uno de los territorios más afectados: la Comunidad Valenciana, donde más de la mitad de los cursos fluviales padecen esta bioinvasión.

Dotado con un plan de ayudas de 3,7 millones de euros hasta el año próximo, su área de acción se centra en el tramo final del río Júcar, el que discurre desde Sumacàrcer hasta su desembocadura en Cullera, atravesando algunas de las poblaciones que se vieron más afectadas por la dana del 29 de octubre, como Algemesí, Sueca, Alzira, Polinyà de Xúquer o Riola, entre otras. Por desgracia las acciones llevadas a cabo desde la aprobación del proyecto (año 2022) no permitieron retirar las cañas que invadian el cauce del río, algo que como veremos supone un reto mayúsculo.

Playas sepultadas

Tras ser arrastradas por la corriente y convertirse en residuo, la mayor parte de las cañas que invadían los barrancos y torrentes acabaron taponando puentes y generando represas que agravaron las inundaciones, obturando colectores y colapsando sistemas de alcantarillado. un mes y medio después de la dana, las que llegaron al mar seguían tapizando hasta hace unos días buena parte de las playas de nuestro litoral mediterráneo, de Valencia a Málaga.

placeholder Toneladas de cañas cubren la playa de Marianet, en Valencia, tras la DANA. (EFE/J.J. Guillén)
Toneladas de cañas cubren la playa de Marianet, en Valencia, tras la DANA. (EFE/J.J. Guillén)

Como vienen señalando desde hace años los expertos en gestión hidrológica y prevención de desastres naturales, la retirada de esta especie invasora y la restauración fluvial con vegetación autóctona es una de las soluciones basadas en la naturaleza que pueden resultar más efectivas en el medio y largo plazo. Por eso señalan que para combatir los daños de las riadas en las cuencas del mediterráneo hay que reducir el tamaño y la densidad de los cañaverales.

Un riesgo que como acabamos de comprobar este año, va a ser cada vez más elevado como consecuencia del cambio climático. Por eso los mecanismos de financiación que se están habilitando para paliar y prevenir los daños de las danas deben atender también a la necesidad de limpiar de cañas los barrancos y las rieras. Una tarea que en cualquier caso no va a resultar fácil.

Como reconoce el propio ministerio las actuaciones de retirada de caña invasora en los márgenes son costosas y complejas, pues no basta con retirar la parte aérea de la planta, sino en extraer el rizoma. La manera de conseguirlo es mediante sustracción mecánica, algo que requiere actuaciones severas, pues pueden estar a más de medio metro de profundidad, y no asegura el éxito definitivo.

Foto: Basura acumulada en los arrozales de la Albufera tras las riadas provocadas por la dana (EFE K.Försterling)

Otro sistema es con tratamiento químico, lo que requiere la aplicación selectiva de herbicidas (algunos altamente tóxicos como el polémico glifosato) en los tallos recién cortados, lo que comporta un elevado riesgo de contaminación del ecosistema fluvial. Y por último lo que se ha demostrado más efectivo: la eliminación ‘por asfixia’. Un método que consiste en el cubrimiento de los cañaverales desbrozados con cubiertas geotextiles durante un período de no menos de un año. Solo en la Comunidad Valenciana hay más de siete mil kilómetros de cauce por limpiar.

En todo caso cuando los expertos aluden a la necesidad de ‘limpiar’ de cañas los cauces de los ríos y barrancos no es para convertirlos en canalizaciones de agua a cielo abierto, sino para restaurar la naturaleza fluvial con la recuperación de los bosques de ribera y los valiosos servicios ecosistémicos que nos prestan.

La vegetación autóctona de ribera, aquella que se extiende a orillas de los cursos fluviales como alamedas y fresnedas, juncales o carrizales, nos brinda la mejor ayuda para frenar riadas y prevenir inundaciones. En cambio, cuando los ríos son invadidos por plantas exóticas como el camalote o la hierba pampera, sus hábitats se ven gravemente alterados, pierden biodiversidad y dejan de prestarnos ese importante servicio ecosistémico. Por eso las especies invasoras son también una amenaza ante el aumento de los fenómenos meteorológicos extremos.

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