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La Lotería de Navidad desde el otro lado: así se vive uno de los días de más ilusión del año en un periódico
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La Lotería de Navidad desde el otro lado: así se vive uno de los días de más ilusión del año en un periódico

Una mirada por uno de los días de trabajo más peculiares del diario

Foto: La redacción de 'El Confidencial' (M.M)
La redacción de 'El Confidencial' (M.M)

El 22 de diciembre amanece frío, pero soleado, y ese día se reza más que nunca porque el Cercanías pase a la hora a la que tiene que hacerlo: una de esas cosas que son una entre un millón o un grajo blanco, como diría mi padre. Algunos días es casi tan probable como que te toque la Lotería de Navidad. Por desgracia, lo primero sucede mucho más a menudo que lo segundo.

Todos los que estamos en la redacción le dijimos a nuestros amigos en el día de ayer que no podíamos salir, o al menos, "no liarnos mucho". Se trata de uno de los días del año en los que la gente consulta más los periódicos: hay muchos lectores y las calles se llenan de historias. Como siempre, hay que estar a la altura. Este año, además, está la pequeña broma del destino de que cae en domingo: un día en el que todo el mundo desea trabajar.

Algunos compañeros llevan trabajando toda la noche, otros están en la calle o en la puerta de las administraciones. Si el periódico, en un día normal, debe funcionar como un reloj, este es uno de los días en el que es más imprescindible que así sea. Miles de personas están pendientes de los niños de San Idelfonso, pero además el mundo sigue girando y habrá cientos de sucesos que cubrir. Rezamos en silencio porque la lotería sea la única gran noticia y nadie se muera, ni amague con dimitir, ni derivados.

Pasamos la mañana escuchando, incesante, la cantinela de los mil euros. Horas después, la repetición empieza a tener algo de tortura china. En algunos puntos, uno de los compañeros comienza a tararear la cantinela: las cabezas amenazan ya con perderse, pero un resquicio de vieja ilusión nos mantiene atentos.

Foto: Dos personas celebran la Lotería de Navidad (EFE | Archivo)

Nos levantamos casi con miedo a por agua o al baño. Cumplimos nuestras necesidades básicas en tiempo récord, no vaya a ser que justo en ese momento llegue el Gordo y nos pille fuera de combate, o lo que es peor: con los pantalones bajados.

Por fin llega el momento que todos esperábamos y temíamos, casi a partes iguales. Los niños han cantado el 72480. Nadie lo lleva en la cartera, aunque algún optimista corre a preguntar por WhatsApp a sus familiares si no era ese aquel que compraron una vez en un pueblo de la España vaciada o si quizá es el décimo que dejaron abandonado hace meses en la mesita de noche, pero, para sorpresa de pocos, todo son noes.

Pequeña sensación de desasosiego colectivo en los estómagos de la sala y dedicamos unos segundos hacer un par de cálculos: los justos para confirmar que no da. El décimo de la empresa tampoco ha dado ni un euro. Comienzan los “por lo menos tenemos salud” o “un año más”. Cerramos la pestaña oculta en Idealista: el luminoso piso con balcón tendrá que esperar. Pensamos en el sorteo del Niño. Pensamos en hipotecas, en la familia y en el futuro. Bromeamos.

Lo bueno es que no tenemos demasiado tiempo para las lamentaciones, por muy internas que fueran: siempre hay cosas más importantes. Todo son personas que apuntan a toda velocidad números, los comprueban, redactan y cambian la portada. Durante unos segundos solo hay silencio y mucho golpe de tecla. Si cierras los ojos, parece que una bandada de pájaros carpinteros hubiera irrumpido en la redacción.

Termina la emisión desde el Teatro Real y comienzan los testimonios en las administraciones, los bares, las plazas: si algo nos gusta en este país es echarnos a la calle un domingo. Hablan los que han ganado un premio, los que lo han presenciado, y también los que no han hecho ninguna de las dos cosas. Escuchamos las voces de entusiastas, también de resignados. Intentamos buscar noticia en ellas.

La desilusión dura poco, nada que no pueda resolverse con un trozo de panettone, churros, roscón o chocolate. Las mesas están llenas de alimentos que harían poner el grito en el cielo a cualquier nutricionista de los que tanto se estilan en esta época, de esos que pretenden que te sientas culpable por comer en Nochebuena. Pero nos da igual: ganaremos en calorías lo que no hemos hecho en dinero.

Para hoy no traemos tupper: el hilillo de esperanza bien merece que no comamos algo recalentado de dentro de un plástico. Lo hacemos un poco también por el niño interior que desayunaba un Cola Cao escuchando aquello de los mil euros y sabiendo que empezaban las vacaciones de Navidad.

Foto: Dónde ha tocado la Lotería de Navidad 2024 en La Rioja: el Gordo, números premiados y administraciones, en directo (El Confidencial)

Algunos nos marchamos a casa en breve, la mayoría de nuestros compañeros no tienen esa suerte. Serán ellos, el equipo de fin de semana, los encargados de cerrar puertas y apagar luces varias horas después. La actualidad no descansa: nosotros, de vez en cuando, sí.

El 22 de diciembre amanece frío, pero soleado, y ese día se reza más que nunca porque el Cercanías pase a la hora a la que tiene que hacerlo: una de esas cosas que son una entre un millón o un grajo blanco, como diría mi padre. Algunos días es casi tan probable como que te toque la Lotería de Navidad. Por desgracia, lo primero sucede mucho más a menudo que lo segundo.

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