¿Una España sin glaciares en 2050? Qué consecuencias tiene y cómo evitarlo
La situación de los glaciares nacionales es crítica. Los expertos alertan de que, debido al aumento de las temperaturas, el ritmo de deshielo es tan rápido que podríamos quedarnos sin ellos en una década
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Hoy, 22 de marzo es el Día Mundial del Agua y este año, las Naciones Unidas han querido poner el foco en los glaciares y su conservación. Desde el organismo internacional alertan de que “a medida que aumenta la temperatura del planeta, nuestro patrimonio helado se reduce, y como consecuencia, el ciclo del agua se vuelve más impredecible”. Esto implica que se produzcan crecidas, sequías, deslizamientos de tierras, subida del nivel del mar y daños a ecosistemas.
Desde el 2000, los glaciares han perdido entre el 2% y el 39% de su hielo a nivel regional y alrededor del 5% a nivel mundial, de acuerdo con un estudio publicado en la revista Nature. En España, el comité Clivar, que se dedica a investigar sobre el clima, ha publicado recientemente un informe donde indica que “los glaciares españoles han experimentado un rápido retroceso en la última década, con una notable pérdida de extensión y espesor. Como consecuencia, su número ha disminuido significativamente y han surgido nuevos procesos evolutivos característicos de las fases finales antes de su desaparición definitiva”.
En Sierra Nevada, el permafrost, es decir, el suelo helado de forma permanente, prácticamente ha desaparecido y las cumbres de los Pirineos muestran síntomas claros de calentamiento. Lo mismo ocurre en las cuevas tanto de este sistema montañoso, como de los Picos de Europa. El informe de Clivar predice que el declive total podría ser inminente. Un estudio de la Unesco, fija la desaparición de glaciares como el de Monte Perdido para 2050.
Además de acabar con el patrimonio paisajístico, la desaparición de los glaciares implica la pérdida de un registro climático del pasado
Y es que, según explica Jesús Revuelto, investigador del Instituto Pirenaico de Ecología del CSIC, entre 2011 y 2021 los Pirineos han ido perdiendo un metro de espesor de hielo al año, que se ha triplicado en los años 2022 y 2023, donde se han batido récords de temperaturas. “Al ver que hemos tenido dos años consecutivos muy malos, hemos alertado de que a este ritmo nuestros glaciares, que son de unos 15-20 metros, solo durarán una década”.
Entre las consecuencias de este deterioro, nos cuenta Revuelto, se encuentran acabar con el patrimonio paisajístico, una alteración en la biodiversidad o la pérdida de un registro climático del pasado. Y es que estas formaciones “son un termómetro del pasado, ya que contienen restos de organismos, de hojas, de ramas y polen que han quedado atrapados. Si somos capaces de extraerlos, nos dan información sobre cuáles han sido las características del clima hace cientos o miles de años”.
Un uso eficiente de los recursos hídricos
Las causas de este deterioro son principalmente antrópicas. “La acción del hombre está haciendo que el deterioro de los glaciares sea más acelerado de lo que lo sería por causas naturales”, apunta el investigador del CSIC. Y añade: “Aunque para nuestros glaciares quizá ya sea tarde, los estudios que realizamos son una manera de alertar sobre las consecuencias reales del cambio climático”.
Así, desde la ONU instan a reducir las emisiones de carbono a escala mundial, adoptar estrategias locales para adaptarse a su retroceso y gestionar el agua de deshielo de forma más sostenible. Todas ellas enfocadas en un único propósito: ayudar a la conservación de los glaciares de todo el mundo.
Veolia, grupo dedicado a la gestión del ciclo del agua, la energía y los recursos, lleva a cabo algunos proyectos para, precisamente, fomentar un uso más eficiente y sostenible de los recursos hídricos. A través de la innovación, el Centro Tecnológico del Agua (Cetaqua) ha impulsado en Chile un estudio para conocer en profundidad el estado de los glaciares en el centro del país. Gracias a ello, han podido poner en común las proyecciones y posibles soluciones relativas al agua y al medioambiente.
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Otro proyecto interesante es ICARIA. Este trabajo europeo está centrado en analizar el impacto producido por desastres naturales sobre las infraestructuras de agua, energía y transporte, tomando como referencias tres zonas europeas afectadas por eventos climáticos extremos: el Área Metropolitana de Barcelona, en España, el archipiélago del Egeo Meridional, en Grecia, y Salisburgo, en Austria.
La red de centros Dinapsis Hubgrade by Veolia, por su parte, utiliza inteligencia artificial, big data o machine learning para anticipar las incidencias y aumentar la resiliencia de las infraestructuras, contribuyendo además a la anticipación de eventos extremos.
En este camino innovador también cobran un papel importante las infraestructuras verdes. En las ecofactorías de BioSur de Granada o la del Baix Llobregat en Barcelona, por ejemplo, se transforman los residuos en nuevos recursos, como biogás o fertilizantes, que generan energía renovable para el autoconsumo de la planta depuradora, al mismo tiempo que se produce un impacto positivo en el entorno en el que se ubican. Asimismo, se realiza un proceso de regeneración del agua residual para convertirla en un recurso apto para usos agrícolas, como en Cabezo Beaza, en Cartagena (Murcia), y para usos urbanos y turísticos, como ocurre en las Islas Canarias.
Hoy, 22 de marzo es el Día Mundial del Agua y este año, las Naciones Unidas han querido poner el foco en los glaciares y su conservación. Desde el organismo internacional alertan de que “a medida que aumenta la temperatura del planeta, nuestro patrimonio helado se reduce, y como consecuencia, el ciclo del agua se vuelve más impredecible”. Esto implica que se produzcan crecidas, sequías, deslizamientos de tierras, subida del nivel del mar y daños a ecosistemas.