EY prepara la chequera para comprar firmas de consultoría y bufetes tras la escisión
Mientras que la escisión de auditoría mantendrá el modelo 'partnership', legal y consultoría financiarán con su salida a bolsa la integración de firmas que musculen su nueva marca
Las filiales de EY en Europa mantienen su plan de trabajo con la confianza de que sus socios en Estados Unidos entierren el hacha de guerra y sellen un acuerdo sobre el reparto de los servicios de fiscal que deben acompañar a la escisión de auditoría. Las informaciones que publican los medios anglosajones, no obstante, no invitan demasiado al optimismo. Al menos a corto plazo. Aunque, como ya informó este diario, no son pocos los socios en el Viejo Continente que contemplan el enfrentamiento público entre sus colegas yanquis como un elemento de presión en la recta final de una negociación en la que hay muchos millones de dólares en juego. Abona esta impresión el hecho de que, hasta la fecha, las señales que envían desde la dirección global de la Big Four es que el calendario de la separación se mantiene.
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Si todo marcha como está previsto, la votación que debe dar luz verde a la división se producirá entre abril y mayo de este año. Primero se pronunciarán EEUU y el Reino Unido, los dos países que más aportan al negocio de EY, y después las 75 filiales del resto de países que participan en el proceso, España, entre ellos. En el calendario está señalado el último trimestre de 2023 como el momento en el que la separación se hará efectiva, dando lugar a dos grandes compañías; una dedicada a los servicios de auditoría, que mantendrá la marca de EY, y otra que aglutinará legal, fiscal, consultoría y servicios financieros, cuya denominación aún está por definir —pero que, de forma interna y provisional, han bautizado como Proyecto Everest—. No todos los países en los que está presente la Big Four ejecutarán la escisión. Es el caso de Israel, en donde sus socios ya han señalado que no llevarán a cabo la operación, y China, en donde el proyecto va con mucho retraso.
El objetivo, según han indicado directivos de la Big Four, es que las dos nuevas firmas por separado generen una cifra de negocio superior al que ya originan unidas, gracias a que así salvarán las limitaciones que impone auditoría en numerosísimas jurisdicciones al resto de servicios. Aunque para determinar el potencial de desarrollo de ambas corporaciones será fundamental atender a la estructura de cada una de ellas. Y, como indican fuentes del sector, las dos compañías que surgirán de la división no seguirán el mismo modelo societario.
Según la información que ha podido recabar El Confidencial, auditoría mantendrá el esquema tradicional del partnership, en el que los propietarios de la sociedad serán los socios de la firma. El poder y los beneficios, por tanto, se repartirán entre ellos. Consultoría y legal, en cambio, se convertirá en una sociedad cotizada, adoptando los parámetros que exige la normativa para este tipo de corporaciones, también en lo relativo a las condiciones de los socios. Las mismas fuentes especifican, no obstante, que aún no se ha aterrizado al detalle cuestiones clave como el esquema de retribución, el reparto del poder, etcétera; factores que deberán concretarse en los próximos meses.
En la hoja de ruta de EY se indica que uno de los objetivos de la salida a bolsa de la división de legal y consultoría es proporcionar a la nueva firma el músculo financiero necesario para abordar un ambicioso plan de inversiones en Europa. La recién nacida sociedad, por tanto, verá potenciados sus servicios con la integración de bufetes y firmas de consultoría y fiscal, que deben acelerar el lanzamiento de la nueva marca. En el mercado se especula con que, en el ámbito legal, el target deseado sería un despacho inglés con presencia en las jurisdicciones más relevantes del Viejo Continente, lo que permitiría que la revitalización se produjeran en paralelo en las principales plazas europeas. Desde la Big Four han declinado hacer comentarios en relación con estas cuestiones.
Con la salida a bolsa, EY busca el músculo necesario para abordar un ambicioso plan de inversiones para legal y consultoría
La salida a bolsa del negocio de legal y consultoría de EY sería uno de los movimientos más novedosos en el Viejo Continente en el ámbito de las firmas de servicios profesionales. En Europa —Reino Unido inclusive—, son muy pocas las experiencias de despachos que coticen. Algunas de las que sí han emprendido esa senda, además, han tenido un éxito discutible, lo cual ha alimentado la desconfianza de las cúpulas de otros bufetes sobre los beneficios que proporciona la entrada de accionistas externos con quienes, a la postre, hay que compartir el beneficio. Una mengua en la retribución de los socios que, asimismo, parece arriesgada en las actuales condiciones del mercado y con los altos índices de rotación en todas las categorías profesionales. No obstante, estos peligros son conocidos por la cúpula de EY, por lo que habrá que estar muy atento al diseño de la relación contractual que se establezca con sus socios y a los incentivos y palancas que en ella se establezcan para su fidelización con la nueva marca.
Europa, sin los problemas de EEUU
La resolución del conflicto en EEUU se presenta como un paso fundamental para dar el pistoletazo de salida al proceso de división de EY. No en vano, la filial yanqui representa en torno al 40% del negocio mundial de EY, lo que le otorga un peso fundamental en el calendario decisorio. La semana pasada, no obstante, The Wall Street Journal indicaba que en la Big Four se ha puesto sobre la mesa la posibilidad de que deja fuera a Estados Unidos de la separación, ejecutándola en el resto de territorios. Una opción que, en cualquier caso, no dejaría de suponer un importante fracaso para la corporación y un regalo para sus competidores, que contemplan el proceso con sumo interés —en todas, el negocio de auditoría es percibido, cada vez más, como una rémora para el resto de áreas—, pero conscientes de que han de aprovechar cualquier traspié de EY.
En todo caso, los problemas que se están manifestando en Norteamérica sobre la partición del negocio de fiscal no se darán en Europa. En las filiales del Viejo Continente, también en España, la división de quiénes se quedarán en auditoría y quienes en consultoría y legal está decidida desde antes de Navidad. Los esfuerzos de las cúpulas a este lado del Atlántico, además de terminar de atar los flecos pendientes de la escisión, está en transmitir tranquilidad y confianza a sus socios, que contemplan con cierto estupor lo que sucede en EEUU.
Nadie en la Big Four, en todo caso, preveía que la ejecución del Proyecto Everest fuera a ser en absoluto sencilla. La división de una organización de tal tamaño (solo en España cuenta con 5.500 empleados) y con tantas líneas de negocio y clientes, plantea infinidad de retos y problemas que las direcciones globales y regionales están resolviendo paso a paso. Una de las cuestiones que deberá determinarse en las próximas semanas es la marca para el negocio escindido. El grupo se está encontrando con grandes dificultades para ello, y lo más probable es que acaben optando por una palabra inventada o una compuesta, según declaró hace algunas semanas su principal ejecutivo, Carmine Di Sibio, al Wall Street Journal.
De cara a la salida a bolsa, el propio Di Sibio ofreció una valoración estimada del negocio de unos 73.000 millones de dólares. Atendiendo a estos números, el negocio español estaría valorado en 963 millones de dólares (en torno a 900 millones de euros). EY facturó en España 594,2 millones de euros, de los que 187,8 millones llegaron de la consultoría; 185 millones, de la auditoría; 151,2 millones, del área legal/tributario, y 70,1, del asesoramiento en transacciones. Entre las principales cuestiones que se están analizando de cara a la fase clave de la escisión, están la definición del nuevo estatus que tendrán los socios de la firma escindida, la organización de los sistemas y cómo se repartirán las instalaciones. Sobre esto último, el plan de EY en España es seguir en Torre Titania, al menos hasta finales de 2025, cuando vence el actual contrato de arrendamiento. Eso sí, con distintas plantas y separaciones para cada una de las nuevas empresas.
Las filiales de EY en Europa mantienen su plan de trabajo con la confianza de que sus socios en Estados Unidos entierren el hacha de guerra y sellen un acuerdo sobre el reparto de los servicios de fiscal que deben acompañar a la escisión de auditoría. Las informaciones que publican los medios anglosajones, no obstante, no invitan demasiado al optimismo. Al menos a corto plazo. Aunque, como ya informó este diario, no son pocos los socios en el Viejo Continente que contemplan el enfrentamiento público entre sus colegas yanquis como un elemento de presión en la recta final de una negociación en la que hay muchos millones de dólares en juego. Abona esta impresión el hecho de que, hasta la fecha, las señales que envían desde la dirección global de la Big Four es que el calendario de la separación se mantiene.
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