Gómez Abelleira (UC3M): "La IA distorsiona la evaluación. Ahora hay más exámenes orales"
El director de la escuela de postgrado de Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) apunta que la inteligencia artificial ha transformado los sistemas de evaluación de los alumnos pero defiende uso para ganar eficiencia
Francisco Javier Gómez Abelleira (La Coruña, 1969), director de la escuela de postgrado de Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), resume la evolución de los estudios de Derecho en los últimos veinte años como un cambio de más libro a menos libro. La irrupción de la tecnología y las pantallas ha llevado a las nuevas generaciones de estudiantes a ser más tecnológicos y menos literarios, un cambio vertiginoso que no siempre es fácil de trasladar a los programas formativos.
Gómez Abelleira es consciente del impacto que tiene (y tendrá) la inteligencia artificial en la abogacía y se muestra partidario de incorporarla al aula porque los alumnos, según defiende, tienen que estar en el mundo real. Lejos de ser una amenaza, cree que por ahora es una herramienta para ganar eficiencia aunque plantea un dilema a la hora de evaluar a los alumnos con trabajos escritos. ¿La solución? Por ahora, aumentar las pruebas orales.
La UC3M es el único centro universitario, junto con Esade, posicionado en el top 3 de grado y postgrado de la cuarta edición del informe ‘Universidades y Despachos 2024’ elaborado por El Confidencial que analiza los centros donde fichan los grandes despachos a sus nuevos abogados.
PREGUNTA. La UC3M es la única universidad pública posicionada en el podio de grado y postgrado del último informe ‘Universidades y Despachos 2024’. ¿Qué diferencia a la Carlos III del resto?
RESPUESTA. La oferta de titulaciones de la UC3M. La universidad ha sido pionera en su oferta de dobles grados y buscamos que los grupos de trabajo sean pequeños. Ahora mismo contamos con 40 alumnos por grupo en las clases prácticas y unos 100 a 120 alumnos para los grupos en los que se imparte la teoría.
La docencia también se cuida mucho, tenemos un profesorado magnífico. La universidad tiene una gran capacidad de atracción de talento.
P. ¿Con quién compite la UC3M?
R. El profesor [Juan] Zornoza ha hecho un gran trabajo con el máster de acceso de la abogacía. Es un máster en el que no solo se matriculan estudiantes de Madrid, vienen de toda España. No tenemos una competencia feroz porque somos una universidad pública con vocación de servicio público. Competir en el mercado no es nuestra prioridad, queremos ofrecer el mejor producto a los estudiantes que puedan estar aquí en función de su trayectoria y no del precio. Otras universidades que también vemos que ofrecen un gran producto son la Autónoma de Madrid e Icade.
P. ¿Cuál es el perfil del alumno de la UC3M?
R. Llevo 22 años en esta universidad y el estudiante que entraba entonces y el que entra ahora no es el mismo, fundamentalmente por motivos tecnológicos.
Los estudiantes de Derecho hace dos décadas eran más literarios, cuidaban más el lenguaje; ahora son más tecnológicos y esos aspectos se cuidan menos. Derecho es un área muy literaria en la que hay que leer mucho, generalmente textos muy largos.
Los jóvenes de hoy son menos literarios en ese sentido. Tienen menos costumbre de afrontar textos linealmente estructurados porque su mente está estructurada para saltar de una cosa a otra.
P. ¿Hay algún protocolo para el uso de pantallas?
R. Los docentes tienen autonomía para decidir eso. En eso estamos muy descentralizados. Pero claro, eso tiene un riesgo. Si un profesor les pide a sus alumnos que quiten sus pantallas es porque les va a ofrecer algo espectacular que va a mantener su atención. Por ejemplo, las sesiones de máster son de hora y media y otra hora y media. En total, tres horas. Tres horas de malabarismos y entretenimiento no es fácil. Personalmente opto por dar libertad a los estudiantes. Prácticamente el 100% vienen con ordenador portátil a clase. Esa desconexión es muy difícil.
"Hay que ser más selectivos en las lecturas que les recomendamos"
P. ¿Qué diferencias ve entre el estudiante de hace dos décadas y el de ahora?
R. En Derecho hemos ido, en general, de más libro a menos libro. Ese sería el resumen. Los manuales en Derecho han sido siempre muy gruesos, hablamos de unas 1.000 páginas. Eso, a un estudiante de hoy, le abruma. Su mundo es internet y no el libro. Hay que ser más selectivos en las lecturas que les recomendamos. Intento ser más realista. Les pido que se lean cuatro páginas y no 400 porque sé que no se las van a leer. Textos más breves, pero también más variados.
La educación de hace años era más monótona, hoy en día hay acceso a información mucho más variada. Esa enorme cantidad de información también es un problema porque hay que aprender a filtrarla, a seleccionar las fuentes de información. El objetivo final, en todo caso, es que tengan criterio para saber separar el grano de la paja.
P. Pero una sentencia no se puede acortar, es lo que es.
R. A veces el profesor, sobre todo en grado, ofrece fragmentos que sean relevantes. En postgrado sí se ponen textos más largos con idea de que puedan leerlos en lo que yo llamo "en diagonal". Esto significa que no hay que leerse un documento de principio para entender su esencia. Hay aspectos que se pueden omitir si se sabe dónde hay que leer, hay que saber escanear un texto. Se trata de aprender a leer y tener criterio para detectar lo que es importante y lo que no.
P. ¿Cuáles son las titulaciones más demandadas? Entendemos que el máster de acceso será de los primeros.
R. El máster de acceso es obligatorio, entonces la demanda es muy alta. También ofrecemos másteres de especialización, todos con mucha demanda. Tenemos mucha demanda de estudiantes internacionales.
Actualmente, un 25-30% de los estudiantes de postgrados especializados son de Latinoamérica. Tienen experiencia profesional relevante y una media de edad de 28-30 años. Dan una seriedad y una mirada distinta al aula. Para muchos, venir a estudiar un máster aquí es un proyecto vital muy importante.
P. ¿Cómo se logra meter en el aula todos los avances tecnológicos como ChatGPT? Va todo muy rápido, no debe de ser fácil.
R. La clave es esa: la velocidad. Al principio del curso planificas algo y luego el curso te barre con las novedades que van apareciendo. Hablamos de cosas que en un año cambian mucho. Este reto tiene varias vertientes. Por un lado, existencial. La existencia de la propia profesión como tal. He escuchado a expertos en IA decir que las profesiones intelectuales, como los abogados o periodistas, van a ser sustituidas por software. Eso es fácil en términos económicos, pero otra cosa es cómo funcione ese software. Hay muchas incertidumbres.
"Nadie se atreve a afirmar que una máquina vaya a ser capaz de dictar una sentencia"
Nadie se atreve a afirmar que una máquina vaya a ser capaz de dictar una sentencia. Esto lo podemos ver en pocos años, otra cosa es que socialmente lo adoptemos o no. Eso es una decisión política. Hoy en día la ley no permite que una máquina dicte una sentencia. Los jueces pueden apoyarse en la tecnología, pero la sentencia la dictan y la firman ellos.
Nosotros, como docentes, asumimos que la profesión va a continuar. ¿Qué hacemos, cerramos Derecho? No es descartable que en un futuro ocurra, pero no creo que sea el escenario central en un horizonte de 10 años. Ahora mismo ya puedes pedirle a una máquina que te redacte una demanda, pero esa demanda luego tiene que revisarla un profesional. Ese profesional tiene que tener criterio.
Al igual que con las pantallas, la universidad ha descentralizado el uso de la IA y cada profesor adopta la postura que considere, incluyendo su prohibición. Personalmente no comparto esa posición porque creo que los estudiantes tienen que estar en el mundo. A corto plazo veo la IA como una herramienta de productividad y para mejorar la eficiencia, y no como un sustituto. Como herramienta de traducción ya es magnífica.
Traer la calle al aula
En la medida de lo posible hay que traer la calle al aula. Pero hay un problema, la parte evaluativa. La evaluación académica no es igual a la profesional. Por ejemplo, si estás en un trabajo en el que te piden una demanda y tú presentas una que está perfecta, a mí me da igual cómo la has hecho. ¿Has usado la IA? Me da igual. Lo importante es que el resultado es perfecto.
A la hora de evaluar a un estudiante, esto cambia. Yo, como profesor, tengo que saber cómo has hecho lo que has hecho. Si has usado la IA, no sé hasta qué punto tú estás preparado para filtrar eso que la IA te ha dado. Nosotros tenemos que evaluar a los estudiantes. Evaluar significa saber qué es capaz de hacer una persona por sí sola. La IA distorsiona eso.
Los programas de control de plagio no detectan la IA. Tenemos que adaptar los sistemas de evaluación y poner más oralidad, más exámenes orales en vez de trabajos escritos. No solo es una evaluación de conocimientos, también de expresión oral. Es vital saber expresarse y plantear bien los argumentos. Es un poco el símil del alumno de primaria de sumar a mano o usar la calculadora. Yo creo que es importante aprender a sumar a mano y no convertir a los seres humanos en dependientes de una tecnología. Tenemos que dominarla nosotros, no que ella nos domine a nosotros.
P. ¿Desde hace cuánto han introducido más pruebas orales?
R. Desde hace año y medio, es algo reciente. Antes la IA estaba reservada para cosas muy concretas, ahora está popularizada y en la universidad llevamos debatiendo sobre ello desde entonces.
Los profesores también nos reunimos para poner en común puntos de vista, experiencias y formas de abordar el uso de esta tecnología de la mejor manera posible.
P. ¿Qué planes hay para la escuela de postgrado?
R. Ahora mismo no hay ningún proyecto en marcha de ninguna nueva titulación. La oferta ya es muy amplia, contamos con 15 títulos y hay 40 alumnos por máster. En el máster de acceso son 135 estudiantes entre la edición de septiembre y la de marzo. La demanda es muy alta, de 6 solicitudes por plaza.
P. La universidad cuenta con programas presenciales, semipresenciales y online.
R. La mayoría de los programas son presenciales. En la pandemia reaccionamos muy bien y no dejamos de impartir clase nunca. Lógicamente hubo un cierre del edificio, pero seguimos impartiendo las clases a través de plataformas tecnológicas. En el curso 2020/2021 adoptamos un modelo híbrido para limitar aforos, con una parte de alumnos presenciales y otros conectados. La experiencia, no obstante, puede llegar a ser negativa para alumnos y profesores. Dar clase a una pantalla no es lo más motivante.
P. ¿Qué feedback reciben de los estudiantes? El informe ‘Universidades y Despachos 2024’ apunta la importancia que tienen para la firma las llamadas soft skills. ¿Cómo las potencian?
R. Recibimos feedback de los alumnos, tanto de manera formal como informal. Respecto a la formación en soft skills, todos los grados de la universidad tienen una asignatura de expresión oral y escrita. Los contenidos de la carrera de Derecho son exigentes y no podemos abrir el programa para meter más horas para soft skills a costa de las asignaturas de la carrera. De todos modos, las clases son interactivas. El profesor no está horas y horas hablando. Hay exposiciones de temas, interacción. Yo, en mis cinco años de carrera, pasé en silencio. Hoy en día es impensable, se requiere que el alumno participe y sea activo. La mejor manera de aprender esas soft skills es con la práctica. En el campus de Getafe (Madrid) tenemos una sala de un juzgado para simular juicios.
P. ¿Qué carreras profesionales siguen los alumnos? ¿Qué trasladan?
R. En Derecho y en los dobles grados hay una división en tres bloques: despachos, oposiciones y empresa. También hay quien se inclina por el tercer sector, aunque es minoritario. Derecho abre un abanico de posibilidades profesionales enorme.
Las oposiciones a la Administración son una salida bastante masiva, lo que pasa es que hay un planteamiento sobre cambiar el sistema de acceso. El sistema basado en estudiar una cantidad inmensa de temas quizá ha perdido sentido. El debate no está en la universidad porque no está en nuestra mano cambiar nada, pero creo que no tiene sentido que una persona se aprenda 300 temas de memoria y los cante un día delante de un tribunal. Eso no garantiza que esa persona, por ejemplo, sea un buen juez. Antes hemos hablado de las soft skills, quizá eso también se debería evaluar de alguna manera.
P. ¿Qué alternativa se le ocurre?
R. Quizá hacer un examen más liviano, un test tipo el MIR. Una vez que se supera esa fase, entrar en una escuela en la que recibas una formación concreta para el cuerpo al que vas a acceder: judicatura, abogacía del Estado… No tanta memorización y más especialización en la profesión.
Desde algunos cuerpos ya me han dicho que les cuesta captar opositores. La oposición sigue siendo una salida importante, pero muchos estudiantes no están dispuestos a invertir ese tiempo. Estamos hablando de años. A veces nos piden que animemos a la gente a opositar. ¿Es necesario hacerles pasar por ese calvario, son esas las pruebas que necesitamos? Creo que no.
Francisco Javier Gómez Abelleira (La Coruña, 1969), director de la escuela de postgrado de Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), resume la evolución de los estudios de Derecho en los últimos veinte años como un cambio de más libro a menos libro. La irrupción de la tecnología y las pantallas ha llevado a las nuevas generaciones de estudiantes a ser más tecnológicos y menos literarios, un cambio vertiginoso que no siempre es fácil de trasladar a los programas formativos.
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