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Atiborrarte a marisco puede acabar con el erizo de mar: una isla de Galicia lucha por su supervivencia
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Atiborrarte a marisco puede acabar con el erizo de mar: una isla de Galicia lucha por su supervivencia

Un grupo de científicos de Vigo ha puesto en marcha Ocimer+, un proyecto que aborda aspectos fundamentales para el desarrollo del cultivo y para la conservación de este ser vivo

Foto: Una mujer abre el caparazón de erizos de mar recién capturados. (Getty Images/Buddhika Weerasinghe)
Una mujer abre el caparazón de erizos de mar recién capturados. (Getty Images/Buddhika Weerasinghe)

La primera vez que una persona decidió comer un erizo de mar fue en el Neolítico (o al menos es la primera vez de la que se tiene constancia). Sin embargo, las primeras especies de estos seres vivos datan de hace aproximadamente 500 millones de años. La industrialización de las artes de pesca a lo largo del último siglo han permitido al ser humano obtener un beneficio económico sin precedentes con su comercialización. El problema es que, aunque las técnicas hayan mejorado, la filosofía sigue siendo la misma: extraer lo máximo posible sin tener en cuenta que, sin las condiciones adecuadas, este animal puede dejar de existir.

Las gónadas de los erizos de mar se suelen consumir crudas, aunque desde el siglo XX ha crecido la tendencia a elaborar con ellas otros productos como patés o conservas. En las costas de Galicia, la pesca de equinodermos no ha dejado de crecer en las últimas décadas. Esta especie de marisco ha sido utilizada tradicionalmente en algunas regiones de Asturias y en otros países como Francia, Bélgica o Japón, el mayor consumidor de erizo del mar del mundo. Tal es su importancia en el país asiático que no pueden abastecerse únicamente con sus capturas y tienen que recurrir a la importación de este producto.

Foto: Imagen de la embarcación investigada tomada por un dron. (Guardia Civil)

El interés creciente por el erizo de mar, considerado un auténtico manjar en determinados lugares, ha provocado una disminución del recurso en algunas regiones del planeta y ha puesto de manifiesto el peligro que supone su sobreexplotación para el ecosistema marino. "La pérdida de una especie puede parecer insignificante, pero se trata de una pieza más de un dominó, ya de por sí inestable por las consecuencias del cambio climático", explica Rubén Madroñero, biólogo.

La recolección de erizos de mar adultos (son más fáciles de capturar que las crías por su tamaño) deja indefensos a los juveniles, que habitualmente suelen esconderse bajo las púas de sus padres para defenderse de los depredadores. Su presencia en nuestros mares contribuye al correcto desarrollo de los ecosistemas de nuestros océanos, al regular la biomasa del fondo marino y el crecimiento de distintas especies de algas. "Sin los erizos de mar, las algas que viven en nuestros océanos podrían desarrollarse sin control", recalca Madroñero. En contra, liberar sin ningún tipo de control de erizos de mar en un hábitat donde no existían previamente puede llevar al desequilibrio de un entorno en el que conviven miles de especies distintas.

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Vista de una bandeja de 'oricios' o erizos de mar del Cantábrico. (EFE/Juan González)

En Toralla, una pequeña isla situada en la costa sur de la ría de Vigo, un grupo de científicos de la Estación de Ciencias Mariñas de la Universidad de Vigo ha puesto en marcha Ocimer+, un proyecto que aborda aspectos fundamentales para el desarrollo del cultivo y para la gestión y la conservación de este ser vivo.

Durante ocho meses, estos investigadores han analizado aspectos de nutrición, genética, sanidad y criopreservación, así como el estudio del comportamiento de la especie ante las alteraciones provocadas por el cambio climático. "En ocasiones se explota un recurso sin tener un profundo conocimiento de cómo es. Esto puede llevar a errores del pasado, tal y como ocurrió con otras especies como las almejas", ha asegurado José Manuel Estévez, director de Ecimat (Estación de Ciencias Mariñas de Toralla) y del proyecto Ocimer.

Foto: Un barco de pesca de arrastre. (iStock)

"Hay que tener en cuenta que el ecosistema de las rías Baixas es diferente. Uno de los objetivos, por tanto, ha sido plantear alternativas para favorecer la presencia del erizo de mar en esta área", ha destacado. La principal motivación para llevar a cabo este estudio ha sido el interés económico que hay detrás de la gestión de este recurso. "Cada vez se explota más y cada vez hay menos. Una mala gestión puede llevar a su desaparición", ha lamentado.

Este proyecto, que es la continuación de otro anterior que se desarrolló entre 2019 y 2021, ha estado dividido en cuatro fases. En la primera de ellas, los investigadores de la Universidad de Vigo han trabajado en el estudio de la caracterización genética de cinco especies de erizo de mar que viven en las costas gallegas. Durante la segunda etapa, han evaluado el nivel de diversidad genética y aislamiento reproductivo de estos seres vivos para después poder determinar los parámetros óptimos en la fase de cultivo. Por último, se han desarrollado nuevos protocolos para promover la conservación de las especies autóctonas que son susceptibles de reproducirse en cautividad.

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Dos especies distintas de erizos de mar cultivadas en la Universidad de Vigo. (A. R.)

Más de 50.000 ejemplares de erizo común liberados

Esta iniciativa, financiada por el Programa Pleamar de la Fundación Biodiversidad, ha logrado obtener más de 50.000 ejemplares de Paracentrotus lividus, también conocido como castaña de mar, para repoblar una zona sobreexplotada. "Fueron liberados en una zona seleccionada previamente del litoral de Cangas do Morrazo [Pontevedra]", especifican los investigadores encargados del proyecto. La principal dificultad es que no se pudo realizar un seguimiento de los erizos liberados por la pandemia del coronavirus.

Foto: El desarrollo tecnológico ha fomentado la sobreexplotación del mar, desde el turismo a la pesca. Foto: Unsplash/@tmillot

Durante este proceso también se ha creado un biobanco de diversas especies con el objetivo de conservar y estudiar la biodiversidad de las especies autóctonas de las Islas Atlánticas de Galicia. "Se obtuvo éxito por primera vez a nivel mundial con la criopreservación de esperma de las tres especies y embriones de S. granularis (el erizo de mar violáceo)", destacan. Para poder realizar este estudio, la Estación de Ciencias Mariñas de la Universidad de Vigo ha contado con el apoyo de la cofradía de pescadores San Xoxé de Cangas y la de San Francisco de Vigo.

La criopreservación consiste en almacenar material biológico a largo plazo utilizando temperaturas criogénicas (unos -196 grados centígrados aproximadamente) conservando su estructura y función. Esta técnica tiene aplicaciones en distintos ámbitos relacionados con el sector de la pesca y la biodiversidad. "Es muy importante apostar por el desarrollo sostenible. Hay que tener en cuenta que cualquier enfermedad importada es un organismo invasor y esto puede tener consecuencias para el ecosistema", subrayan desde Ecimat.

Antes de comenzar con la liberación de erizos de mar, los investigadores llegaron a la conclusión de que en el litoral de ‘Os Castros’ en Cangas do Morrazo existía un banco de esta especie de erizo, que estaba desapareciendo por el aumento de la presión extractiva. Sin embargo, en las costas gallegas viven otras cuatro especies autóctonas, algunas de ellas sin explotar.

El aumento de la demanda en fechas como la Navidad, donde el consumo de marisco es más habitual, ha dado como resultado un aumento del precio por kilogramo de gónada de erizo, que incluso ha llegado a alcanzar los 22 euros por kilogramo en la propia lonja, explica Sira Pereira, técnica de gestión del proyecto. Esto ocurre principalmente con el denominado Paracentrotus lividus, el erizo de mar más común. "El problema viene cuando hay dinero de por medio. Cuando esto ocurre, el recurso siempre es la parte más débil", sentencia el director de Ecimat.

La primera vez que una persona decidió comer un erizo de mar fue en el Neolítico (o al menos es la primera vez de la que se tiene constancia). Sin embargo, las primeras especies de estos seres vivos datan de hace aproximadamente 500 millones de años. La industrialización de las artes de pesca a lo largo del último siglo han permitido al ser humano obtener un beneficio económico sin precedentes con su comercialización. El problema es que, aunque las técnicas hayan mejorado, la filosofía sigue siendo la misma: extraer lo máximo posible sin tener en cuenta que, sin las condiciones adecuadas, este animal puede dejar de existir.

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