¿Biocombustibles hechos con aceite usado? Un informe pone en duda su sostenibilidad
Se pone en tela de juicio su viabilidad para el desarrollo de combustibles alternativos a los fósiles. Las dudas son de dependencia energética, sostenibilidad y sistemas de certificación
Tanto las instituciones públicas como las empresas privadas llevan años buscando la fórmula de descarbonizar sus economías. En el sector del transporte, el que más emisiones genera, esta búsqueda pasa por el desarrollo de alternativas a los combustibles fósiles. Y una de las alternativas más en auge es el uso de aceite de cocina usado (UCO, por sus siglas en inglés) como fuente para crear combustibles de origen renovable.
El auge es tal que, si nos fijamos en varias de las principales economías del mundo, veremos que todas ellas emplean más UCO del que realmente tienen, según el análisis de Stratas Advisors:
Las dudas sobre el aceite usado como combustible
Sin embargo, una investigación reciente de Transport Enviroment ha puesto en tela de juicio la viabilidad real del aceite de cocina usado como base para el desarrollo de combustibles alternativos a los fósiles. Las dudas se dirigen en tres direcciones:
1.- Demanda y dependencia energética. Como hemos visto en el gráfico superior, los países más desarrollados producen mucho menos aceite usado del que usan en el desarrollo de combustible. A consecuencia de esta descompensación, dichos gobiernos acaban recurriendo a la importación como forma de obtención del aceite mientras hacen crecer las reservas que demanda su potencial de uso.
Es aquí donde entra uno de los debates más en boga de los últimos años: la dependencia energética de muchos países. "La competencia de terceros países que debilita a la industria europea y la mayor dependencia energética de las importaciones ponen en riesgo la agenda de la UE y deben abordarse de inmediato", advierte el informe. Teniendo en cuenta que muchas importaciones proceden de China, dicho estudio asegura, además, que no es descartable que este u otros países estén haciendo pasar sus productos por otras fronteras, evitando, por ejemplo, diversas tasas arancelarias. Esta práctica, de ser confirmada, podría suponer un problema de competencial desleal frente a loa países de la Unión Europea.
2.- Sostenibilidad y recolección. Del factor anterior se produce una nueva derivada: si los países de los que importamos UCO recurren a prácticas fraudulentas, ¿podemos saber si el aceite de cocina usado que compramos en el exterior es realmente lo que dice ser?
El estudio remarca especialmente que uno de los mayores riesgos a los que se enfrenta la UE es que estas importaciones sean la puerta de entrada de sustancias como el aceite de palma. Además, teniendo en cuenta que los países de nuestro entorno solo están consiguiendo recolectar el 12% del UCO de los hogares, el potencial de aprovisionamiento quedaría en entredicho. Con todo ello, las dudas sobre el verdadero origen sostenible del aceite usado también crecen exponencialmente.
3.- Certificación y autenticidad. El estudio de Transport Enviroment critica muy especialmente los sistemas de certificación de los biocombustibles, ya que entiende que no se puede verificar correctamente la autenticidad de dichos productos.
Para solucionar este hándicap, los investigadores sugieren que, en vez de confiar en las revisiones voluntarias por parte de los países exportadores, la UE aumente sus criterios de evaluación y su normativa interna, de modo que no quepa lugar a la duda sobre el verdadero origen de los biocombustibles.
¿Qué otras alternativas hay?
De manera paralela, y ante las dudas que le genera el empleo de aceite de cocina usado, el análisis de Transport Enviroment sugiere el empleo de otras dos alternativas a los combustibles fósiles. La primera de ellas es la electrificación, ya que, desde su visión, es una tecnología más limpia y, sobre todo, más escalable, sobre todo si viene acompañada de un esfuerzo por reducir la demanda energética.
Sin embargo, es evidente que la electrificación no es una alternativa real a los combustibles fósiles en actividades como el transporte aéreo o marítimo, así que hay que buscar otras. Para estos casos, el informe sugiere el empleo de combustibles renovables de origen no biológico (Rfnbo, por sus siglas en inglés), como el hidrógeno, el amoniaco o los hidrocarburos sintéticos.
Estas dos alternativas, además, reciben ayuda directa de la Renewable Energy Directive (RED), con lo que, unidas a una mayor trazabilidad y sostenibilidad en la cadena de suministro de combustibles, constituyen una alternativa real y más viable a los combustibles fósiles. Todo sea, en definitiva, por descarbonizar la economía de nuestro entorno de manera escalable y eficiente.
Tanto las instituciones públicas como las empresas privadas llevan años buscando la fórmula de descarbonizar sus economías. En el sector del transporte, el que más emisiones genera, esta búsqueda pasa por el desarrollo de alternativas a los combustibles fósiles. Y una de las alternativas más en auge es el uso de aceite de cocina usado (UCO, por sus siglas en inglés) como fuente para crear combustibles de origen renovable.