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La ética ambiental como paso previo a la economía circular
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La ética ambiental como paso previo a la economía circular

Ha llegado el momento de aceptar que la crisis climática va en serio y empezar a adoptar los cambios necesarios para evitar los peores escenarios, empezando por el más importante: el cambio de pensamiento

Foto: Concentración de jóvenes en defensa del planeta. (EFE/N. Hall)
Concentración de jóvenes en defensa del planeta. (EFE/N. Hall)

En los últimos cien años, el consumo per cápita de materiales se ha duplicado, mientras que el de energía primaria se ha triplicado. Es decir, cada uno de nosotros utilizamos aproximadamente tres veces más energía y el doble de materiales que nuestros bisabuelos. Pero eso no es lo más preocupante.

Al cruzar los datos del consumo de recursos per cápita con los que aporta la ONU sobre el crecimiento de la población mundial, es cuando en verdad llega el escalofrío. En los tiempos de nuestros bisabuelos apenas eran 2.500 millones de personas habitando el planeta. En 1987 se alcanzaron los 5.000 millones de habitantes. Con el cambio de milenio traspasamos la barrera de los 6.000 millones.

Foto: (iStock)

En 2011 ya éramos 7.000 millones de personas en el mundo. Once años después estamos a punto de superar los 8.000 millones, y se calcula que hacia 2050 seremos 10.000 millones de habitantes intentando sobrevivir en el mismo planeta.

A este ritmo de crecimiento y de consumo, para 2030 se necesitará un 40% más de agua potable que la disponible actualmente. En 2050 las necesidades de recursos naturales para obtener los materiales básicos se triplicarán y la demanda de alimentos aumentará en cerca de tres cuartas partes. Todo ello mientras el planeta da claros síntomas de agotamiento y el cambio climático lo dirige hacia los escenarios menos favorables para nuestra especie. Para evitarlos, va a ser necesario tomar muchas decisiones, y la primera de todas es de carácter ético, pues tiene que ver con qué camino escoger.

placeholder Lago seco en Suiza. Los recursos naturales se agotan en todo el planeta. (EFE/L. Gillieron)
Lago seco en Suiza. Los recursos naturales se agotan en todo el planeta. (EFE/L. Gillieron)

Hace un par de años tuve la oportunidad de asistir a una conferencia sobre economía circular del profesor Andreu Mas-Collel, considerado como uno de los economistas más influyentes de la actualidad. Antes de exponer sus argumentos a favor de este modelo de desarrollo basado en la sostenibilidad ambiental desde la perspectiva económica, el que fuera profesor de Economía y Matemáticas en la Universidad de Berkeley y catedrático de Economía de la Universidad de Harvard, recurrió a la ética, a la ética ambiental, para situar al público frente a esa elección.

El exconsejero de Economía de la Generalitat de Catalunya y actual responsable del Departamento de Economía y Empresa de la Universidad Pompeu Fabra explicó, con el tono ameno que le caracteriza, que nuestra generación tiene tres opciones sobre el camino a escoger.

La primera sería la más responsable de todas: reaccionar a las señales de alarma medioambiental, aceptar el momento que nos toca vivir y asumir los sacrificios necesarios para seguir creciendo, pero a un ritmo más moderado y sostenible, lo que garantizaría a las siguientes generaciones la oportunidad de seguir haciéndolo.

placeholder El economista Andreu Mas-Colell durante una conferencia. (EFE/A. García)
El economista Andreu Mas-Colell durante una conferencia. (EFE/A. García)

La segunda opción sería atender a esas señales de alarma, que son ya científicamente inequívocas, pero dándoles una respuesta mucho menos comprometida, más lenta y prolongada en el tiempo, de manera que nos obligase a asumir unos niveles de sacrificio menores, trasladando la resolución de los problemas a las generaciones inmediatas por lo que, si estas hicieran lo propio, a la cuarta o la quinta podrían verse abocadas al colapso.

La tercera de las opciones, concluyó el coautor de 'Microeconomic Theory', considerado como el tratado de referencia sobre microeconomía en el mundo, sería la más cómoda, a la vez que la más irresponsable. Consistiría simplemente en seguir creciendo como hasta ahora, sin atender a ninguna señal de alarma, sin atender las certezas científicas y, por supuesto, sin pensar en el futuro de las próximas generaciones, que en todo caso "ya se buscarán la vida, tú".

Foto: Lagunas de Doñana. (iStock)

El problema está en que, aunque la opción del camino a tomar desde un posicionamiento ético y responsable parece clara, lo cierto es que todavía siguen siendo muchos —aunque por suerte cada vez menos— los responsables políticos y dirigentes empresariales que parecen declinarse por la tercera opción: la de la irresponsabilidad, hacia el planeta y las futuras generaciones.

Ese posicionamiento previo que propone el profesor Mas-Colell apela a la ética ambiental mucho antes que cualquier otro precepto económico o social. La decisión fundamental, llegados a este punto de la crisis ecológica global, mientras la biodiversidad del planeta se desmorona a nuestro alrededor y el cambio climático se manifiesta de manera cada vez más implacable, es decidir qué camino queremos tomar. Una elección de la que va a depender, no ya el futuro del planeta, sino el de nuestra especie en él. Por eso, mucho antes que hablar de economía circular, de desarrollo sostenible o de acción climática, debemos adoptar una actitud responsable, basada en la ética ambiental para, desde ahí, elegir el camino que nos dicte la razón.

En los últimos cien años, el consumo per cápita de materiales se ha duplicado, mientras que el de energía primaria se ha triplicado. Es decir, cada uno de nosotros utilizamos aproximadamente tres veces más energía y el doble de materiales que nuestros bisabuelos. Pero eso no es lo más preocupante.

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