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China frena en seco las emisiones que dañan la capa de ozono
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Tras la alerta de los científicos

China frena en seco las emisiones que dañan la capa de ozono

Las estaciones internacionales de control habían detectado un fuerte aumento de emisiones ilegales de gases clorofluorocarbonados (CFCs) al este del país asiático. Ahora han confirmado su rápido descenso

Foto: La capa de ozono filtra las radiaciones UV (EFE)
La capa de ozono filtra las radiaciones UV (EFE)

Hace dos años la revista Nature publicó un artículo científico en el que alertaba sobre “un aumento inesperado y persistente de las emisiones mundiales de CFC-11”, un clorofluorocarbono con una alta capacidad para destruir la capa de ozono estratosférico.

Situada en la parte alta de la atmósfera, esta capa actúa como un gigantesco filtro solar que evita el paso de las radiaciones ultravioletas nocivas para la vida terrestre. La ausencia de ese filtro estratosférico afectaría a todos los seres vivos del planeta: tanto a las personas, provocándonos quemaduras y alteraciones del sistema inmunológico, como al resto de la biosfera, donde existen organismos muy sensibles a dichas radiaciones y con escasa o nula capacidad para protegerse de ellas.

Los científicos piden más estaciones de control para localizar y cuantificar las emisiones de este potente agente destructor

Según aquel estudio, el descenso del CFC-11 “fue constante entre 2002 y 2012”. Sin embargo de 2014 a 2016, las emisiones empezaron a aumentar en más de 14.000 toneladas anuales, lo que equivalía a una cuarta parte del total acumulado entre 2002 y 2012.

Este gas y otros compuestos halogenados perjudiciales para la capa de ozono fueron prohibidos por el Protocolo de Montreal. Firmado en 1987, este tratado internacional obligó a los países a eliminar gradualmente la producción y el uso de clorofluorcarbonados hasta completar su total eliminación en 2010. Sin embargo el CFC-11 se sigue fabricando de manera clandestina.

Las mediciones llevadas a cabo por las estaciones internacionales de monitoreo consiguieron localizar un gran foco del que surgía la mayor parte de estas emisiones (56%): en las provincias chinas de Shandong y Hebei, al este del país. Las autoridades del gigante asiático fueron informadas al respecto y respondieron que se ponían inmediatamente manos a la obra para averiguar qué estaba pasando.

placeholder Agujero en la capa de ozono a finales de 2020. Foto: NASA
Agujero en la capa de ozono a finales de 2020. Foto: NASA

Ahora, una nueva investigación llevada a cabo por científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT por su sigla en inglés) en colaboración con la Universidad de Bristol y con el apoyo de la Agencia Espacial Norteamericana (NASA) ha conseguido averiguar que las emisiones de CFC-11 han caído en picado: 20.000 toneladas anuales entre 2018 a 2019: es decir más de lo que estaban creciendo en el período detectado.

Los rastreos han logrado demostrar que el vertiginoso descenso se ha producido en las mismas regiones del este de China donde previamente se detectó el pico de emisiones. Unos datos que demuestran que, efectivamente, China ha tomado las acciones necesarias para detener la producción ilegal de este gas en su país.

Importante reacción

Para el investigador del MIT Ronald Prinn, la determinante reacción del gobierno chino al requerimiento internacional es una "excelente noticia" pues “si las emisiones de CFC-11 se hubieran estabilizado en esos altos niveles o hubieran continuado aumentando, habría surgido un problema grave”. En su opinión “las redes de monitoreo global que detectaron el pico en el tiempo y el espacio preciso y las acciones correctoras posteriores han evitado una amenaza real para la recuperación de la capa de ozono”.

placeholder Estación de monitoreo de la capa de ozono en la Antártida (EFE)
Estación de monitoreo de la capa de ozono en la Antártida (EFE)

Con todo, las emisiones detectadas en China representan la mitad de las captadas por las estaciones científicas de seguimiento. La pregunta es ¿de dónde sale el resto? Algunos expertos creen que pueden estar produciéndose en los vertederos donde se acumulan los viejos sistemas de refrigeración, en los que el CFC-11 se usaba como propelente y que fueron retirados, pero no destruidos, en su momento.

En cualquier caso, para este investigador del MIT lo ocurrido con China demuestra que “para garantizar que los países que se adhieren a acuerdos internacionales como el Protocolo de Montreal, cumplen con lo pactado se requiere una vigilancia continua”, por lo que según él "no podemos dejar de medir estas sustancias químicas y pensar que el problema está definitivamente resuelto, porque no es así".

Hace dos años la revista Nature publicó un artículo científico en el que alertaba sobre “un aumento inesperado y persistente de las emisiones mundiales de CFC-11”, un clorofluorocarbono con una alta capacidad para destruir la capa de ozono estratosférico.

Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) Internacional
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