Las filiales de EY en Europa mantienen el calendario de la escisión a pesar de la 'guerra civil' en Estados Unidos
El mediatizado conflicto entre sus socios norteamericanos no ha provocado que la Big Four varíe los plazos previstos. En el Viejo Continente se trabaja para votar en abril y separarse a final de año
Las filiales europeas de EY contemplan con una mezcla de expectación y escepticismo las noticias que, desde hace una semana, publica la prensa anglosajona sobre la guerra civil abierta entre los socios de Estados Unidos de la firma. Un conflicto que llevó a su socia directora en EEUU, Julie Boland, a asegurar en una reunión interna que el proceso de separación —el denominado Proyecto Everest— había sido detenido y que el plan para llevar a cabo la escisión debía ser reelaborado, según informó el miércoles pasado el Financial Times. De fondo, el desencuentro sobre qué proporción del negocio de fiscal en EEUU debe irse con auditoría y cuánto quedarse dentro de la división de consultoría y legal.
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La expectación ante cada nueva noticia es grande por varias razones. En primer lugar, porque Estados Unidos representa en torno al 40% de la facturación global de EY, lo que le otorga un peso fundamental en el proceso decisorio. O, dicho de otro modo, no hay separación posible a nivel mundial sin el visto bueno en territorio yanqui. En segundo término, porque la dirección estadounidense no reporta ni da explicaciones al resto del mundo, por lo que los socios de la Big Four en el Viejo Continente están enterándose de la evolución de la contienda por la prensa. Si muchas cuestiones de fondo de la escisión ya estaban llegando con cuentagotas desde EY Global, las batallas y escaramuzas en Norteamérica están obligando a las direcciones locales a redoblar sus esfuerzos en transmitir confianza a sus socios en un proceso complejo y delicado.
No obstante, en las filiales europeas también cunde la sensación de que el conflicto en EEUU tiene algo de teatralización y que forma parte de los coletazos finales de una negociación en la que hay muchos millones de dólares en juego. Abona esta idea que desde EY Global se ha seguido trabajando con la premisa de que el calendario fijado para la escisión se mantiene. De hecho, las reuniones y los contactos del proceso de separación con los distintos países se han seguido con normalidad en los últimos días, incluso en aquellas en las que han participado miembros o unidades norteamericanas de la firma. También contribuye a la relativización de la dimensión real de la batalla el hecho de que los problemas para definir qué socios estadounidenses se irían a auditoría y cuáles se quedarían en consultoría lleva existiendo en las discusiones al otro lado del Atlántico desde hace meses, y muchos en territorio europeo no alcanzan a entender por qué justo ahora salta esta cuestión en los medios de comunicación.
De hecho, en Europa —y en particular en España—, la división de quiénes se quedarán en EY —el negocio de auditoría, que será el que mantenga la marca— y cuáles se unirían a la futura firma de consultoría y legal —cuyo nombre está aún por decidir— está perfectamente definida desde antes de Navidad. La utilización de la prensa, según barruntan socios europeos, puede ser una medida de presión para terminar de cerrar un calendario que pasa por votar en el entorno de abril-mayo y ejecutar la separación en el último trimestre del año. Porque, en lo que hay coincidencia, es que la escisión es imparable. Nadie en la Big Four contempla, después de haber anunciado un proyecto de tal envergadura, tener que dar marcha atrás. El impacto, en términos de reputación, imagen y negocio, podría ser dramático. Y la competencia, que contempla el proceso con interés, no dudaría en aprovecharlo en contra de los intereses de EY.
Si la percepción europea es la correcta y la sangre en EEUU no llega al río, las votaciones deberían empezar el mes que viene. Estas se ejecutarán en dos tandas. En un primer momento, se pronunciarían los socios norteamericanos y los británicos —las dos divisiones con más peso en el negocio global de EY—, y, en segundo término, el resto de países que participan en el proceso (unos 75 del centenar en los que está presente la Big Four). Porque no en todos habrá separación. Algunas filiales, como las de China e Israel, ya han comunicado que no llevarán a cabo la escisión de sus negocios, sin que ello altere los planes a nivel global. Cuestión distinta sería que el proyecto no suscitará los apoyos necesarios en Estados Unidos o el Reino Unido.
Un negocio de 900 millones
Nadie en EY, en todo caso, preveía que la ejecución del Proyecto Everest fuera a ser en absoluto sencilla. La división de una organización de tal tamaño (solo en España cuenta con 5.500 empleados) y con tantas líneas de negocio y clientes, plantea infinidad de retos y problemas que las direcciones globales y regionales están resolviendo paso a paso. Una de las cuestiones que deberá determinarse en las próximas semanas es la marca para el negocio escindido. El grupo se está encontrando con grandes dificultades para ello, y lo más probable es que acaben optando por una palabra inventada o una compuesta, según declaró hace algunas semanas su principal ejecutivo, Carmine Di Sibio, al Wall Street Journal.
Junto a la escisión, la firma ya tiene en mente la posterior salida a bolsa de su negocio de consultoría, con valoraciones estimadas por el propio Di Sibio de unos 73.000 millones de dólares. Atendiendo a estos números, el negocio español estaría valorado en 963 millones de dólares (en torno a 900 millones de euros). EY facturó en España 594,2 millones de euros, de los que 187,8 llegaron de la consultoría; 185 millones, de la auditoría; 151,2 millones, del área legal/tributario, y 70,1, del asesoramiento en transacciones. Entre las principales cuestiones que se están analizando de cara a la fase clave de la escisión, están la definición del nuevo estatus que tendrán los socios de la firma escindida, la organización de los sistemas y cómo se repartirán las instalaciones. Sobre esto último, el plan de EY en España es seguir en Torre Titania, al menos hasta finales de 2025, cuando vence el actual contrato de arrendamiento. Eso sí, con distintas plantas y separaciones para cada una de las nuevas empresas.
Las filiales europeas de EY contemplan con una mezcla de expectación y escepticismo las noticias que, desde hace una semana, publica la prensa anglosajona sobre la guerra civil abierta entre los socios de Estados Unidos de la firma. Un conflicto que llevó a su socia directora en EEUU, Julie Boland, a asegurar en una reunión interna que el proceso de separación —el denominado Proyecto Everest— había sido detenido y que el plan para llevar a cabo la escisión debía ser reelaborado, según informó el miércoles pasado el Financial Times. De fondo, el desencuentro sobre qué proporción del negocio de fiscal en EEUU debe irse con auditoría y cuánto quedarse dentro de la división de consultoría y legal.
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