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Abogados amenazados por sus clientes: "Como no ganes mi caso, atente a las consecuencias"
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Ellas lo sufren más

Abogados amenazados por sus clientes: "Como no ganes mi caso, atente a las consecuencias"

Muchos profesionales del turno de oficio sufren a menudo insultos, amenazas, acoso o, incluso, agresiones por parte de sus clientes. Sin embargo, muy pocos se atreven a contarlo

Foto: El acoso puede materializarse a través de llamadas y mensajes continuos insultos en redes sociales o, incluso, agresiones físicas. Foto: iStock
El acoso puede materializarse a través de llamadas y mensajes continuos insultos en redes sociales o, incluso, agresiones físicas. Foto: iStock
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En agosto de 2018, la procuradora Ana recibió un mensaje de contenido sexual de uno de sus clientes. Solo había hablado con él en una ocasión, una conversación de dos minutos por teléfono (la llamó para consultar cómo iba su asunto), y no se conocían en persona, así que la profesional quiso pensar que había sido una equivocación y no respondió. Pero los mensajes y las llamadas continuaron casi de forma ininterrumpida. "Me escribía cada cinco minutos. Podía recibir entre 60 o 70 mensajes diarios". La inquietud se transformó en miedo el día en que el cliente apareció en la puerta de su trabajo y, poco después, de su casa. "Lo vio mi marido. Estábamos en casa con mi hijo recién acostado", rememora. El juzgado dictó una orden de alejamiento, pero las comunicaciones no cesaron. "Le tenía bloqueado, así que empezó a mandar SMS y mensajes de voz muy amenazantes. Me tenía colapsado el buzón y era el número de trabajo, así que muchas veces tenía que oírlos para vaciarlo", evoca.

Durante 11 meses, la vida de Ana se convirtió en un infierno. "No dormía nada, estaba siempre alerta. Mi rutina cambió, dejé de llevar y recoger a mi hijo del colegio, no iba al gimnasio, mi marido me acompañaba todos los días al trabajo y me venía a buscar al terminar. Me encerré en casa, no quedaba con amigos ni hacía vida social. Todos los días me levantaba pensando si iba a ir a más", lamenta la profesional, que describe esa situación como estar viviendo con una bomba de relojería "que no sabes cuándo va a explotar". En febrero de 2020, el hombre fue condenado a cuatro años de cárcel por dos delitos de acoso y amenazas. Pero incluso desde prisión consiguió enviar a la procuradora una carta amenazante y de contenido sexual que recibió hace apenas unos meses y sobre la que tendrá otro juicio el próximo 14 de julio.

El caso de Ana, si bien es especialmente grave, no es excepcional. Pone de manifiesto una triste realidad entre los profesionales del sector jurídico: el acoso que sufren por parte de sus clientes. Puede materializarse a través de llamadas o mensajes con palabras amenazantes, pero también con insultos en redes sociales o, incluso, agresiones físicas (menos habituales). "Es algo más extendido de lo que puede parecer, ya que los que lo sufren no suelen hablar de ello; hay mucho estigma", describe Victoria Espejel, encargada de la sección de Defensa del Abogado del Ilustre Colegio de la Abogacía de Madrid (ICAM).

Foto: Juzgado de cláusulas suelo n.º 9 bis de Granada tras un derrumbe en el techo el pasado agosto.

Su departamento fue creado en 2017 con la intención, precisamente, de abordar los problemas y dificultades que enfrentan los letrados en el ejercicio de su profesión. Desde su creación, Espejel cuenta que no han recibido un gran número de casos —en lo que va de 2022, por ejemplo, han recibido únicamente tres—, pero matiza que esto se debe a que a este servicio llegan solo los asuntos más graves. "Si hay algún conflicto puntual, no suelen contarlo", lamenta.

En la misma línea se pronuncia Luis Álvarez, abogado y miembro de Altodo, una asociación enfocada en la defensa del turno de oficio que, desde hace unos años, se ha centrado en casos de acoso de clientes hacia estos letrados. En su experiencia, recibir comentarios despectivos o amenazas es algo habitual entre los profesionales del servicio de asistencia jurídica gratuita. "Yo mismo estoy ahora mismo amenazado por un hombre que me llama desde números ocultos y me dice que tenga mucho cuidado cuando salga de la cárcel. Otra clienta me amenazó diciéndome que, como no ganase su caso, me atuviera a las consecuencias", relata. Ahora bien, los abogados no suelen exteriorizar estos conflictos ni siquiera entre compañeros porque "tienen miedo a ser tachados de débiles o de malos profesionales", indica.

Los abogados no suelen contar estos conflictos ni siquiera a compañeros por miedo a ser tachados de débiles o malos profesionales

El hostigamiento puede provenir tanto de los clientes como de su entorno cercano (familiares o parejas, por ejemplo), pero también de la parte contraria o, directamente, de desconocidos. Fue el caso de Sofía, que accede a contar su historia bajo un nombre falso. En febrero de este año recibió un mensaje por Facebook de una cuenta sin nombre ni foto. "Era por la noche, acababa de acostar a mis hijos. Era un 'link' y pensé que podía ser documentación de algún asunto de un cliente. Pero era un vídeo en el que aparecía una mujer a la que pegaban una paliza. Luego me mandaron un mensaje diciendo que era lo que me iban a hacer a mí", evoca.

Foto: Pere Vidal, hospitalizado después del accidente. (Cedida)

Al día siguiente, el mensaje había desaparecido, pero poco después recibió mensajes de WhatsApp de un número que no tenía guardado que le decían que la prisión "le había jodido la mente por completo", que "le había tocado la lotería y ya tenía dinero para joderme", rememora. Hizo capturas de los comentarios y acudió a la policía. Actualmente, su denuncia está en fase de investigación y no han podido identificar al autor.

Ellas lo sufren más

Más allá de los letrados del turno de oficio, las verdaderas afectadas por esta realidad son las mujeres, mucho más propensas a recibir tratos degradantes o comentarios fuera de lugar. Es el caso de Laura, que accede a hablar bajo un nombre ficticio, no por los clientes sino por los compañeros de profesión, "que a veces te culpan a ti de ciertas situaciones", lamenta. Enumera un sinfín de "anécdotas" en las que los clientes se han propasado con comentarios o propuestas de índole sexual. Por ejemplo, cuando le ofrecieron pagar sus servicios "en carne", argumentando no poder hacerlo con dinero.

Foto: Ángela Bernardo, con el libro. (Foto cedida por la periodista)

En la misma línea, cita el caso de un cliente asignado por el turno de oficio que se obsesionó con ella. "Me mandaba mensajes continuamente y me llamaba para que saliéramos a desayunar. Al principio era educada y le recordaba de forma tajante que era su abogada. Pero empezó a ponerse agresivo", relata. En otra ocasión, cuenta que un cliente estuvo cerca de agredirla después de sacarle del calabozo. "Se abalanzó sobre mí gritando que era el diablo y que nunca iba a hacer caso a una mujer. Por suerte, varios agentes pudieron sujetarlo", recuerda. En ambos casos, solicitó ante su colegio la recusación de los asuntos, pero se la denegaron. "En el turno de oficio me dijeron que eran gajes del oficio", critica.

Este tipo de respuesta, consistente en restar importancia a los hechos y normalizar comportamientos agresivos de clientes alegando que son parte de los riesgos de la profesión, era habitual hace unos años. Ahora, sin embargo, desde la abogacía institucional se han sensibilizado y cuentan con protocolos especiales para las denuncias por parte de letrados hacia clientes o terceros relacionados. "Si son del turno de oficio, se les libera de la defensa. También hacemos un acompañamiento al letrado en todo el proceso que incluye apoyo psicológico. Además, designamos a un diputado de la junta para que lleve la defensa", describe Espejel. Un apoyo similar presta el Colegio de Abogados de Barcelona a través de su Comisión de Relaciones con la Administración de Justicia (CRAJ).

Foto: De izquierda a derecha: Eduardo García (Clifford), Jorge Badía (Cuatrecasas), María Guinot (Deloitte Legal), Manuel Martín (Junta de Gobierno del ICAM), Fernando Vives (Garrigues), Salvador Sánchez-Terán (Uría) e Íñigo Erlaiz (Gómez-Acebo).

Ahora bien, este mecanismo está pensado para los casos más graves, donde hay delitos de por medio. Para otros supuestos más leves, conseguir la renuncia es más difícil, ya que tiene que estar justificada por motivos personales y la debe autorizar el decano del colegio al que pertenezca el letrado. Una exigencia que, para el abogado Esteban Hernández Thiel, carece de sentido, ya que pone a los abogados ante la tesitura de tener que elegir entre continuar con la defensa de un cliente que les ha amenazado o negarse a llevar el caso y sufrir consecuencias legales. "Recuerdo, hace años, el caso de un compañero al que su cliente le tenía amenazado de muerte. El colegio no aceptó su renuncia del caso, pero él se negó igualmente a presentarse a la vista. El juzgado acabó procesándolo por un delito de obstrucción a la Justicia", critica.

Juicios mediáticos, presión adicional

El acoso a los abogados no solo puede venir de los clientes y su entorno cercano, sino también de la población en general. Es lo que ocurre en los conocidos como juicios mediáticos. Es el caso de Hernández Thiel. Está inscrito al turno de oficio de Almería, así que a principios de 2018 se le asignó la defensa de Ana Julia Quezada, por aquel entonces la única acusada del asesinato del niño Gabriel. "Recibíamos insultos constantemente, sobre todo por Facebook. Era bastante desagradable", relata el letrado. Tanto a él como a su compañera Beatriz Gámez les inundaron de improperios y les reprocharon "haber aceptado" el asunto.

Foto: José Enrique Abuín, alias 'El Chicle', en una imagen de archivo durante el juicio por el crimen de Diana Quer (EFE)

En este caso, la cobertura que hicieron los medios de comunicación fue especialmente agresiva y se agudizó una vez confesó la mujer. De hecho, la Comisión Nacional de Mercados y la Competencia (CNMC) dio dos avisos a Atresmedia y Mediaset por el "sensacionalismo extremo" en el tratamiento televisivo que hicieron del caso tras las quejas del Consejo Audiovisual de Andalucía. Pero ello no libró a los abogados defensores de unas críticas tan intensas que hasta la presidenta del Consejo General de la Abogacía Española, Victoria Ortega, tuvo que salir en su defensa. En varios mensajes publicados en Twitter, exigió respeto al trabajo y la independencia de los profesionales que hacen posible el derecho de defensa, especialmente a los que pertenecen al turno de oficio, y recordó que en un Estado de derecho "impera la justicia, no la venganza".

Para Espejel, la presión a los abogados que participan en juicios mediáticos es un fenómeno relativamente reciente. "Antes no era así, se ha incrementado muchísimo", reflexiona. El motivo principal son las redes sociales, que favorecen ese tipo de comentarios por el anonimato que tienen los usuarios y la superficialidad a la hora de opinar. "La gente escribe insultos y amenazas a la ligera sin pensar dos veces en cómo puede afectar a quien los lee", asevera.

Por su parte, Hernández opina que el acoso a los abogados en los juicios mediáticos parte en gran medida de una falta de conocimiento de la población sobre el derecho de defensa. "Muchos no entienden que, en un Estado de derecho, todos los ciudadanos tienen derecho de defensa, independientemente del delito que hayan cometido", subraya. Y cuenta que, durante el juicio del caso Gabriel, tuvo la oportunidad de razonar con algunos de los que le gritaban a las puertas del juzgado. "Les explicaba que es como cuando un médico tiene que curar a un paciente que ha cometido un delito. Tienen una obligación deontológica y no pueden decir que no. En nuestro caso es igual, aunque es más bien una exigencia constitucional. Y lo entendían. Hace falta pedagogía", concluye.

En agosto de 2018, la procuradora Ana recibió un mensaje de contenido sexual de uno de sus clientes. Solo había hablado con él en una ocasión, una conversación de dos minutos por teléfono (la llamó para consultar cómo iba su asunto), y no se conocían en persona, así que la profesional quiso pensar que había sido una equivocación y no respondió. Pero los mensajes y las llamadas continuaron casi de forma ininterrumpida. "Me escribía cada cinco minutos. Podía recibir entre 60 o 70 mensajes diarios". La inquietud se transformó en miedo el día en que el cliente apareció en la puerta de su trabajo y, poco después, de su casa. "Lo vio mi marido. Estábamos en casa con mi hijo recién acostado", rememora. El juzgado dictó una orden de alejamiento, pero las comunicaciones no cesaron. "Le tenía bloqueado, así que empezó a mandar SMS y mensajes de voz muy amenazantes. Me tenía colapsado el buzón y era el número de trabajo, así que muchas veces tenía que oírlos para vaciarlo", evoca.

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