A vueltas con 'el reto demográfico' en la abogacía de los negocios
Tras varios años de análisis, no nos sorprende ver cómo el problema no ha variado, sino que la tendencia se mantiene, lo que es afirmar que, realmente, el problema se agrava
Hace bastantes meses, publicamos un análisis sobre el desafío demográfico en los despachos de abogados en España y su posible impacto en la estrategia de las firmas. Ahora profundizamos con los nuevos datos de los cursos 2021-2022 y 2022-2023, examinando cómo este fenómeno está más vigente y cómo sigue influyendo en diversos aspectos de la gestión de los despachos.
El problema relatado tenía una vertiente doble: por un lado, la posible escasez de abogados jóvenes que se incorporan a un tipo de firmas que según su estrategia necesitan crecer y tener incorporaciones continuas, pero, por otro lado, el problema de las futuras salidas de los abogados de más edad y su sustitución.
Decíamos que al ser empresas intensivas en capital humano, la distorsión que puede provocar en las dinámicas de las firmas puede ser tan potente que altere el resto de los factores estratégicos y también se afirmaba que hay indicadores que sugieren que en los próximos años podemos estar ante una escasez de profesionales de la abogacía que condicione la estrategia de las firmas de abogados.
Casi dos años después no nos sorprende ver cómo el problema no ha variado, sino que la tendencia se mantiene, lo que es afirmar que, realmente, el problema se agrava.
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Respecto de la entrada de los nuevos profesionales, las cifras actualizadas nos indican una constante en la tendencia.
Los candidatos que se presentan a las pruebas de acceso siguen siendo más o menos los mismos, pero con unas pequeñas variaciones, si bien podemos estimar un promedio anual los últimos años estancado en torno a los 6.500 aspirantes. Sin embargo, esa cifra necesariamente ha de disminuir en breve, pues, como veremos a continuación, la cifra de egresados del Máster de Acceso a la Abogacía está sufriendo ligeras rebajas.
En estos dos años se evidencia que, por un lado, han descendido aún más los egresados en el grado de Derecho, pero también los alumnos egresados en el Máster. Si bien los últimos datos correspondientes a los cursos 21-22 y 22-23 no son definitivos y pueden todavía sufrir una variación, sí podemos considerar constante que un porcentaje aproximado del 42% de los egresados en Derecho acceden al Máster de acceso a la abogacía, por lo que con este porcentaje y los datos obtenidos podemos validar como muy ajustada a la realidad la siguiente tabla, y afirmar que la tendencia se acelera.
A la vista de la reducción de egresados en el Máster, de forma inevitable la media de 6.500 aspirantes al examen de acceso deberá ir disminuyendo, y no podemos olvidar que este es el número máximo real de los "posibles" nuevos abogados, pues tampoco todos se animarán a ejercer realmente la profesión.
Sin embargo, los números de nuevos alumnos que comienzan a estudiar el grado de derecho no disminuye tanto, y pudiera parecer que dentro de 4 o 5 años la tendencia podría girar o al menos estancarse; sin embargo, no olvidemos que cada vez menos alumnos que empiezan a estudiar derecho acaban finalmente colegiándose como abogados, optando mayoritariamente por las otras profesiones en los cada vez más comunes dobles títulos. Este dato de nuevos ingresos –que no estaba en nuestro análisis anterior– anticipa la tendencia futura, y la reducción de alumnos está ya consolidada.
Por tanto, partiendo de que probablemente no se llegue a los 6.500 nuevos aspirantes al examen de acceso, debemos, como hicimos en su momento, observar la pirámide demográfica de la abogacía española, y podemos afirmar que, tras casi dos años, la inversión de la pirámide ha aumentado un poco más. Estos nuevos profesionales, los 6.500 nuevos candidatos, -ejercientes y no ejercientes- se incorporan a una pirámide de población que, según datos del censo del Consejo General de la Abogacía Española, está estructurada por tramo de edad de la siguiente forma:
La figura, con una clara forma de rombo, mostraba, entonces, en el tramo de 25-30 años un número de abogados ejercientes de 9.421, los cuales se han reducido ligeramente en este año. En el tramo superior, entre 30-35 años, el número de abogados hace casi 2 años, era de 13.773, siendo hoy similar, pues se han incorporado los abogados de 29 años del estudio anterior, al segmento de este año, quedando en la misma cohorte, pero reduciendo la cohorte anterior de 25-30.
Teniendo presente que estos tramos de profesionales por edad no suelen aumentar, es decir, casi todas las incorporaciones se producen en el tramo 25-30 años –de hecho, estos tramos se caracterizan por hacerse más pequeños por abandono de la profesión– podemos observar que los abogados más jóvenes tampoco aumentan, y los que hoy tienen 25 y 26 años, no van a hacer subir el número total de su cohorte en los próximos años, sino que necesariamente la reducirán. En resumen, los colegiados de 25 y 26 son menos hoy que los de hace 2 años.
Ante esta situación los síntomas de finales del año 2022 siguen apareciendo más agudos con vistas a finales de 2024 y al inicio de este nuevo curso.
Expuestos los anteriores datos, parece evidente que la tendencia es constante y quizás se acelera un poco, por lo que ahora podemos atender a las hipótesis que en su día se plantearon para ver si siguen vigentes y si las firmas deben atender esta situación como prioritaria.
Decíamos, y decimos hoy, que:
- La pirámide poblacional de la abogacía en España tiene una peligrosa forma de rombo, que en ya menos de cinco años adoptará la forma de pirámide invertida, muy pronunciada en el caso de los hombres –esta pirámide, como no podría ser de otro modo, se asemeja a la pirámide general demográfica española–.
- Del total de abogados colegiados, menos del 60% optan por ser abogados ejercientes. Esta tendencia, dos años después, se mantiene.
- La franja de 45-60 años de 62.653 abogados, en quince años va a ser sustituida por un máximo de 42.795 abogados, un tercio menos de abogados. De este número hay que descontar todos los abandonos de la profesión que se producen.
- Es llamativo que solo un tercio de los candidatos al examen –con un estimado de 90% de aprobados y que coincide con el número de egresados en el Máster de Acceso– se acaba colegiando en los primeros años.
Y podemos añadir como cuestiones adicionales lo siguiente:
- Que inexorablemente la cohorte de 26-30 se va a reducir, pues se incorporan los "segmentos" anteriores, que ya son menores en número.
- Y que, por otro lado, el número de egresados en Derecho y el número de egresados del Máster de Acceso a la abogacía aceleran su tendencia a la baja.
Si desde hace años las firmas de abogados se esfuerzan en atraer y retener al talento, en los próximos años esta tarea va a ser mucho más complicada. A la supuesta pérdida de atractivo de la profesión y la mentalidad de las nuevas generaciones –cuestión realmente importante pero que excede el tema de este análisis– se suma un problema demográfico. Hay menos abogados. Y este factor va a condicionar con mucha fuerza cualquier estrategia de las firmas; y esta afirmación, transcurridos casi dos años desde entonces, sigue vigente.
La pirámide invertida de profesionales complica mucho la estrategia de las firmas. Y esta inversión de la pirámide se está manteniendo y es inevitable que se acelere.
Así las firmas de la abogacía de los negocios siguen apostando por:
- una subida generalizada de salarios de entrada para conseguir atraer a los mejores profesionales en el primer momento,
- ofrecer una oferta de flexibilidad, en mayor o menor grado, que cada firma ha configurado para sus profesionales,
- diseñar políticas para generar buenos climas de trabajo, pero que en muchas ocasiones ha sido remar contracorriente porque los porcentajes de rotación no parecen disminuir.
Pero quizás es el momento de pensar en adoptar nuevas soluciones. Soluciones que necesariamente pasan por dos variables: o reducir la incorporación de nuevos abogados e imitar la inversión de la pirámide en sus estructuras, o ampliar el espectro de posibles nuevos candidatos.
La primera opción parece complicada, y supone un cambio de estrategia y de modelo de negocio que difícilmente pudiera ejecutarse –en el caso de ser viable– por los actuales socios.
En este punto, algunos afirman que la tecnología podrá ayudar a esta reducción de las bases en la estructura, pero de momento no parecen más que cantos de sirena. Y en caso de poder hacerse –por ejemplo la inteligencia artificial sustituyendo gran parte de las horas de juniors– no parece que sea muy acertado, en atención a las necesidades de aprendizaje y sobre todo al necesario proceso de socialización que exigen las firmas y que resulta imprescindible para el ejercicio de la profesión.
La segunda opción será incorporar nuevos posibles candidatos, aumentando aquellos lugares donde buscar, elegir y atraer. Por un lado, mirando en la totalidad de todos los posibles candidatos y no solo en aquellos segmentos con perfiles muy determinados. Las firmas deberían ampliar su enfoque y redefinir los parámetros de los perfiles de búsqueda. Esto podría, incluso, acelerar la incorporación de abogados de otras nacionalidades, especialmente de jurisdicciones hispanoamericanas –lo que además tiene otras consideraciones económicas y de negocio muy importantes que no podemos analizar aquí–.
Además, surge la pregunta: ¿Estamos ante un fenómeno que podría llevar a las firmas a considerar la inclusión de profesionales no jurídicos como fee-earners para prestar servicios de menor complejidad, ampliando así las modalidades en la prestación de servicios? Esto es, ¿la ampliación del espectro puede venir por la incorporación de más paralegals, administrativos cualificados o profesionales más diversos?
"Las firmas deben abordar como prioritaria esta reflexión estratégica para afrontar un hipotético escenario con menos profesionales abogados"
Una última variable parece que se cierne sobre la abogacía –y no solo en la abogacía– que consistirá en que, de seguir así, parece inevitable que los actuales abogados de mediana edad se verán obligados a permanecer más años en ejercicio de lo inicialmente previsto.
A esto último se añade que las nuevas generaciones no ven tan atractiva la sociatura, lo que podrá obligar a postergar la sutitución en la propiedad de las firmas o, incluso, generar cada vez más firmas con accionistas no abogados – o, al menos, exsocios–.
No parece ciencia ficción que en algunos años el equity de las firmas esté en manos de abogados no ejercientes jubilados, y esta posibilidad, como reto, debería empezar a ser analizada. Si hasta hoy la propiedad de una firma profesional podía asimilarse a una propiedad temporal, en la que a medida que asciendes vas adquiriendo propiedad para luego irla pasando a los siguientes, es probable que este concepto haya de variar y la propiedad actual no sea tan fácil trasladarla a abogados que hoy son menos y con unas aspiraciones no tan similares.
Podemos reiterar, pasados dos años desde entonces, que las firmas deben abordar ya como prioritaria esta reflexión estratégica para afrontar un hipotético escenario con menos profesionales abogados y con necesaria mayor productividad. Además, los efectos de esta situación sobre los partnerships y el sistema de reposición de socios también son una cuestión compleja que conviene empezar a tener presente en este inicio de curso. Sobre ambas cuestiones pretendemos profundizar en próximos artículos.
* José Luis Pérez Benítez, socio de BlackSwan
Hace bastantes meses, publicamos un análisis sobre el desafío demográfico en los despachos de abogados en España y su posible impacto en la estrategia de las firmas. Ahora profundizamos con los nuevos datos de los cursos 2021-2022 y 2022-2023, examinando cómo este fenómeno está más vigente y cómo sigue influyendo en diversos aspectos de la gestión de los despachos.
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