La Antártida marca un nuevo récord histórico de pérdida de hielo marino
Los últimos datos anunciados esta misma semana por Greenpeace señalan que el hielo que rodea el continente blanco se está reduciendo a los niveles más bajos
La pérdida de hielo que están sufriendo los polos influye de manera determinante en los patrones de circulación atmosférica, en los de las corrientes oceánicas y reduce la capacidad de albedo (reflejo de los rayos solares), lo que retroalimenta el calentamiento global. Así pues, el deshielo del Ártico y de la Antártida afecta al conjunto del planeta, y ambas regiones heladas son las que están experimentando ese calentamiento de manera más rápida.
El pasado domingo 20 de febrero la extensión de hielo marino marcó un nuevo mínimo de 1,98 millones de kilómetros cuadrados
Los últimos datos anunciados esta misma semana por Greenpeace, con base en los informes del Centro Nacional de Datos de Hielo Marino estadounidense (NSIDC), señalan que el hielo marino de la Antártida alcanzará este año la extensión más baja en su historia desde que se tienen registros por satélite. El anterior récord de mínima extensión se alcanzó en marzo de 2017, con 2,1 millones de kilómetros cuadrados. Pero el pasado domingo 20 de febrero la extensión de hielo marino cayó hasta un mínimo de 1,98 millones de kilómetros cuadrados.
Durante las últimas dos décadas, la Antártida ha visto variaciones extremas en la extensión de su hielo marino, pero la caída de este año no tiene precedentes desde que comenzaron las mediciones satelitales. Mientras los científicos investigan la compleja dinámica entre el cambio climático y las tendencias del hielo marino, el colapso climático es evidente en la región, con algunas partes de la Antártida calentándose más rápido que cualquier otro lugar del planeta.
Las poblaciones de pingüinos se están viendo gravemente afectadas por la rapidez con la que avanzan los efectos del calentamiento global en la Antártida. En 2020, una expedición de Greenpeace descubrió que algunas colonias de pingüino barbijo en la Antártida habían disminuido hasta en un 77%.
En los años 80 y 90, cuando las compañías petroleras y mineras dirigieron sus intereses extractivos hacia los depósitos naturales de la Antártida con el fin de explotarlos, Greenpeace logró, junto a un movimiento de millones de ciudadanos de todo el planeta, preservar la integridad de su tierra firme. Aquella campaña marcó un antes y un después en la conservación de la Antártida. Como consecuencia, se logró prohibir las actividades extractivas en todo el continente antártico.
Para esta oenegé ahora es el momento de garantizar que los mares de la Antártida estén también protegidos. Afortunadamente, su iniciativa cuenta con el apoyo de buena parte de la industria pesquera, que ya se ha comprometido a dejar de pescar de forma voluntaria en grandes áreas del océano Antártico.
Asimismo, se han alcanzado acuerdos para establecer zonas de amortiguación alrededor de ecosistemas sensibles, incluyendo áreas de hasta 40 kilómetros alrededor de las colonias de pingüinos y para impulsar la creación de un gran Santuario Antártico en el mar de Weddell, que tendría más de 1,8 millones de kilómetros cuadrados (más de tres veces el tamaño de España). Un objetivo para el que la organización ecologista está trabajando en estrecha colaboración con la ONU y la Comisión del océano Antártico (CCAMLR).
Para lograr la protección del hielo antártico, de sus aguas y del resto de los océanos, Greenpeace forma parte de una coalición global de oenegés y científicos que está impulsando una nueva campaña internacional para pedir a los gobiernos que protejan al menos el 30% de los océanos del mundo para el 2030. Y es que, a pesar de los compromisos mundiales de proteger el 10% de los océanos para 2020, actualmente solo el 2% de nuestros océanos está completamente protegido.
La pérdida de hielo que están sufriendo los polos influye de manera determinante en los patrones de circulación atmosférica, en los de las corrientes oceánicas y reduce la capacidad de albedo (reflejo de los rayos solares), lo que retroalimenta el calentamiento global. Así pues, el deshielo del Ártico y de la Antártida afecta al conjunto del planeta, y ambas regiones heladas son las que están experimentando ese calentamiento de manera más rápida.