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El dato es el nuevo petróleo… y así lo pueden aprovechar los abogados españoles

Por EC Brands

H ace casi dos décadas que Clive Humby afirmó aquello de que el dato es el nuevo petróleo y, sondeando a golpe clic cuáles son las empresas más importantes del momento, todo parece indicar que el matemático y empresario británico no se equivocaba. Sin embargo, no solo Google, Meta, Amazon, Microsoft o Apple se benefician de lo que se ha denominado economía del dato, sino que compañías de todos los sectores y tamaños han puesto a trabajar a sus equipos para sacar partido a la panoplia de tecnologías emergentes que van desde la inteligencia artificial (IA), hasta el machine learning, pasando por la analítica aumentada o la automatización robótica de procesos, entre otras.

Este escenario dibuja una sociedad nueva en la que los profesionales del derecho deben reconducir sus especialidades a un ritmo vertiginoso o, como mínimo, intentar adaptarse. Lo material deja de ser el centro de la actividad y el mundo se vuelve etéreo y dependiente de las máquinas. Pero, en este contexto, cabe preguntarse cómo se puede gestionar un flujo de información inabarcable para los seres humanos… O cómo se protege la propiedad industrial e intelectual cuando la IA generativa es capaz de producir nuevo contenido en cuestión de segundos. Para Mabel Klimt, socia directora de Elzaburu, “los datos son ahora el combustible y, efectivamente, la gestión de los intangibles empieza a ser el centro de la economía del conocimiento”. Así lo expone en una nueva entrega de las conversaciones de Actitud Tech, la iniciativa que ayuda a esta compañía de software y contenido jurídico a debatir y reflexionar sobre transformación digital y tecnología en diversos sectores empresariales. Y lo hace junto a Déborah Cornejo, directora del área Editorial en Lefebvre.

El papel de las personas en la economía del dato

Ante la pregunta sobre cuál debe ser el papel de las personas en esta nueva coyuntura, la experta de Elzaburu asegura que “el gran desafío es que sigamos teniendo la última palabra. Estas tecnologías deben funcionar como un exoesqueleto que mejora nuestros atributos humanos y debe ser entendido como una extensión de quien lo ha creado”. El viejo debate ludita de rebelión contra las máquinas vuelve a estar vigente en nuestros días, pero Klimt lo zanja precisando que “la IA funciona en función de ciertos parámetros preestablecidos, esto nos obliga a imponer un juicio crítico final que permita filtrar con lógica”. ¿Se puede aplicar esta fórmula a la propiedad intelectual?: “Sí, hace años que tenemos contenidos y productos generados con intervención de ordenadores y ya se determinó que el creador (o creadores) del software es quien condiciona el producto final”, señala.

En Lefebvre coinciden con esta forma de entender la realidad del sector. Para Cornejo, “estas tecnologías nos obligan a transformar a los profesionales, lo que hacemos y cómo lo hacemos. Por esta razón, ya hemos comenzado a formar a nuestros empleados para gestionar el conocimiento aplicando los nuevos parámetros”. La directora del área Editorial de la compañía jurídica subraya que “es fundamental entender que ya no hablamos de la gestión del dato, sino de su explotación. No vale con elaborar taxonomías, redes semánticas, clasificaciones o resúmenes, hay que ir más allá y aquellas empresas que tomen la delantera serán líderes en sus sectores”, afirma.

Por su parte, Klimt, quien también se desempeña como diputada del Ilustre Colegio de la Abogacía de Madrid, reivindica “no dejar a nadie atrás en el proceso de incorporación a nuestro trabajo de estas tecnologías”. En su opinión, “el incremento de la velocidad de procesamiento de los equipos informáticos hace que la capacidad humana se vea ampliamente sobrepasada a la hora de gestionar enormes cantidades de datos, lo que genera mucho ruido ambiental. Es ahí dónde cobran relevancia las mencionadas disrupciones tecnológicas que nos pueden ayudar, pero siempre partiendo de la igualdad de oportunidades”, matiza. Y pone un ejemplo: “El compañero de mayor edad del Colegio tiene 101 años y, si decide continuar ejerciendo su profesión, hay que encontrar espacios y formas para que pueda hacerlo. Tiene que haber lugar para todos y todas, al margen de su edad, y este es uno de los desafíos en el entorno de la abogacía”, indica. Además, continuando con esta línea de pensamiento, recuerda que “ya hemos vivido situaciones parecidas, por ejemplo, cuando la mujer se incorporó masivamente al mercado de trabajo. En aquel momento también hubo quien pensaba que era complicado dar empleo a todo el mundo y, sin embargo, lo conseguimos”.

¿Cómo regular el papel de la tecnología?

En referencia a la profesión de la abogacía en la actualidad, la experta resalta “su sólida base, constituida en el derecho romano, lo que dota a nuestra especialidad de un enfoque tremendamente práctico”. Según sus palabras, “su herencia milenaria aún es de gran utilidad en la actualidad y es fundamental no olvidarla, ya que puede aportar mucho en la gestión del conocimiento”. En este punto de la conversación, Klimt aprovecha para elogiar a las dos compañías representadas en la charla, Lefebvre y Elzaburu, reconociendo “su relevancia como operadores jurídicos con una amplia experiencia que será determinante para adoptar todas estas nuevas herramientas emergentes”. Y enfatiza que “esta labor de compromiso con la sociedad contribuirá decididamente en la regulación que exige la tecnología”.

"Seremos los humanos los que pondremos las reglas y la cordura será un instrumento infalible"

Mabel Klimt, Elzaburu

También es importante hablar del proceso de regulación de la gestión del conocimiento y los datos, así como las distintas perspectivas jurídicas y filosóficas que se deben tener en consideración. De esta forma, mientras Cornejo apunta que “pese a la capacidad de las máquinas, finalmente, seremos los humanos los que pondremos las reglas y la cordura será un instrumento infalible”, Klimt —quien coincide con la representante de Lefebvre— concreta a su compañera evidenciando que existen otras formas de pensar en el mundo: “Tenemos, al menos, otros dos bloques de realidades jurídicas con los que coordinarnos. Por un lado, el derecho anglosajón y, por otro, el mundo asiático. Es cierto que todos somos personas, pero no partimos de las mismas premisas jurídicas”. La experta de Elzaburu admite que “ya en materia de derecho al olvido chocaron los puntos de vista de estos bloques, porque para una persona oriental debe prevalecer el interés colectivo frente al individual”.

Las dos expertas, en definitiva, resaltan los beneficios que la economía del dato ofrece para el ámbito legal, al tiempo que enfatizaron los desafíos y retos que conlleva la adopción tecnológica y su necesaria regulación. La transformación en el sector legal se vuelve ineludible, y aunque el conocimiento milenario sigue siendo valioso, la cordura humana debe guiar las reglas en este nuevo escenario, considerando también las distintas perspectivas jurídicas y filosóficas que surgen en un mundo globalizado. La economía del conocimiento ha llegado para cambiar las reglas del juego y quienes logren adaptarse estarán a la vanguardia de la sociedad del futuro.