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Clot de Galvany

Este paraje natural estuvo a punto de desaparecer y hoy es un refugio de especies en peligro de extinción

Por Ec Brands

En apenas 400 hectáreas se concentran varios tipos de ecosistemas. Entre ellos, un humedal formado por tres charcas naturales y tres artificiales creadas a partir de agua regenerada procedente de la depuradora de Arenales del Sol. Aunque hoy es un ejemplo de biodiversidad, no siempre fue así. Esta es la crónica de cómo la intervención humana también contribuye a regenerar los ecosistemas

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on las 5.30 de la mañana en el paraje natural del Clot de Galvany. A medida que la oscuridad de la noche va dando paso a la claridad de un nuevo día, los sonidos nocturnos de la charca se confunden con los más madrugadores. Las garcetas blancas (comunes) empiezan a desperezarse y emprender el vuelo en bandadas en busca de otras aventuras alicantinas. Volverán a casa al atardecer.

La vida humana también parece despertar. Las farolas y luces de las viviendas de Santa Pola y Arenales del Sol, situadas en las inmediaciones de este espacio protegido, se apagan y comienzan a escucharse los primeros aviones que despegan del aeropuerto de Alicante. Parece mentira que tanta naturaleza y tanta actividad antrópica convivan (y coexistan) en tan pocos kilómetros.

Ubicado en la costa de Elche, en una zona de gran presión urbanística, el Clot de Galvany es un oasis natural relativamente pequeño; apenas supera las 400 hectáreas. Sin embargo, posee una gran biodiversidad, similar a la de parques naturales más cercanos, como El Hondo o Salines de Santa Pola, que comprenden unas 2.500 hectáreas. En el Clot cohabitan varios ecosistemas diferentes, desde antiguas terrazas de cultivo y zonas de monte, pasando por saladar y humedal, hasta dunas, playas y fondos marinos. Cada uno de ellos con su flora y fauna característica.

Desde 2017 los flamencos deambulan por las distintas charcas del paraje. Estos animales zancudos migran entre los distintos humedales mediterráneos en busca de alimento (Fotos: Goiri Photography)

Allí, un equipo de tres biólogos y dos trabajadores de mantenimiento se encargan de los distintos proyectos de recuperación y preservación del entorno que se realizan cada día en el Clot de Galvany. Al cuidado del vivero y el semillero donde se crían plantas endémicas que sirven para repoblar el paraje, se une el cuidado de los senderos, las vallas y otras infraestructuras. También el control biológico, con censos de todos los animales que habitan en este espacio tan singular, incluidas las especies invasoras que puedan romper el equilibrio del ecosistema.

De hecho, hoy es el turno de los galápagos leprosos, un tipo de tortuga. Cada semana Blas y Fran, los trabajadores de mantenimiento del paraje, se enfundan en sus trajes y recogen de las nasas colocadas estratégicamente en las seis charcas los reptiles que se hayan “colado”. Luego, los biólogos Víctor y Mariano los medirán, pesarán y marcarán, en caso de que sea necesario, y devolverán a su hábitat. Ya tienen contabilizados más de 420 ejemplares. En esas redes también aparecen galápagos de Florida, que son considerados invasores. Ellos no pasarán esta biometría de seguimiento, serán retirados y llevados al Centro de Recuperación de Santa Faz, en Alicante.

Pero el Clot de Galvany es, sobre todo, un refugio para las aves. En épocas migratorias se pueden ver más de 60 especies diferentes y desde que se tienen registros hace más de 20 años, se han observado 300 de las 360 aves migratorias que existen en Europa. Muchas de ellas en peligro de extinción como la cerceta pardilla, la malvasía cabeciblanca, el porrón pardo, la focha moruna o el chorlitejo patinegro. Además, en sus humedales se están recuperando nenúfares blancos; en las dunas, playas y saladar, lo hacen el limonium lobatum, el espinar alicantino, el lentisco, el espino negro… Y un largo etcétera de especies de flora y fauna que han encontrado en este paraje ilicitano un hogar seguro en mitad de la costa levantina.

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Cómo recuperar un humedal

Parece difícil de creer, sin embargo, que existiera un tiempo en que todo esto que hoy se puede visitar estuviera a punto de desaparecer. Ocurrió a finales de los años 70 cuando, con la excusa de sanear de mosquitos el humedal, una empresa lo desecó y destruyó para la construcción de una marina, en la que alrededor de un lago navegable, que conectaría directamente con el mar, se construirían edificios de viviendas de 10 a 15 plantas, con pantalanes para su acceso en barco.

Se inició entonces un movimiento social que, junto a la sensibilidad (inusual en aquellos años del boom inmobiliario) del Ayuntamiento de Elche, logró que las obras se paralizaran. “El humedal estaba destruido, había desaparecido y se había desecado sin posibilidad de recuperar el agua porque el urbanizador ya había realizado un sistema de drenaje impresionante”, recuerda Juan Carlos Aranda, el actual director conservador del Paraje Natural Municipal del Clot de Galvany, que formó parte de esa marea ciudadana ilicitana cuando aún estaba en el instituto.

En la década de los 80, el consistorio adquirió la propiedad de los terrenos del Clot, que tras la quiebra del urbanizador, estaban en manos del extinto Banco Exterior de España. En los 90 encargó a un grupo de cuatro biólogos que crearan un plan de recuperación del humedal que iniciaría su andadura a finales del siglo XX. Entre ellos se encontraba un ya licenciado Juan Carlos, quien en 1996 se sacó su plaza en el Ayuntamiento de Elche y fue el encargado de hacer realidad el sueño que años antes había proyectado junto a sus compañeros.

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