La temperatura media global es hoy 1,1 °C más alta que a principios del siglo XX.

El aumento del nivel del mar supera un nuevo récord cada año. Las olas de calor registran temperaturas sin precedentes alrededor de todo el mundo.

Las inundaciones, las sequías y otros fenómenos meteorológicos extremos siguen dejando víctimas mortales y aumentando el gasto material.

Crece la inseguridad alimentaria, y más de 20 millones de personas son forzadas anualmente a abandonar su hogar por los efectos del cambio climático.

¿Sientes ansiedad?

Texto y diseño Irene Gamella
Desarrollo Fernando Anido
L

a salud mental ha ido ganando protagonismo en la conversación en torno a la emergencia climática, llegando a acuñar términos como ‘ecoansiedad’, una emoción que no está necesariamente ligada a una patología psiquiátrica, sino a una reacción racional ante una situación de amenaza e incertidumbre. Esta sensación comenzó a inundar las filas del ecologismo con la llegada de la pandemia, como recuerda la activista de Juventud Por El Clima, Martina Di Paula, de 21 años: “Con el confinamiento no podíamos seguir con las formas tradicionales de movilización y era un momento de incertidumbre en el que se juntaron muchas cosas. Fue entonces cuando empezamos a hablar mucho de ansiedad climática”, indica.

Su compañero y miembro del nodo de Fridays for Future de Mallorca, Pere Joan, se enfrenta a esta sensación de una forma diferente. “Personalmente, la ecoansiedad me afecta cuando siento los efectos del cambio climático en mi propio cuerpo”, explica. “Por ejemplo, cuando llegan olas de calor o se alcanzan temperaturas extremas y, de repente, soy consciente de que estoy sufriendo las consecuencias en primera persona”.

Pere Joan
Martina Di Paula
Pere Joan y Martina Di Paula en protestas convocadas por Juventud Por El Clima.

Con los termómetros marcando cifras récord en el verano en el que la Aemet registra el mes más caluroso de la historia de nuestro país, la preocupación de Pere coincide con la de la mayoría de los españoles. Los últimos datos de la encuesta de actualidad del CIS del pasado mes de mayo muestran que al 81,1% de los entrevistados les preocupa “mucho o bastante” el cambio climático, mientras que la inquietud entre los participantes de 18 a 24 años alcanza el 87,7%.

Sin embargo, no es solo la imposibilidad de salir a las calles a protestar o los efectos tangibles de esta emergencia lo que supone un impacto en la estabilidad emocional de los jóvenes, sino el sentirse traicionados por aquellas instituciones capaces de limitar esta tragedia. No es la acción individual, sino la responsabilidad gubernamental la que provoca la ecoansiedad, según señala un estudio de ‘The Lancet’.

Preocupación por el cambio climático entre los jóvenes

Extremadamente alta
Muy alta
Moderada
Baja
Nula
Fuente: The Lancet.

Esta investigación, centrada en jóvenes de 16 a 25 años de todo el planeta, halló una correlación entre la angustia por el cambio climático con la percepción de una respuesta inadecuada por parte de los gobiernos ante esta crisis global. El 75% de los encuestados señala que el futuro es aterrador, mientras que el 83% considera que se ha fracasado a la hora de proteger el planeta.

El 75% de los encuestados señala que el futuro es aterrador, mientras que el 83% considera que se ha fracasado a la hora de proteger el planeta

En este sentido, Tiziana Martín, de origen argentino y miembro de Juventud Por El Clima a los 20 años, indica como en su caso la sensación de ansiedad se intensifica en las épocas de las cumbres anuales que reúnen a los líderes de todo el mundo: “Es por el hecho de intentar saberlo todo y seguir el minuto a minuto; por pensar en cómo podemos perfeccionar las acciones del movimiento y, después, encontrarnos con unos resultados muy pobres que generan frustración”, lamenta la activista.

Crecimiento de las emisiones de carbono

Emisiones globales de CO2
Reducción necesaria para no superar los 2 ºC
Reducción necesaria para no superar los 1’5 ºC
Fuente: Global Carbon Project.

La inacción institucional, que acaba por generar angustia y enfado, se refleja en las cifras de las emisiones de gases de efecto invernadero de los últimos años.

En 2020, la paralización causada por el covid supuso una caída en los niveles de CO₂; sin embargo, se habrían elevado de nuevo un 4,9% a lo largo de 2021.

Esto sucede en un momento en el que los datos de Global Carbon Project indican que sería necesaria una reducción anual del 4% para que la temperatura no sobrepase los 2 °C, la cifra límite fijada por el Acuerdo de París.

Para evitar los efectos más catastróficos del cambio climático, sería necesario no superar los 1,5 °C, algo para lo que habría que reducir las emisiones en un 8% anual.

“Es como si quisieran recuperar el tiempo perdido”, lamenta Sagrario Monedero refiriéndose al repunte de emisiones posterior al confinamiento. La directora de Acción e Impacto Sistémico de Greenpeace reconoce a su vez el efecto que estas previsiones desalentadoras pueden tener sobre el activismo: “Hay gente que ve que no se avanza, que las instituciones no están a la altura y genera mucha frustración. Además, la gente joven se está enfrentando a unos niveles de precariedad brutales y a la vez sienten que no van a tener ni siquiera planeta en el que vivir en condiciones”.

El aumento de las desigualdades, la inseguridad creada por la pandemia y su consecuente crisis financiera, y, ahora, la guerra en Ucrania son otros de los detonantes del derrotismo que acompañan a la ansiedad climática. Por estas circunstancias, Monedero ve natural que las personas se sientan muy poco empoderadas para la movilización, mientras les afecta un sentimiento que puede llegar a ser “paralizante”. Aun así, la activista insiste en la importancia de “no tirar la toalla”, porque, aunque “vayamos mal y vayamos tarde, esta década es decisiva”.

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¿ERES TÚ RESPONSABLE DE ESTO?

En esta coyuntura de precariedad generalizada, el ecologismo llegó al consenso de que no se debe culpabilizar a los individuos, sino que es necesario que sean los encargados de la producción de gases de efecto invernadero quienes asuman su papel a la hora de frenar el calentamiento global.

Insiste en ello Tiziana Martín, que apunta al dato publicado en 2017 por Carbon Disclosure Project, una investigación que muestra como tan solo 100 empresas emiten el 70% de las emisiones de CO₂ de nuestro planeta, por lo que entiende que “todos tenemos una cuota de responsabilidad, pero no la misma la que tiene una persona que está sumergida en el sistema a una multinacional”.

Cuota de emisiones que representa las acciones de los ejecutivos de las industrias contaminantes

En toneladas de CO2 durante el año 2018
Fuente: Energy Research and Social Science.

En este sentido, el ‘Energy Research and Social Science Journal’ recogía en un estudio de 2018 la responsabilidad que tienen las grandes empresas contaminantes.

La investigación muestra como, por ejemplo, las acciones empresariales del por entonces CEO de Chevron representarían 604.784 toneladas de emisiones de CO₂.

En contraposición a la responsabilidad individual, cuya media es de 4,5 toneladas a nivel global y 5,1 toneladas en el caso español.

Más de 100.000 veces inferior.

“La responsabilización del individuo viene a ser la última triquiñuela del sistema para no exigir compromisos a las grandes compañías o a las élites políticas”, indica Sergio Aires, también activista a sus 18 años, que considera que el sentimiento de culpabilidad que generan herramientas como la huella de carbono (un invento que nació de una campaña de la petrolera BP) implica que “la ecoansiedad no se traduzca en protestas, mientras gastamos nuestras energías en reducir nuestro consumo de plásticos sin replantearnos cómo funciona el sistema”.

Sergio Aires
Tiziana Martín
Los activistas de Juventud Por El Clima Sergio Aires y Tiziana Martín.
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DE LA ECOANSIEDAD A LA MOVILIZACIÓN

Más allá del sentimiento de culpa, el resto de los impactos psicológicos del clima no siempre sirven como impulso a la hora de protestar. Así lo plantea un estudio conjunto de varias universidades australianas, que distingue entre lo que entendemos como ‘ecoansiedad’ y lo que la investigación denomina ‘ecoenfado’, pues los sentimientos más relacionados con la ira se pueden considerar como un detonante para la acción y la demanda de responsabilidades, mientras que la ansiedad puede llegar a tener un efecto paralizante sobre quien la padece.

los sentimientos relacionados con la ira se consideran como un detonante para la demanda de responsabilidades, mientras que la ansiedad tiene un efecto paralizante

Di Paula explica que, cuando intenta exponer el problema de la emergencia climática en charlas en colegios, una de las cuestiones más controvertidas es plantear cómo darle la importancia que merece a esta información sin asustar a la gente, y así evitar que ese miedo tenga un resultado paralizante.

Desde Juventud Por El Clima reconocen que ambas emociones son compatibles y señalan la importancia de crear espacios de apoyo dentro del activismo, porque “esto es algo que estamos sufriendo todos a nivel colectivo, como generación”.

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¿QUÉ OCURRE SI NOS PARALIZAMOS?

“Di una charla TED hace unos años sobre el nivel del mar y cómo podía interactuar con las precipitaciones que se intensifican con el cambio climático”, recuerda Francisco Doblas-Reyes, investigador del Centro Nacional de Supercomputación de Barcelona. “Al día siguiente, me encontré con la persona de mantenimiento del edificio y me dijo: ‘No pude terminar de escucharte’. Se había deprimido tanto que tuvo que irse”.

Este investigador es uno de los españoles que participa en el informe del IPCC (el Panel Intergubernamental del Cambio Climático) y, al igual que el resto de la comunidad científica, considera que es necesario actuar de manera inmediata, porque “está claro que el cambio climático está teniendo lugar ahora en todas las regiones del planeta”. Ante esta emergencia, considera que la ciudadanía debe exigir transparencia y planes serios a las instituciones públicas, porque, si no actuamos ya, entonces será demasiado tarde. “Y nadie quiere eso, por supuesto, sobre todo cuando tenemos la información sobre los riesgos a los que nos enfrentamos”, declara.

Aumento de la temperatura de la superficie terreste en diferentes escenarios

Emisiones muy altas
Emisiones altas
Niveles medios de emisiones
Emisiones bajas
Emisiones muy bajas
Fuente: IPCC, Climate Change 2022: Impacts, Adaptation and Vulnerability.

Los efectos que estamos viendo con una temperatura de 1,1 °C sobre los niveles preindustriales se recrudecerán con cada subida que experimente la temperatura global, según señala Doblas-Reyes. Una vez superados los famosos 1,5 °C, establecidos por la cumbre de París, los resultados comenzarían a ser más catastróficos. “Las consecuencias serán peores si el nivel de calentamiento es de 2 °C. Pero es que, si nos acercamos a 3 °C, serán mucho peores. No es que sean un poco peores, es que la situación se agrava de una manera que no es proporcional al nivel de calentamiento”.

“Básicamente, cada medio grado de calentamiento tiene consecuencias dramáticas”, detalla Sergio Henrique Faria, otro de los autores del IPCC e investigador del BC3 (Basque Centre For Climate Change), que distingue entre los cambios de temperatura que experimentamos a nivel local de un día para otro y el calentamiento medio global.

Efectos históricos de las temperaturas extremas

temp low temp high

“En el último periodo glacial, hace 20.000 años, todo el norte de Europa estaba cubierto por una capa de hielo gigantesca de un kilómetro de grosor”.

“Esto ocurrió con una temperatura media tan solo 7 °C más fría de la que tenemos hoy, millones de toneladas de hielo”.

De forma proporcional, una subida de temperatura como a la que se expone actualmente el planeta tendrá el efecto opuesto: se seguirán derritiendo los polos y aumentará del nivel del mar.

Así lo indicó el NOAA, cuando en mayo de 2021 detectó un nivel de concentración de CO₂ en la atmósfera histórico. La última vez que se habían superado esos niveles fue hace tres millones de años.

Entonces, la temperatura superaba en 3 °C los registros preindustriales y el nivel del mar era entre 15 m y 25 m superior al actual.

Frente a estas expectativas desesperanzadoras, desde Juventud Por El Clima ya asumen que muchas de las consecuencias del calentamiento global son inevitables; sin embargo, en la misma línea que la ciencia, insisten en que esta es precisamente la “razón para trabajar e intentar minimizar lo que se nos viene encima”.

“El cambio climático es una crisis moral”, declara Faria que, dejando a un lado las valoraciones técnicas, entiende que lo que estamos viviendo “es un reflejo de nuestra sociedad”, porque el coste para limitar las temperaturas “no es grande” y lo que necesitamos es iniciativa: “Es la acción lo que nos falta, no es el dinero”, concluye el científico, que deja claro que no son pocas las razones para estar preocupados, enfadados o ansiosos.